Lucía Marín: «Para mí la escritura es una vía a través de la cual puedo ser yo de una forma más completa»

Se llama Lucía Marín, nació en Granada en 1985 y tras vivir en el sur de Francia y realizar un viaje por Latinoamérica, fijó su residencia en el pueblo cacereño de La Vera. Reconoce que desde pequeña ha disfrutado leyendo y creando historias. Hace un par de años decidió dedicarse a la escritura más en serio. Fruto de ello ha sido su primer libro de relatos, ‘No somos flores’ (Ed. Nazarí), que presenta el jueves en la Biblioteca de Andalucía, donde estará acompañada por la también escritora, Cristina Gálvez y su editor, Alejandro Santiago (19,30 h). Una docena de relatos protagonizados por niñas, jóvenes, adultas y ancianas, escritos durante un año, siendo el más antiguo es ‘La calle desierta’ y ‘Flores en el balcón’, el más reciente y con cierta carga autobiográfica y ‘Carrilleras con pimientos’ por el que siente un especial cariño pues le salió de corrido y se divirtió mucho escribiéndolo. También por todos aquellos que «guardan una pizca de humor o ironía y los que me permiten explorar el interior de cada personaje y dejarme sorprender escuchando sus recovecos».

 

– ¿Cuáles son los motivos que te han llevado a fijar tu residencia en La Vera (Cáceres)?
– Supongo que la imagen idílica del campo estuvo en mi recuerdo desde los veranos de mi infancia. Nos juntábamos una familia bastante numerosa en un pequeño pueblo de la Sierra de Francia, en Salamanca. Lo recuerdo como un entorno que me aportaba libertad y descubrimientos infinitos. Más tarde fue mi padre quien se marchó a vivir al campo, primero a la provincia de Soria, después a Cuenca; y pude redescubrir la montaña, el huerto, los ríos y el silencio de las noches estrelladas de verano o el calor de la estufa en invierno. Pero sin duda, la circunstancia definitiva, tras vivir en el sur de Francia y un viaje por Latinoamérica, fue que nos juntáramos un grupo de amig@s para construir un proyecto de vida y trabajo en colectivo en el medio rural. La Vera es una comarca preciosa, un vergel que contaba ya con diversas iniciativas agroecológicas y culturales; además está relativamente cerca de Madrid, donde much@s aún conservábamos ciertos vínculos. De aquello hace ahora seis años y aquí sigo, disfrutando de la cercanía de l@s vecin@s y la naturaleza.

– ¿Cuáles son tus inicios literarios y si tienes algún premio o reconocimiento?
– Como otr@s much@s escritor@s, he disfrutado leyendo y creando historias desde pequeña. Pero no fue hasta hace un par de años que me di la oportunidad de dedicarme a la escritura más en serio. No somos flores fue mi primer manuscrito y tuve la suerte de que la editorial Nazarí quisiera publicarlo. Mi mayor reconocimiento es el que me devuelven l@s lector@s. Poco a poco he ido recibiendo reseñas y propuestas de colaboración en varias revistas literarias que me animan a seguir mi camino literario. La verdad es que no soy muy aplicada en la participación en concursos y premios. Me motiva más concentrarme en la creación que en la difusión o la búsqueda de reconocimiento.

Presentación en Plasencia

– ¿Cuál es el origen del título? ¿Por qué ha elegido la cita de Raquel Díaz, «Es verdad; (…) no son flores y a partir de ahora mismo podrán ser lo que quieran ser»?
– Además de escribir, me dedico, junto a mi compañera Carmen Alcalde, a impartir talleres de equidad de género en varios centros educativos de la comarca. En algunas sesiones trabajamos con un álbum ilustrado de Raquel Díaz Reguera, ¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa? La protagonista de este cuento es Carlota, una princesa rosa que reivindica su libertad de poder correr, viajar, brincar y vestir del color que quiera. Frente al discurso que le imponen sus mayores: las princesas son delicadas como las flores; ella se rebela y responde que no es una flor, es una niña. Las protagonistas de No somos flores también se hallan en búsqueda de su propia identidad entre una maraña de mandatos sociales que la acechan. Es por eso que me pareció muy adecuado. A las mujeres tradicionalmente se nos ha vinculado a las flores y, curiosamente, la simbología principal de las mismas es que son delicadas, bellas y sirven para la reproducción.  No es que no me gusten las flores, me encantan, pero me parecía importante desmarcar la identidad femenina de la floral y, a modo de contradicción, le propuse a Joaquín Vila incluir en cada ilustración una flor como un hilo que diera cohesión también a la parte gráfica.

De los doce relatos, ¿cuál es el más antiguo en su redacción y el más reciente?
– El más antiguo es La calle desierta, creo que tiene una voz más formal y brotó de las propias calles de este pueblo que habito. El más reciente es el último del libro y también el más largo, Flores en el balcón, con cierta carga autobiográfica. Pero todos los relatos pertenecen a un período de menos de un año de redacción.

– ¿Cuál es tu favorito? ¿Por qué?
– Según el día, me acerco más a unos u otros. Así también, gente cercana, me ha ido dando su opinión y es muy variada. Pero le tengo especial cariño a Carrilleras con pimientos. Me divertí mucho escribiéndolo, casi de corrido. Creo que siento especial atracción por aquellos que guardan una pizca de humor o ironía y también los que me permiten explorar el interior de cada personaje y dejarme sorprender escuchando sus recovecos.

Presentación Jarandilla de la Vera

– ¿Por qué te gusta cambiar de estilo y género literario?
– Por una parte creo que se trata de una búsqueda. Cada género y estilo me ofrece unos recursos, unos parámetros para moverme en ellos y obtener hallazgos un tanto peluliares, llegar a lugares fuera de mi zona de confort y enriquecerme con ellos. Supongo que fui una niña obediente y esta ha sido mi particular rebeldía.

– ¿Qué es para ti la escritura?
– Para mí es una necesidad fisiológica, una vía a través de la cual puedo ser yo de una forma más completa. Me atraen muchas formas de arte y comunicación entre las personas: el movimiento, la ilustración… Pero personalmente creo que me expreso y construyo mejor a través de la palabra escrita. Por otra parte, si tuviera que identificar un objetivo de mi escritura, creo que sería mostrar historias que me remuevan: conflictos humanos, contradicciones relacionales o visibilizar rincones de la vida que podrían pasar desapercibidos. Me atrae plasmar algo así como la belleza de la paradoja.

– ¿Cuando escribes piensas en los lectores? ¿Quiénes serían los lectores ideales de tus relatos?
– A veces me resulta irremediable, pero trato de frenar ese pensamiento ya que muchas veces me conduce a una autocensura. No sabría decir si hay lectores/as ideales para este libro. Gente muy diversa, en edad, género y procedencia, me han hecho llegar su aprecio por el mismo.

Ilustraciones de Joaquín Vila para los relatos ‘Perro’ y ‘La mujer invisible’

– ¿Qué opinas de las ilustraciones de Joaquín Vila?
– Fui yo quien le propuso acompañar cada relato de una ilustración, conociendo previamente la calidad su trabajo, su manejo de la botánica, su sensibilidad humana y la profundidad de significado que entraña cada una de sus obras. Obviamente estoy muy agradecida y encantada con el resultado. Creo que permite reposar la mirada tras cada historia y aportar nuevos matices a través de otro lenguaje.

– ¿Cómo conoces a Cristina Gálvez y por qué la has elegido como compañera de mesa?
– Compartimos una amistad con Leticia Ruifernández, ilustradora, pintora y escritora afincada, por suerte, en el mismo pueblo donde vivo. Leticia me hizo llegar Monstruos cotidianos, de Cristina, y me entusiasmó. Más tarde pudimos encontrarnos también en casa de Leticia y desde entonces, ambas, han estado disponibles como apoyo en mis primeros pasos literarios. Me ilusiona mucho compartir mesa con una escritora que maneja el relato como ella, aparte de ser una persona encantadora, íntegra y original, como su literatura.

– Tres motivos por los que se deba leer tu libro:
– Primero trataré de describir brevemente de qué se constituye, para que cada quién decida si le atrae: Son historias breves, pero intensas; cotidianas pero con sustrato universal; abarcan un amplio espectro generacional y social, además de la variedad de registros. En segundo lugar, haré uso de una de las reseñas del libro que hizo Santi Fernández Patón para Eñe, ya que no me siento cómoda ni capaz de venderme con mis propias palabras: “ Original, actual, giros sorprendentes, prosa segura y natural”. “No somos flores supone el descubrimiento de una autora con oficio, dueña de un mundo personal y las ideas muy claras sobre qué quiere contar y cómo hacerlo. Por si fuera poco, ese qué y ese cómo nos hacen mucha falta.” Y por último añadiré que me hace muy feliz que lo lea quien guste.

– El lunes se celebraba el Día de las Escritoras, ¿crees necesaria una celebración de este tipo?
– Entiendo que la motivación para celebrar “los días de” es visibilizar a un colectivo que suele ser minoritario o precisa de apoyo para tener más repercusión o reivindicar que se cubran ciertas necesidades. En ese caso estoy de acuerdo en que en la profesión literaria, como en muchos otros ámbitos, las mujeres actualmente -por no hablar de a lo largo de la Historia- nos encontramos con barreras: prejuicios, falta de reconocimiento, techos de cristal, trabas para la conciliación familiar… y demás dificultades propias de una sociedad patriarcal y capitalista como en la que vivimos. Creo que es necesario un cambio en paradigma construido día a día en todos los ámbitos para caminar hacia una sociedad más equitativa, respetuosa y libre de violencia.

– ¿Desea añadir algo más?
– Nada más, muchas gracias, Antonio.

Redacción

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