Posiblemente se convierta en una de las artistas más jóvenes que haya expuesto en la Sala Apperley del Centro Artístico de Granada y también de las obras de mayor tamaño. Nos referimos a Gema Domene Carreño, pintora nacida en Alcóntar, que ha crecido en Baza y que en el año 2015 se graduaba en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid donde un año más tarde finalizaba el máster en ‘Investigación en Arte y Creación’. El martes, 16 de enero, inaugura su exposición ‘Bitácora de una ausencia’ (19:30 h), donde podrá visitarse hasta el último día de este mes. Gema se muestra muy agradecida por la colaboración del Centro Artístico tanto en la preparación como en el montaje, y, sobre todo, «por la increíble oportunidad que me ha brindado. Estoy superorgullosa de estar en un sitio tan reconocido y con tanta historia». Exposición en la que muestra obras de varias series, unas iniciada a final de carrera y otras que en la que está trabajando ahora, en el Palacio de los Enríquez, en Baza, donde pinta a San Jerónimo.
A sus 24 años tiene muy claro que el formarse en Madrid le ha abierto un gran abanico de posibilidades para completar su formación con la visita a exposiciones, ferias de arte y conferencias. También para asistir a cursos de pintura lo que le ha servido para completar su «formación artística y vital al mismo tiempo». De su Trabajo Fin de Máster (TFM), titulado ‘Memoria analógica y digital. El relato abierto del recuerdo’ nos cuenta que ha pretendido una búsqueda conceptual basada en el cambio que se ha producido en la era digital y la globalización y que está centrado en el tema de la memoria, de cómo han ido cambiando nuestros recuerdos, la forma que tenemos de aprender y archivar y de configurar esa memoria en la era digital. De su biografía nos cuenta que nació en Alcóntar (Almería) el pueblo de su padre en 1993 y que su madre es de Caniles. También que a edad muy temprana se traslada a Baza, de donde se considera, pero «sin olvidar nunca mis raíces que son fuente inagotable de inspiración, y cuyo melancólico recuerdo me obliga a volver a estos lugares a pintar».
En cuanto a la exposición explica que está compuesta de doce obras pertenecientes a tres series, englobadas dentro de ‘Bitácora de una ausencia’ y relacionadas con el TFM e integrada por varios cuadros de gran formato identificados con la cifra 99.33, como el caso del VI en el que se ve un picado de unas escaleras y que mide 160×130 cm. «Me pareció un buen título para esta exposición ya que tiene cierta relación con la obra más reciente que he realizado. Todos son paisajes interiores, que están abandonados en el momento que los he captado, deshabitados y cuya realidad aparentemente desordenada intenta ordenar, construyendo desde la pintura.
Estoy interesada por la dicotomía que hay entre naturaleza y cultura», indica antes de manifestar que «la cultura que ha creado esos lugares que al ser abandonados son transformados por la naturaleza como único agente cambiante». Interés por lugares abandonados que supone han surgido de un recuerdo melancólico y de su interés por descubrir algo que hubo y ya no está. En cuanto al 96.33 que aparece como título de los cuadros explica que está relacionado con el desastre de Chernóbil, la ciudad que se convirtió en fantasma en pocos día y que eligió esta temática porque en 2016 cuando los realiza se cumplieron 30 años. «Sigue existiendo una zona de alineación donde no se puede entrar y la radiación que existe en esta zona es justo 96.33, por eso lo titulo de esa forma». Su idea de que al final sobrevivirá la naturaleza como agente modificante de todo la plasma también en varias obras de pequeño formato que en realidad son unas planchas de cobre patinadas con ácido clorhídrico, sobre cuya fijación trabajó con pintura y que se va modificando sin que ella ya tenga nada que ver.
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