Es evidente que los cambios que se están produciendo en el mundo en general y en Europa en particular están transformando, de forma vertiginosa, los viejos valores occidentales, asentados en formas de gobiernos basados en la convicción más estricta de la defensa de los derechos humanos y del sistema democrático como valor supremo. Sin embargo, dos acontecimientos muy importantes están influyendo de manera decisiva para que el sistema de libertades del viejo continente comience a agrietarse: El terrorismo islámico y la inmigración.
El primero ha incubado el odio más horroroso hacia determinadas razas y ha envenenado el aire que respiramos, y el segundo ha generado un importante deterioro y retroceso en los grupos socialdemócratas y neocristianos en favor de los populismos más radicales y perversos, que han encontrado la justificación que necesitaban para introducir sus ideologías totalitarias frente al Estado de Derecho. Si a todo esto le unimos lo que ha supuesto y sigue suponiendo para el mundo la caída de Lehman Brothers en 2008, la industrialización de la mentira y la manipulación de la verdad por redes sociales, como fenómenos más significativos, el conflicto está servido al no encontrarse respuestas humanitariamente eficaces.
La historia del hombre no ofrece en sí más que tristeza y desesperación. Las primitivas hordas salvajes que atacaban y aniquilaban a las tribus vecinas, solo por odio, para robar o apoderarse de otros territorios (sin ningún tipo de diseño político) han sido una constante intrínseca que ha acompañado a la naturaleza del hombre desde sus orígenes hasta nuestros días. Sin embargo, quizá, el mayor abismo en el que se ha sumergido la humanidad a través de los tiempos ha sido el exterminio nazi. Los agentes del mal fueron capaces de cometer los crímenes más horrendos jamás conocidos ante una población, sumisa, si no cómplice con la barbarie. ¿Se puede ser padre o madre y participar directamente o bien ordenar a las SS la masacre de niños judíos bajo los ojos espantados y desesperados de sus madres?
Por esto hoy estoy horrorizado, al ver resucitar a una masa de ignorantes insensibles y con aspecto de animales, exhibiendo todo tipo de saludos hitlerianos y otros símbolos nazis en la ciudad de Chemnitz (Alemania), después de la muerte de un alemán acuchillado en una pelea, presuntamente por un sirio y un iraquí. Todo esto bajo el lema «limpiar» la ciudad de extranjeros. Ya no se esconden, ya salen como una jauría enardecida de bestias al toque de las redes sociales.
“El franquismo no ha sido nunca una ideología o una forma de pensamiento estructurada y organizada, sino más bien un medio represor que fue utilizado por Franco como guía de justificación para lograr un fin” |
Este fenómeno no es nuevo para los europeos en los últimos tiempos. Son muchos los países de nuestro entorno en donde cada vez es más frecuente la aparición de grupos mal llamados ultraderechistas que, ante la debilidad de distintos gobiernos, se han asentado en los distintos parlamentos con los peores sentimientos xenófobos ante las llegadas masivas de inmigrantes que huyen de las guerras, de la destrucción, de la miseria y de la muerte desde sus países de origen. Ningún país europeo, desde Noruega a España, es ajeno a esta nueva realidad ni encuentra soluciones. La seguridad ciudadana, el estado de bienestar y los viejos valores democráticos parecieran que se desmoronan en favor de grupos con estructuras totalitarias, aun a sabiendas de ir en contra del Estado de Derecho.
Sin que tenga nada que ver, quede muy claro, el franquismo con el nazismo, entre otras razones, porque el franquismo no ha sido nunca una ideología o una forma de pensamiento estructurada y organizada, sino más bien un medio represor que fue utilizado por Franco como guía de justificación para lograr un fin, ejerciendo la violencia sobre la población derrotada en el conflicto civil en forma de ejecuciones, purgas, cárceles, juicios sumarísimos, exilios y, sobre todo, contra todo aquel o aquellos que pudieran significar un peligro que le impidiera perpetuarse en el poder; hoy, sin embargo, podemos observar, desde un punto de vista sociológico, cómo el franquismo se ha convertido en una ideología: el neofranquismo, para ser más precisos. Una realidad que avanza con demasiada fuerza en nuestro país y es vergonzante ver cómo, con todo descaro, cientos de mequetrefes indocumentados, cerebros hundidos en la más obstinada estupidez e incapaces de distinguir acontecimientos históricos, enarbolan la bandera de la gallina conjuntamente con simbologías nazis en el Valle de los Caídos, en los campos de fútbol o en un ferial.
Habría muchas razones para tratar de explicar este fenómeno en España, pero desde luego la corrupción sistémica de cargos públicos, la aparición en escena de cursis populistas, que demuestran diariamente que todo puede ser destruido en aras a un socialismo revolucionario cuyo modelo es Venezuela y la aparición de una burguesía catalana que proclama la independencia de España por las bravas, quizá, para no enfrentarse a la vergüenza del 3%, son elementos coadyuvantes para crear una corriente de simpatía en torno a la figura del dictador que podríamos denominar neofranquismo.
(NOTA: Este artículo de Opinión de Pedro López Ávila se publicó en las ediciones de IDEAL Almería, Jaén y Granada, correspondiente al martes, 26 de septiembre)
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