Mustapha Busfeha García : «Dijeron de Granada, XVI: Abd al Basit»

 

Hoy le corresponde el turno al egipcio ‘Abd al-Bāsiṭ ben Jalīl b. Šāhīn al-Malaṭī al-Ḥanafī nacido en la región turca de Anatolia, el 6 de diciembre de 1440.  Se le describe como hombre de carácter adusto, físicamente alto y delgado, de nariz prominente, que se adornaba con un largo mechón en lo alto de la cabeza,indicativo de su conexión con el sufismo. Su padre había sido gobernador, bajo los mamelucos, de Alejandría, Karak, Safed,Jerusalén, Melitene, Alepo y Damasco, pero ‘Abd al-Bāsiṭ no se dedicó a la política.

Se educó en Egipto con los mejores maestros, cultivando las ciencias religiosas, la literatura,la jurisprudencia, y, especialmente,la medicina. Fue el deseo de buscar a los más destacados médicos de su tiempo el que le llevó a emprender un largo viaje por el Norte de África, en donde podía encontrarlos y, guiado por este interés, se instaló en Túnez para perfeccionar sus conocimientos de medicina.  Ello nos da un dato importante acerca del estado de la medicina de su tiempo; si él venía de Oriente, significa que allí esta ciencia tenía menos relieve que la norteafricana.

Durante cinco años se movió por el Magreb y al-Andalus antes de volver a su patria. En este viaje ejerció como comerciante para poder financiar su viaje, en mayor medida, se dedicó a traficar con algodón egipcio, que había adquirido antes de su partida, y a la compra y venta de productos magrebíes.  Tras varios meses de estancia en la corte ḥafsī, marchó a Yerba y de allí a Trípoli,Gabés y Qayrawān para seguir, por tierra, hacia Constantina, Bugía, Argel, Mazuna, Tremecén y Orán, desde donde partió hacia al-Andalus en un navío genovés el 5 de diciembre de 1465. En sus desplazamientos tuvo ocasión de rodearse de letrados, hombres de ciencia, y otros dedicados al derecho, a la religión,y naturalmente de los más importantes médicos.

Deseando conocer el Reino de Granada, emprendió un viaje que comenzó en Málaga, en donde desembarcó el 13 de diciembre de 1465. Allí permaneció un tiempo durante el que conoció a los personajes más importantes de la ciudad; marchó a Granada, a lomos de un mulo, pasando por Almuñécar, en cuyo puerto vio cargar higos y almendras con destino a tierras cristianas y, más tarde, por Vélez Málaga, en donde pudo admirar sus frutos secos. «Después de allí llegamos a otro país llamado al-Hämma (Alhama) que es uno de los países más amenos y bellos. En sus alrededores había dos edificios construidos encima de dos manantiales, de los cuales brotan dos chorros de agua; uno de los dos edificios está destinado a los hombres y el otro a las mujeres, los cuales disfrutan naturalmente; y se entra allí para lavarse y tomar el baño caliente sin pagar nada. Y vi la construcción, admirable, bien fabricada, agradable, y después entré en el baño reservado a los hombres y me bañé; después, transcurrida la noche en aquel país, que está defendido por un muro fortificado, a la mañana siguiente tomamos el camino de Granada, a donde llegamos al día siguiente al hacerse de día, y eso fue hacia el final de mes».

Al llegar a Granada le maravilló la fertilidad de la Vega y los dos ríos, Genil y Darro, y le admiraron los viñedos de los alrededores.  En el tiempo que pasó en la ciudad pudo conocer a gentes distinguidas y eruditas, con mención especial del gran cadí Ibn Manzūr, cuyos conocimientos jurídicos le asombraron.

La ciudad, que le traía a la memoria Damasco, le impresionó por la abundancia de su agua, por el número y la belleza de sus edificios públicos y monumentos, por las numerosas congregaciones religiosas que había en ella y por el rico ambiente literario, científico y artístico. Llegó a decir que era la urbe más grandiosa y bella del Islam. Era una ciudad llena de vida, con los mercaderes de sedas moviéndose por las callejas de la alcaicería, los maestros y estudiantes que acudían a la madraza, los médicos y pacientes del maristán y sus calles llenas de gentes entre los que se mezclaban granadinos, musulmanes norteafricanos y comerciantes cristianos.

El conjunto que formaban la ciudad y la Alhambra, rodeadas por el verdor de la Vega y la blancura de Sierra Nevada, era esplendoroso y deslumbraría a los visitantes de cualquier parte que vinieran. En el relato de su visita a Granada, éste dedicó páginas concretas al Albaicín, con su autonomía judicial y policial respecto a Granada, y el ambiente de sus calles llenasde tejedores, joyeros, ceramistas, artesanos del cuero y fabricantes de armas.

El 17 de enero 1466, fue recibido en la Alhambra por el rey Muley Hacén, quien lo atendió como un huésped de honor, ya que venía bien recomendado por las cortes norteafricanas en las que había estado. En aquella entrevista,el rey se interesó por la política de Egipto y del Magreb. Entre los presentes que le hizo, le concedió un salvoconducto para viajar por todo el reino sin pagar ningún tipo de impuesto.

Durante su estancia en Granada estuvo a punto de perder la vida.Ocurrió que un judío, de origen español, al que había ayudado el mismo Abd al-Basit en Trípoli, fue después a Granada, presentándose como médico y alcanzando honores y dinero. Cuando el falso médico ve a nuestro viajero en Granada, piensa que va a ser descubierto y denunciado, y decide acabar con la vida de Abd al-Basit, para lo que le acecha y le sorprende hiriéndole gravemente en la cara con una espada. Abd al-Basít estuvo en peligro de muerte, durante varias semanas no pudo abandonar el lecho. Este incidente se dio en febrero de 1466. El 21 de octubre de 1466 una nave genovesa lo llevó hasta Bugía y Túnez y, de allí, a Trípoli y Alejandría, a donde llegó el 10 de mayo de 1467.
Abd al-Bāsiṭ murió el 30 mayo de 1514, tras una enfermedad del pecho, posiblemente tisis, que le retuvo en cama un año y medio. Tenía setenta y cuatro años.

El viaje lo plasmó en una obra titulada «al-Rawḍ al-bāsim fī ḥawādiṯ al-‘umr wa-ltarāŷim». Se trata de una crónica general de los países musulmanes,  un tratado denso y amplio, del que sólo nos han llegado dos largos fragmentos,conservados en la Biblioteca Vaticana. El Rawḍ no fue su única obra. También fue autor de otras sobre lexicografía, derecho y, especialmente, historia.

“Granada me pareció un país delicioso y amplio, entre los más extensos del al-Andalus; y allí esta la capital del rey musulmán de al-Ándalus y su residencia real; tiene una posición maravillosa, edificios espléndidos, es graciosa, admirablemente situada. Hay en ella toda clase de artífices y se asemeja a Damasco de Siria (Dismashk); hay aguas corrientes, huertos, jardines y viñas. Es punto de reunión de personajes ilustres, de poetas, de sabios y de artistas; están en ella los mejores hombres de nuestro tiempo, hay monumentos grandiosos y lugares amenos.

Su recinto tiene las dimensiones del de Damasco (Dismashk), pero es de población mucho más densa y sus habitantes figuran entre los mejores y más valerosos hombres… Granada es una de las más grandes y más hermosas ciudades de Occidente (…)”

Para la realización de este artículo me he basado en el excelente trabajo del investigador del CSIC Granada, Camilo Álvarez de Morales.

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de Mustapha Busfeha García,

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