Sigamos hoy con la lista de grandes personajes que algo tuvieron que decir sobre Granada. Hoy realmente me siento feliz de poder hablaros de una persona ¡tan grande! y sin embargo ¡tan olvidada! . Hoy hablemos de:
Francisco Pi i Margall, sin duda el pensador político español más importante del siglo XIX, nació en Barcelona en 1824 y murió en Madrid en 1901. Ramón Maiz escribiría sobre él : “En el tremendo desconcierto de la última década del siglo XIX, sólo este español se yergue puro entre la turba de negociantes discurseadores y cínicos”
Procedía de una familia muy modesta, trabajadores en el sector textil. Estudió inicialmente griego, latín y retórica en el seminario conciliar de Barcelona, (era el recurso de los pobres que deseaban realizar estudios), lo que le permitió, pagarse, impartiendo clases particulares, los estudios de Derecho que inició en la Universidad de Barcelona mientras terminaba también su carrera de Filosofía y concluyó en la de Madrid. Entre 1842 y 1846 se publicó por entregas «Cataluña», primer y único volumen de España: obra pintoresca en láminas. A los 23 años, buscando fortuna como publicista, se trasladó a Madrid, residiendo allí prácticamente el resto de su vida a partir de 1847. A los 24 años era ya doctor en Derecho. Se costeó los estudios dando clases particulares y escribiendo en el periódico “El Correo”. Luego se ganó la vida como profesor, traductor y empleado de banco. Siempre fue ferviente defensor de los derechos individuales, el federalismo y el republicanismo. Su lucha contra la monarquía le llevó a la censura, a la cárcel y al exilio. En Vergara (Guipúzcoa), donde se retiró tras el cierre de su revista “La Razón”, conoció a Petra Arsuega Goicoechea, vecina de la localidad y con quien mantuvo un breve noviazgo. Se casaron el 22 de junio de 1854 y fruto de ese enlace nacieron varios hijos, de los cuales solo vivieron tres. Vuelve a Madrid en 1857 y trabaja en el periódico “La Discusión” del que acaba siendo director.
Pi y Margall había establecido contactos con grupos obreros, les daba conferencias y lecciones de política y economía en una habitación de un bufete de abogado en 1859. La afluencia de jóvenes de todas clases, de obreros y de intelectuales se fue haciendo tan numerosa que llenaban pasillos y escalera. En estas lecciones y en estas conferencias, hasta que el gobierno las prohibió, comenzaron a exponerse las bases republicanas. Tras el fracaso de los diversos intentos de derrocar la monarquía, el general Narváez inició una implacable persecución de todos los progresistas e izquierdistas. Pi i Margall se tuvo que esconder en algún lugar de Madrid mientras la policía asaltaba su casa. Luego, como muchos otros políticos, logró huir hacia Francia.Tras el triunfo de la llamada “Revolución Gloriosa” en septiembre de 1868, que supondría el fin de la monarquía de Isabel II, sería elegido diputado por Barcelona y participaría en las Cortes Constituyentes de 1869. En 1870 alcanzaría la jefatura del Partido Republicano Federalista. Fue un propagador incansable de la causa federal republicana, única solución democrática para mantener una España unida dentro del reconocimiento de sus nacionalidades. Se opuso al nombramiento de un nuevo rey en la persona de Amadeo de Saboya. El 11 de febrero de 1873, tras hacerse pública la abdicación de Amadeo de Saboya del trono de España la Asamblea Nacional proclamó la Primera República. Su primer presidente, Estanislao FIGUERAS encargó a Pi i Margall el ministerio de la gobernación (ministerio del interior). Desde allí organizó las primeras elecciones realmente limpias y democráticas en la historia de España .
Tras la dimisión de Figueras, Pi i Margall fue elegido presidente de la Primera República. Su programa tenía, entre otros, estos puntos: reparto de tierras entre colonos y arrendatarios, separación entre la Iglesia y el Estado, abolición de la esclavitud, enseñanza obligatoria y gratuita, limitación del trabajo femenino e infantil, ampliación de los derechos de asociación, favorable a las nuevas asociaciones obreras y reducción de la jornada de trabajo. Era antimilitarista y defendía el derecho de los cubanos a tener su independencia.
La fuerza de sus ideas y su acusada personalidad lo convirtieron en uno de los mitos de referencia de la izquierda española. su trayectoria política e intelectual se anudan temas tan decisivos como la cuestión obrera y el socialismo, el problema religioso y la laicidad del Estado, la crítica de la monarquía, la cuestión territorial y la federación de las «antiguas provincias que antes fueron naciones», y el antimilitarismo como fundamento de la idea de una Europa federal.
Pero ante todo y, sobre todo, y esto está reconocido por sus admiradores, detractores, amigos, enemigos y adversarios Pi i Margall fue el prototipo de político HONRADO. Tal vez el político más honrado que haya existido en España. Nació pobre y murió pobre.
Entre sus principales obras destacan «El eco de la revolución» (1854), «La reacción y la revolución» (1855), «La República de 1873» (1874), «Las nacionalidades» (1877), «Las luchas de nuestros días» (1884); así como otros numerosos escritos y discursos.
Sobre su muerte escribía “EL PAIS”: Francesc Pi i Margall murió el 29 de noviembre de 1901 -hace hoy 100 años- y la noticia de su muerte conmovió a toda España porque su popularidad sólo podía compararse con la de Verdi en Italia. También su entierro emuló al del compositor patriota, pero en su caso el Gobierno prohibió el recorrido por el viejo Madrid, pues temía el homenaje proletario al patriarca más querido y respetado de las clases trabajadoras, amén de Pablo Iglesias. Con todo, un ferviente grupo anarquista alzó en pavés su féretro sencillo y a hombros lo llevó hasta el cementerio civil entre continuos vítores. En plena hegemonía de la Restauración monárquica y conservadora, todos los partidos sin excepción y toda la prensa rindieron tributo de respeto y admiración al anciano tribuno republicano y exaltaron sus virtudes míticas de hombre honesto, político incorruptible, defensor sin concesiones de sus ideales democráticos, federales y de emancipación colonial y obrera. Nunca en la historia española, un político, que jamás había abandonado su trinchera de izquierda, alcanzaba un reconocimiento tan unánime. En este país mesiánico, Pi i Margall se ganó fama de santo laico. Pero Galdós nos dice que era afectuoso y la historia nos lo muestra sentimental cuando se negaba a firmar penas de muerte o combatía la esclavitud o exigía la autonomía de Cuba o presidía juegos florales catalanes el último año de su vida. O, en fin, cuando enfermó de pulmonía mortal por salir de noche a hablar a un local de jóvenes estudiantes.
En la lápida de su tumba, sus hijos escribieron esto: ‘Trabajador infatigable, literato, filósofo, político y estadista. Ocupó los más preeminentes puestos y vivió pobre. Fue jefe de un partido y maestro de una escuela. Amó la verdad y luchó por sus fueros. El universo era su patria, la Humanidad su familia. Murió a los 77 años, joven de corazón y de entendimiento. Recordadle los que le amábais. Respetad su memoria todos e imitad su ejemplo. El triunfo de sus ideales restablecerá un día la paz en el Mundo’»
Por cierto, el sustituto de Pi i Margall en la presidencia de la República fue Nicolás Salmerón, aquel hombre que dimitió de la presidencia para no tener que firmar sentencias de muerte.
¡Qué pena de España ¡ ¡Qué pena que tengas la memoria tan corta que te haya hecho olvidar a tan grandes hombres para ensalzar, sin embargo, la mediocridad más intolerable y la insoportable vulgaridad que hoy triunfa.
Sobre Granada , Pi i Margall decía:
Y cuando te pregunten por la reina de la poesía y la hermosura, dirás como nosotros: ¡Es Granada!
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autor de las novelas históricas ‘La casa del cobertizo’,
‘Babuchas negras’ y del ensayo ‘Tres sinfonías’