“Las curvas vuelven”. Pero lo cierto es que nunca se han ido, que siempre han estado en el imaginario colectivo masculino. Si acaso, han sido denostadas en el mundo de la moda en estas últimas décadas, donde se ha fomentado un tipo de silueta femenina hiperdelgada y de complexión andrógina.
Aunque suene triste, es la realidad de una sociedad que se ha visto invadida por cánones irreales que lamentablemente han calado muy profundo en nuestra psiquis, provocando enfermedades como anorexia, bulimia, depresión, entre otros.
En la sociedad machista que vivimos, es inútil pedir que dejen de mirar a las muchachitas perfectas. Pero si somos más sensatos y racionales, nos volvemos más humanos y menos primitivos; nos daremos cuenta de que existen otras mujeres. Esas mujeres que exigen, trabajan, producen, aman, y protestan, son las más desafiantes, estimulantes, las más entretenidas.
Estas nuevas, aunque de espaldas a nosotros, nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, buscarlas, conocerlas y apreciarlas.
Envejecen como nosotros y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras, las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario) te darán el mejor.
Las mujeres llenas, pero bien formadas, sin excesos, pero también sin escasez, están volviendo de moda. La mujer marcha con cadencia, balanceadamente.
Esto no es coquetería, es su naturalidad. Las formas no deben perderse. La curva debe pronunciarse, sin exceso, para no perder continuidad, ni simetría; pero tampoco sin escasez, para no convertirse en recta. No hay mujer por consiguiente fea, sólo hombres cortos de vista. Su espiritualidad profunda las complementa. Debemos recordar que la mujer es una obra de arte, pero más aún, una obra con curvas.
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