Este último fin de semana de abril deberían celebrarse un buen número de fiestas en los pueblos de la provincia de Granada. Se trataría de las festividades de moros y cristianos en honor a la Virgen de la Cabeza. Tradiciones populares, en algunos casos antiquísimas, que han venido teniendo lugar en diversos puntos de nuestra geografía provincial.
Entre ellas, citaremos a las de los municipios de Cúllar, Benamaurel y Zújar, en la comarca de Baza. Otro, que es el que reclama hoy nuestra atención, sería un bonito pueblo, cercano a la histórica ciudad de Guadix y emplazado en el altiplano del Marquesado del Cenete: Cogollos de Guadix.
Las fiestas de moros y cristianos de Cogollos cumplen este año la extraña particularidad de que una epidemia será determinante en su adopción festiva y, otra, 135 años después, impedirá su acostumbrado desarrollo anual. Desgraciadamente, ahora, después de un mes y medio de confinamiento, podemos comprender mucho mejor lo que debieron sentir y sufrir los vecinos de la provincia granadina en el lejano año de 1885; cuando la epidemia de cólera hacía estragos por todos los rincones de nuestra geografía (se estima que tras su paso dejará unos 12.000 fallecidos).
En nuestro caso, es bien conocido el panorama en extremo desolador que se cernía sobre Cogollos en el último cuarto del siglo XIX. Le habría precedido, además, un brote epidémico de difteria o “garrotillo” que, a finales de 1884, hizo acto de presencia. Se trataba de una terrible enfermedad que, curiosamente, recibía ese nombre porque afectaba a las vías respiratorias y los contagiados –en un porcentaje muy alto–, morían de asfixia; al igual que los ejecutados a garrote vil. Muy poco tiempo después, en el verano de 1885, la oleada del cólera morbo asiático llegará e incidirá de modo implacable sobre la afligida población de Cogollos. En Lanteira, otro pueblo de la comarca, se verá diezmado su número de habitantes; con 92 víctimas.
En los primeros días de agosto ya se dará cuenta de las primeras defunciones en nuestra localidad. Para finales del mismo mes la epidemia habrá dejado un tremendo reguero de muertos: 74, de sus 1.029 habitantes. En semejante contexto histórico, en el que la medicina no tenía recursos y a falta de otras medidas higiénicas y sanitarias para frenar el brote colérico, los dos pueblos de la comarca del Marquesado se encomendarán a la solución mágica que ofrecía la religión; ofrendas a sus vírgenes y santos en desagravio por la “cólera divina” que se les enviaba. Así, el párroco local, para invocar el cese del terrible mal, “prometerá” la construcción de una ermita bajo la advocación de la Virgen de la Cabeza en el cerro de Jubayar. En Lanteira, por su parte, se decantarán por la representación del Coloquio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
No habrían sido las únicas catástrofes en esta despedida de la centuria. En enero de 1885 se habrían dejado sentir los efectos de fuertes terremotos (con hundimientos de bastantes casas), el tifus seguía merodeando sus vidas, las cíclicas plagas de langosta esquilmaban sus cosechas y el virus de la gripe acechaba cada temporada, hasta su definitiva irrupción mortífera en 1918; el año de la gripe. Pandemia que, a su vez, dejará otras 60 víctimas en Cogollos. Entre las medidas preventivas e higiénicas que era común se tomaran frente a las epidemias citaremos: el alejamiento de los cementerios de los pueblos, el aislamiento de los infectados, la clausura de las escuelas y el encalado de las viviendas. Todas reconocibles y actuales.
A primeros de octubre de 1885, una vez remitidos los devastadores efectos del cólera, tal y como recoge El Defensor de Granada, se celebrarán las aplazadas fiestas en honor de San Agustín, patrono del pueblo –que no se pudieron celebrar en su fecha originaria de finales de agosto–. Además, se nos informa que “muy pronto quedará terminada una ermita que el párroco, ayudado por algunos vecinos, costean como promesa a Nuestra Señora de la Cabeza”.
A finales del mes de abril de 1886, tal y como vuelve a recoger el decano de los diarios granadinos, se celebrarán, por primera vez, “las fiestas religiosas en honor de la Virgen de la Cabeza, a las que ha concurrido mucha gente de los pueblos limítrofes”. A continuación, se da cuenta de que “se ha verificado una algarada de moros y cristianos” que, estimamos, no debió ir más allá de una batalla simulada entre ambos bandos. Al año siguiente, ahora sí, debió llevarse a cabo con muchos más medios la representación de la comedia del Cautiverio y Rescate de Nuestra Señora de la Cabeza.
Escenificación religiosa popular que, en la primavera siguiente, en 1888, ya obtiene una especial eco y significación en la prensa provincial. Pues, se nos indica la extraordinaria expectación que ha despertado el evento; cifrándose los asistentes en unos 3.000. Entre ellos, Hubert Meersman, personaje de importancia capital en la minería granadina –que, en esos momentos, mantenía en explotación las vecinas minas de Santa Constanza, en Jérez del Marquesado– Asimismo, y como prueba de la notable puesta en escena, se indica que más de 30 personas habían trabajado en la función. Devoción religiosa que, desde entonces, se convertirá en una de las celebraciones más significativas de la localidad.
Se estima que, para esas primeras representaciones, se utilizaría el texto anónimo y versificado previamente copiado del manuscrito de Zújar. Primera transcripción que es atribuida al maestro, Francisco Vallecillos Porcel, al médico, Agustín Peralta Gámez y al párroco, José Rodríguez Fernández. Comitiva de “fuerzas vivas” que, fruto del interés directo y del empeño personal, se desplazarían hasta el pueblo natal del sacerdote y, una vez allí, efectuarían una copia del mismo.
El duplicado más antiguo que se conserva actualmente lleva la fecha de 1896, según ha documentado Antonio Peralta Gámez (1). Manuscrito en el que, contrastando los textos de los dos pueblos, se observa que los copistas, lógicamente, ya habrían adaptado las referencias geográficas del pueblo de la comarca bastetana al de Cogollos. La siguiente copia de que se tiene noticia, es de 1926 y se atribuye su realización a Santiago Hernández Martínez. En esta última, ahora sí, se observa la particularidad de que, respetando en lo esencial el duplicado de Zújar, en Cogollos, cada personaje (Ángel, Cristiano, Minardo, Moro, Celín) efectúa un monólogo inicial, a modo de presentación o de saluda –el Luzbel ya lo tenía en las dos versiones del texto–, antes del inicio en sí de la trama común de la Comedia. Elemento distintivo y original del ejemplar de nuestro pueblo.
Queda, pues, el interrogante, de saber lo ocurrido en estos 30 años de intervalo entre las dos copias o versiones y, sobre todo, el momento exacto en el que se produciría tan enriquecedor añadido –y el autor del mismo–. Además, el reciente descubrimiento de un fragmento, con los nombres de varios personajes conocidos de Cogollos, en un reparto de papeles de la obra El Triunfo del Ave María; otra obra religiosa de teatro popular sobre la temática de la conquista de Granada en 1492 (también dentro del ancestral enfrentamiento islámico-cristiano), nos vuelve a plantear la duda de si durante algunos años pudieron alternarse o complementarse ambas obras.
Junto a las vicisitudes del documento escrito (y las reiteradas y repetitivas copias de los papeles por quienes los iban a representar) y muy ligado a nuestra tradición festiva se mantendrán, por supuesto, la romería hasta el cerro y posterior velada nocturna de la Virgen de la Cabeza en la ermita –el nombre de Jubayar, evidentemente, se perderá–, las misas y solemnes procesiones por las calles del pueblo (dentro del carácter propio de la cultura occidental cristiana y el ciclo festivo ligado a las estaciones y el trabajo agrícola). Costumbres locales de una comunidad que, a su vez, no quedarán ajenos a la evolución de la sociedad en este largo siglo de celebración. Pero, cumpliendo siempre fielmente con el objetivo simbólico de conferir la necesaria pertenencia e identidad local; mantenimiento de lazos, ritos y vínculos familiares, personales y sociales.
Emociones y realidades de unas fiestas en las que es de justicia reconocer la importante labor que han venido desempeñando los directores de la obra. Responsables que, durante innumerables jornadas, acogerán a los comediantes en sus casas para los ensayos y que, llegado el momento, les supervisarán durante la representación pública. Cometido que ha desempeñado admirablemente, durante más de tres décadas, Francisco Hernández Carreño y anterior a él, Gerardo Gómez Navarro. En los últimos tiempos, y para evitar las incertidumbres que se proyectaban sobre su continuidad, resaltar la reciente creación de la Agrupación de “Moros y Cristianos” de Cogollos de Guadix.
Para concluir, en estos momentos, –que puede que sean los más atípicos de nuestras vidas–, la imposibilidad de celebrar nuestra tradicional fiesta no va a impedir que afloren los recuerdos del gozo infinito de la llegada al pueblo; con la presencia de los padres y la familia más próxima –para los que estábamos fuera–, el palpitar de los corazones con el estruendo de los primeros cohetes, la alegría desbordante ante la presencia de los cabezudos, los comediantes y los diablillos por sus calles, el ruidoso esplendor de las atracciones en los días de feria, el trote alegre y las cabriolas de los caballos al son de la música en la plaza, la belleza inconmensurable de la romería entre verdes campos y pinares, el alegre bullicio de los vecinos y gentes del lugar, el fervor religioso –en su caso–, las andanzas con los amigos de causas perdidas de la niñez… Festejos y nostalgias que, estos días, estoy seguro, nos surgirán a todos desde lo más íntimo y hondo de nuestra memoria.
(1) Es digno de resaltar su meritoria labor de edición del texto del Cautiverio y Rescate de Ntra. Sra. la Virgen de la Cabeza, del año 2016. Texto de
1896 que conservó Santiago Hernández Martínez y que ahora custodia su hija, Mª Josefa Hernández Grande.
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Maestro del CEIP Reina Fabiola (Motril).
Autor de los libros ‘Cogollos y la Obra Pía del marqués de Villena.
Desde la Conquista castellana hasta el final del Antiguo Régimen‘
y ‘Entre la Sierra y el Llano. Cogollos a lo largo del siglo XX‘