A quienes lean estas líneas:
Soy docente, orgulloso de mi profesión y más aún inmerso en las actuales circunstancias. Todos los enseñantes, independientemente de sus especialidades y/o materias, nos hemos reinventado. Sin intimidad, llevando a cabo actuaciones que nos convierten también en amantes de la práctica detectivesca (averiguar qué aplicación resulta más accesible para nuestro alumnado o llevar a cabo un plan de trabajo individualizado, sin olvidarnos de la denominada “atención a la diversidad”), estamos al pie del cañón (sin recibir ni un elogio de los políticos camastrones).
Quienes han de velar por el buen funcionamiento en materia educativa, no han transmitido ni una nota clara y/o precisa (algo a lo que atenernos, a excepción de unas instrucciones que me producen indignación, vergüenza o incomprensión que han de regir la tercera evaluación).
Por favor, quiero transmitirles un sentimiento compartido por millares de profesionales vocacionales (como es mi caso). Les traslado las impresiones de muchos amantes de la enseñanza, con unas palabras que me gustaría se grabaran en piedra: ¡No hablen más en mi nombre!
No admitiré una intervención de ningún político inoperante que afirme tenernos en consideración. No soportaré más humillaciones en forma de normativas varias que invitan al aprobado general (denominándolo de formas bien distintas). A mí no me engañan (tal vez consigan el apoyo de alumnos inactivos, así como de iletrados que no se molesten en leer aquello que se publica).
¿Hay vuelta o no a las aulas?
Hemos asistido a declaraciones más propias del numerario de tasca o bodega, ese que dependiendo de si está ebrio o no, un día se levanta para decir una cosa y al siguiente (sin memoria), nos traslada otra.
En caso de ser septiembre el momento en el que tocará incorporarse, ¿qué medidas se tomarán para evitar un repunte en las aulas? ¿Cómo nos protegerán a docentes y alumnos ante la pandemia? ¿Habrá grandes o pequeños grupos? ¿Se procederá al reparto de turnos?
Esperando que respondan a estas y otras dudas (no han solucionado aún ninguna), se despide un enamorado de su profesión, tan indignado como engañado.
¡Qué mis palabras no caigan en saco roto!
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Profesor de ESO