Comenzamos hoy esta serie en la que miembros del Centro de Estudios e Investigación (CEI Al-Zawiya) realizarán un recorrido quincenal por la historia de La Zubia.
A muchos puede sorprender que se escriba sobre el Tribunal de la Santa Inquisición, y una pequeña localidad de la vega granadina, pero lo cierto es que el Santo Oficio desplegaba sus tentáculos sobre cualquier población. Para la gran mayoría pensar en este organismo equivale a hablar de torturas, penas y quema de personas. Pero hay otra realidad mucho menos conocida de este tribunal y es su aparato institucional, mucho más relacionado con la incautación de bienes e imposición de penas económicas. La Inquisición estaba formada por una extensa burocracia: además del tribunal con sede en Granada compuesto por una pléyade de funcionarios, existían otra serie de oficiales distribuidos por las ciudades y pueblos de todo el territorio. Así aparecían comisarios, notarios, familiares y alguaciles, cuyas vidas compartían con los vecinos de los núcleos de población donde moraban y a quienes espiaban de manera más o menos directa. Y La Zubia no fue una excepción.
A los familiares de la Inquisición se les suponía limpieza de sangre, por lo que superaban un examen, que implicaba una nobleza de sangre, o al menos la falta de mácula. Al principio fueron personas del pueblo llano, pero las prerrogativas que tenían era muchas: derecho a portar armas, preeminencias en los asientos de la iglesia, en el concejo y en casi todas las instituciones de la época. Por eso poco a poco los familiares fueron acaparando prestigio social quedando ocupadas sus plazas por personas de la nobleza.
Lamentablemente buena parte de los archivo inquisitoriales han desaparecido, y por eso en La Zubia los primeros datos que tenemos sobre familiares son tardíos, del siglo XVII. Los primeros conocidos son Francisco Sánchez Buhón (m. 1626), y Diego de Salamanca nombrado en 1628. Ambos eran activos comerciantes y el segundo además sacristán durante muchos años. Otros vinieron de fuera como Alonso de Segura vecino de Granada hasta que en 1617 compró una suerte de población y fue recibido como vecino por el concejo de La Zubia; con el tiempo, en 1635, compró también un oficio de familiar del Santo Oficio en la misma villa. Caso parecido es el de Juan Baylón de Martos, primero vecino de Albolote y luego de La Zubia donde obtendrá la familiatura en 1650. Con el paso del tiempo y el aumento del prestigio social de este cargo, aparecieron los caballeros que querían aumentar su poder. En el caso de La Zubia, serían los miembros de la familia Vivero Novoa, quienes perpetuaron el oficio en la localidad y también en Granada capital. Precisamente su escudo fue restaurado hace cuatro años por el CEI Al-Zawiya y espera ser colocado en la Casa de la Cultura de La Zubia. Allí estaría expuesto permanentemente, tal y como se ha solicitado al Ayuntamiento.
No fueron los únicos cargos. En 1638 aparece otro oficio, el de Alguacil Mayor del Santo Oficio de La Zubia, que daba asiento en el pleno municipal, a don Francisco Tello de León quien compró el cargo por la cantidad de 3.300 reales. Ya en el siglo XVIII aparece otro cargo, el de Notario del Santo Oficio y del número de La Zubia, que obtuvo don Juan Fernández de Ortega en 1719.
Pese a todo sólo he localizado en la bibliografía un procesado por la inquisición en el municipio. Se trata de Fray Esteban Troyano, franciscano morador en San Luis, que fue denunciado en 1577 por el delito de “solicitación” que hacían los clérigos a sus penitentes durante el sacramento. Se trata de un delito que conturbaba a la iglesia por el contacto físico entre confesor y penitente y para el que nació el confesionario, intentado evitar estos contactos. El fraile fue condenado a no poder confesar a mujeres el resto de su vida y a estar recluido diez años en el monasterio mallorquín de la Algaida.
No obstante hay otro aspecto material más interesante, y es la existencia de bienes del Santo Tribunal muy cercanos a la localidad. Me refiero al conocido como Cortijo de la Inquisición, en la carretera de Granada a La Zubia. El nombre induce a pensar que se trata de un espacio construido por el tribunal. Nada más lejos de la realidad. Se trata de un cortijo confiscado a una hereje, una criptomusulmana del siglo XVIII doña Ángela de Aranda, que perdió sus bienes a mediados de dicho siglo. Una vez embargados sus bienes el tribunal se encargaba de arrendarlos para obtener beneficios. El cortijo estuvo primero a cargo de Cecilio de Herrera y luego de su viuda, que lo regentaron durante casi cuarenta años, de 1740 a 1779. Posteriormente en una nueva subasta y puja el cortijo fue adjudicado a Ventura Franqueira, de 1779 a 1785, apellido que ha dado nombre también al cortijo. El inmueble contaba con 168 marjales de tierra, sembrados de trigo, habas, cebada, lino y cáñamo. Sabemos además que en el mismo se habían construido pilares de mampostería para apoyar parrales, lo que indica que también había cultivo de frutales. Los edificios eran numerosos e incluían pajar, granero, cuadras, cocina y una era de trillar. El cortijo Franqueira fue parcelado hace años y hoy una conocida empresa de autocares usa su sede en dicho entorno. El nombre original, Cortijo de la Inquisición, es hoy el único resto material de la presencia de la Inquisición cercano a La Zubia.
Cortijo de Checa, el mal llamado cortijo de la Inquisición.
Situado en el camino del Arabenal, muy cerca de la Casa de la Marquesa, actual Hotel Darabenaz, algunas personas han equivocado el nombre como cortijo de la Inquisición, cuando las fuentes de época moderna son claras. Se trata del cortijo de Alberto de Checa, y de ahí su verdadero nombre. Fue construido hacia el siglo XVIII estructurándose en torno a tres patios: el primero el de la vivienda, el segundo un patio de labor que distribuye cuadras y pajares y el tercero de servicio a los corrales. A su lado se situó un secadero de tabaco construido en el siglo XIX. Todavía conserva un interesante escudo de armas de sus primitivos propietarios y que por supuesto no es el escudo de la Inquisición.
Sentencia de la Inquisición a Fray Esteban Troyano, fraile del convento de San Luis de la Zubia. 1577.
“…abjurase de levi en la sala de la audiencia y que por todos los dias de su vida no pudiese confesar ni confesase mugeres e que por tiempo de diez años estubiese recluso en el monasterio de Algaida e que por el dicho tiempo de los dichos diez años no confesase ombres ni tuviese voto activo ni pasivo en los conventos donde residiese e que su sentencia se pronunciaseen presencia de los prelados de las quatro ordenes mendicantes que residen y tienen conventos en esta ciudad e de los compañeros que consigo traxesen y en su presencia fuese reprehendido y que no se le diese otra penitencia publica atento su religion y convento donde a residido por ser tan azeto en esta tierra donde a habido y ay grandes religiosos e de mucho enxemplo…”
AROMAS DEL LAUREL:
Un recorrido por la historia de La Zubia.
Alberto Martín Quirantes
Miembro del CEI Al-Zawiya