José Luis Abraham López: «Poesía de la sensibilidad y del conocimiento»

«Yo como escritora estoy siempre fingiendo. Es parte del juego de la escritura. Pero lo maravilloso es que todo lo fingido es cierto» es una de las máximas de la poeta, Florencia del Campo

Florencia del Campo ha vuelto a la actualidad de la mano de su poemario Mis hijas ajenas, III Premio de Poesía “La Bolsa de Pipas”, volumen que vio la luz a finales de agosto de 2020, en la colección “La noche polar” de la editorial Sloper.

Desde 2011 hasta ahora se ha prodigado más en la novela, siendo autora de títulos como Soy (finalista del Premio El barco de Vapor), Novela roja, Rupturas y riñas, La huésped, y en 2019 La versión extranjera, ganadora del premio Internacional de Novela “Ciudad de Barbastro”.

Aunque afincada en Madrid, Florencia del Campo nació en Buenos Aires en 1982. En algún poema como el que abre el libro, “Mujer patria”, nombra su ciudad natal, además de otras referencias geográficas como Río de la Plata y Talampaya. También se deja sentir en el lenguaje (sos, vos, tenés).

¿Qué influencia tiene tu país de procedencia en tu obra? ¿Y en Mis hijas ajenas?

El origen es cuerpo. De eso habla un poco el poema “Mujer patria”. De ese envase no se escapa. El lenguaje es siempre un problema. Sobre el problema del lenguaje trata toda la literatura que escribo. Mezclar un poco la variedad rioplatense del castellano con la española es parte de declarar, de denunciar, ese problema, que es mucho más grave que la tensión entre esas variedades, es mucho más constitutivo del ser humano, independientemente del idioma que hablemos.

¿Fue el tuyo un exilio forzoso como apreciamos en la composición “Ser e irse”?

Depende qué entendamos por fuerza. No fue por razones políticas. No fue por razones económicas. Pero fue por razones vitales en cualquier caso. Elegí irme, pero ese tipo de elecciones siempre están condicionadas por un contexto. En este caso, ese contexto quizá era más privado que universal, quizá era más familiar y personal, pero esas variables también son estructurales.

¿Cómo se gestó este libro?

Se gestó cuando tuve a mi cargo a una bebé durante los años. Escribía mientras ella dormía la siesta. Escribía porque no podía hacer otra cosa que escribir sobre ella. Ella era esa impotencia del amor y la potencia del odio al mismo tiempo. De ahí surgen estos poemas.

¿Por qué Mis hijas ajenas?

Porque esa bebé no era mi hija biológica. Eso me disparó a pensar en todas las formas de maternidad que existen. “Mis” y “ajenas” no es una contradicción, pero sí chocan. Fue una relación explosiva, y una de las experiencias más intensas de mi vida.

¿Cuánto tiempo le ha llevado en escribirlo?

Dos años, aproximadamente. Luego vino un tercer año para la edición y las correcciones.

Ejemplares de ‘Mis hijas ajenas’ de Florencia del Campo, Editorial Sloper

Uno de los ejes temáticos del libro es, sin duda, la maternidad. En un verso afirmas “haber creído que ser mujer era tener hijos”. ¿Podrías explicar qué sentimientos te despierta la maternidad?

La maternidad es el vínculo del estrago. Esta es una idea del psicoanálisis, pero yo lo vivo así también. Me interesa explorar en lo que escribo la relación madre-hija. Ya lo había hecho en mi novela Madre mía, donde exploré la relación con mi madre, es decir, ahí escribí desde la posición de hija: es una novela sobre la hijidad.

Aquí, en Mis hijas ajenas, escribo desde la posición de madre, es un poemario sobre la maternidad. Sin embargo, permanentemente pongo en duda estos roles, incluso lo hago en mi última novela, La versión extranjera, donde en un capítulo la hija parece convertirse en la madre de su madre. Me parece que son roles que necesariamente se corren, se mueven. Eso es parte del estrago. Lo que es invariable es el desastre.

¿Cuál es su concepto de poesía? ¿Y sus principales referentes poéticos?

La poesía es música, es ritmo y es imágenes. Y, sobre todo, es el género perfecto para demostrar el problema con el lenguaje al que me refería antes. Es lo indecible siempre. En ese sentido, porque tengo esta idea de la poesía, una de mis grandes referentes es Alejandra Pizarnik. Quizá mi maestra.

¿Qué hay de inspiración y qué de trabajo concienzudo detrás de este libro?

Hay ambas cosas. Todo proceso de escritura implica ambas. Me parece que una primera etapa siempre es más a carne viva, pero luego siempre va a llegar el momento de corregir con gasas puestas. El trabajo concienzudo suena menos romántico pero puede ser muy placentero también.

En el poema “El fin sagrado”, ¿qué debe interpretar el lector en el verso “mi orfandad está en la escritura literaria”?

En este libro juego con la idea de ser madre o hija o ambas (quizá son lo mismo) de la escritura. Maternidad y escritura están en tensión en varios poemas y en ese sobre todo. No sé lo que debe interpretar el lector, sé que hay un trabajo concienzudo sobre esta idea.

Son muchos los juegos acústicos que manejas, como la aliteración, la paronomasia, el ritmo oxítono, rima en eco, paralelismos, anáforas… ¿Qué relación tiene para ti la música y la poesía?

La poesía es musical o al menos debe serlo. Incluso toda escritura que practico para mí es musical. Cuando escribo prosa, elijo las palabras en función de la música que generan, y mucho menos en función de su semántica. Sí, me interesa la musicalidad en la escritura y en poesía me parece fundamental.

A tenor del poema “Política familiar”, ¿te consideras una persona comprometida con la sociedad?

Desde luego, aunque quizá no de la manera que esta sociedad pretende. Tengo mis ideas y me comprometo con ellas. Pero son ideas absolutamente no funcionales a nuestro sistema y eso me deja fuera de juego, incluso para ser considerada una persona comprometida, muchas veces.

¿Qué función puede tener la poesía en la sociedad actual?

La que tiene la cultura y el arte: apostar por la humanidad, la sensibilidad y el conocimiento, y resistir a todo lo que atenta contra ellos.

¿Cree, como Fernando Pessoa, que el poeta es un fingidor?

Yo como escritora estoy siempre fingiendo. Es parte del juego de la escritura. Pero lo maravilloso es que todo lo fingido es cierto.

H

Ahora la casa ha quedado en silencio

ahora

como esta h intercalada:

un silencio que no existe

sin el ruido anterior de lo que eres.

Ahora te tumbas

desentendida

y pienso que moriste

pero no entro a comprobarlo:

podrías despertarte con el ruido de la puerta.

Ahora

me da pánico

que ya no respires

pero más pánico que te despiertes.

Ahora que ya da igual el pasado

ahora

es el instante que contiene

la letra que no suena.

Una de cinco.

Las otras cuatro se las reservo al arrepentimiento.

Ahora la h mastica los oídos,

necesita el silencio; callada como muerta

para redimirme.

Solo en la h me perdono el presente.

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