Los aniversarios, tanto en el ámbito familiar como en el Pedagógico, son un motivo excelente para hacer un alto en el camino. Un alto que nos ha de servir, además de para rememorar y reconocer la existencia transcurrida, para recobrar fuerzas a base de beber en frescos manantiales y comer alimentos sustanciosos. ¡Si lo sabré yo que, del ronzal de mi burrita Molinera, recorro estas Penibéticas a la búsqueda de una Ruta Romántica que desde Cádiz me lleve hasta la Alhambra!
En esta ocasión, el aniversario del que hablo me ayuda a nutrirme, además de un sosiego necesario, de la sabiduría, patrimonio y buen hacer de un Instituto, el Padre Suárez de Granada, cuyo Museo de Ciencias me viene sirviendo desde hace tiempo de referencia para mi metodología itinerante.
En mi afán por reactivar la Pedagogía Andariega (aquella que con tanta sapiencia pusieron en boga los Peripatéticos socráticos y en la que dejaron huella indeleble los Rousseau, Giner de los Ríos, Freinet, Montessori, etc. ) siempre tengo presentes lo principios humanistas que llevaron a la creación de dicho Museo. Yo, que tan proclive soy para aprender de la Naturaleza y de los instrumentos y máquinas que el hombre ha ideado para domeñarla, tengo siempre presente lo que escribiera el director que fuera de dicho Instituto, Dr. García Álvarez, quien citaba la conocida frase de S. Agustín: “no se puede amar lo que se desconoce”; para añadir a continuación “es indudable que el libro (de texto, añado yo) es un gran medio para comunicar los conocimientos, pero creemos que es insuficiente, pues solo debe constituir un medio auxiliar o accesorio para la enseñanza” (1886).
Rememorar –decía- y apreciar lo que nuestros predecesores nos aportaron, conlleva reconocer y agradecer su enorme aportación al desarrollo de nuestro siempre anhelado Arte de Educar. Arte que, como si de nuestros abuelos se tratara y a poco que nos paremos a escucharles, nos regalan todo un cúmulo de vivencias y saberes. Experiencias preñadas de una forma en el vivir y de una ética en el actuar. En definitiva de una manera de sobrevivir sin perder un ápice de la alegría y la dignidad de ser y sentirse humanos.
Permitidme, señores y señoras granadinos, que venga ahora un servidor de ustedes, oriundo de la riojilla burgalesa aunque afincado desde hace más de cuarenta años en esta tierra de promisión que es Andalucía, a transcribiros la conversación que, en forma de datos e hitos he ido sonsacando de nuestro venerable Instituto. Datos e hitos que lo hacen merecedor de un reconocimiento explícito. Un reconocimiento que suponga un galardón en aras del meritorio panegírico del que hablo. Historial cuyos datos más relevantes helos aquí:
- Medalla de Oro de la Exposición Universal de Barcelona (1888).
- Granada de Oro concedida por el Excmo. Ayuntamiento de Granada(2019).
- Bandera de Andalucía (2020).
A estos y muchos más, debería añadirse la proposición que para la concesión de la «Medalla de Andalucía a los valores humanos» se hizo el año pasado.
Sería bueno también ampliar, al día de hoy, dicho galardón a los educadores que, tanto en este como en otros Centros Educativos, hacen posible llevar a los niños esa alegría tan imprescindible que proporciona la relación con otros compañeros y la satisfacción de compartir.
Elevamos pues, y les invito a ustedes a hacerlo también, dicha propuesta a la Viceconsejería de la Presidencia (preferentemente de forma telemática) a través de la web de la Junta de Andalucía, siguiendo las directrices que marca el Decreto 602/2019, de 3 de diciembre, que regula las distinciones honoríficas de la Comunidad de Andalucía y establece en su art.8, apartado 2 como plazo para presentar solicitudes el 1 de marzo de cada año, estando abierto hasta el 20 de febrero del año siguiente.
Saludos cordiales
Isidro G. Cigüenza