Siempre he pensado que Granada tuvo en las primeras décadas del siglo XVI su último momento de gloria. La ciudad hacía poco que era de Castilla y paso a paso avanzaba la evangelización forzosa. Los Reyes Católicos, protagonistas de su “reconquista”, habían creado la Audiencia (o Chancillería), un arzobispado y se ponían las primeras piedras de iglesias y conventos que hicieran de la vieja capital nazarí un símbolo esplendoroso del Cristianismo vencedor. Por eso, también, Isabel y Fernando decidieron que estuviera aquí su sepultura y desde 1504 se inician los trabajos que terminarán dejándonos la exquisita Capilla Real, donde se hayan sus restos junto a los de su infortunada hija Juana (la Loca) y a los de su esposo Felipe (el Hermoso).
Unos años más tarde Carlos, el hijo de Juana y Felipe, nacido y criado en Flandes (Bélgica), es el joven rey de Castilla y Aragón (con todas sus posesiones), además del nuevo emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (o Imperio Alemán), en donde ha heredado importantes territorios de sus otros abuelos, los paternos. Y en marzo de 1526 tiene lugar la boda con su prima, la infanta Isabel de Portugal, hija del rey de este país, Manuel I, y nieta como él de los Reyes Católicos (por vía materna). Es en Sevilla, cuya grandiosa catedral acoge la ceremonia; pero tras la misma los recién casados emprenden la marcha a Granada, en donde pasarán varios meses de ese año. Para ellos se adaptan diversas estancias de los palacios alhambreños, como demuestra la regia chimenea renacentista que aún encontramos en una de ellas.
Y por motivos diversos, personales y políticos, es en esta “luna de miel” granadina cuando se plantea que la ciudad recuperada al Islam tan poco tiempo antes se convierta en una de las capitales imperiales. Para ello se decide la construcción de un nuevo palacio, acorde con la dignidad y necesidades de quienes van a habitarlo, y la modificación del proyecto inicial de la catedral, para que sea también panteón del emperador y su familia.
El itinerario para conocer los lugares carolinos podría empezar en la cuesta de Gomérez. Cuando la ascendemos y llegamos al final, nos encontramos con una monumental entrada de piedra conocida como puerta de las Granadas. Es como un gran arco triunfal que nos recuerda que vamos a pasar a un espacio de nueva significación: el de la victoria imperial, que es la del Cristianismo. Y ya dentro, seguimos subiendo, muy empinadamente, por una vía de tierra que hallamos a la izquierda. Cuando nuestras fuerzas parecen agotadas y nuestra boca y garganta secas, nos encontramos el pilar de Carlos V, con cinco surtidores. Sus elementos decorativos, frente a la austeridad de la puerta que hemos dejado atrás, nos remiten todos al nuevo estilo que Pedro Machuca, su autor, ha conocido en Italia. Esos mascarones que vomitan el agua, el escudo y los emblemas imperiales, las volutas, los amorcillos, los relieve mitológicos muy desgastados en pequeños medallones,… son propios del Renacimiento, que llega ahora a Granada para sustituir al gótico, el preferido todavía por los abuelos del emperador.
Ya dentro de las murallas de la Alhambra, tras atravesar la puerta de la Justicia, llegamos a la Casa Real Nueva o palacio de Carlos V, obra también de Pedro Machuca. Hoy día son muchos los que reniegan de esta imponente mole que, supuestamente, destruyó bellos espacios nazaríes. Pero al margen de esta cuestión, muy dudosa, nos encontramos con uno de los mejores palacios renacentistas de Europa y, posiblemente, el más “vanguardista”. Porque ¿acaso existe algún otro en el que en el interior de un gran bloque cuadrado se inserte un patio circular? Eso es lo que lo hace exclusivo en el panorama artístico del Renacimiento. Desgraciadamente, el emperador nunca regresó a Granada y su palacio no llegó a terminarse. Incluso fue ya en el siglo XX cuando se cubrió su galería superior, de una manera mucho más pobre que la inferior, que cuenta con una impresionante bóveda anular.
Ahora toca regresar al centro de la ciudad para visitar su catedral, otra construcción única por sus referencias a un modelo muy antiguo y de gran prestigio. En el exterior, lo que requiere nuestra atención, en este recorrido, es la puerta del Perdón, que encontramos en la calle Cárcel Baja. Se trata de una rica portada lateral, llena de mensajes, que da acceso al crucero del templo. Pero, entremos por donde entremos, la visión es soberbia. Y nos acercamos todo lo posible a la capilla mayor para comprobar que es un espacio diferente al resto del edificio. Totalmente circular, cubierta por una cúpula y conectada por grandes arcos a la girola que la circunda. Todos son elementos clásicos en este lugar especial; pero no solo eso, porque la inserción de lo plenamente circular en un templo longitudinal remite a un claro precedente: la antiquísima basílica del Santo Sepulcro, sobre el sitio exacto de Jerusalén donde la tradición situaba el enterramiento del mismísimo Jesús. Y este modelo no fue casual: en la capilla mayor, sobre los arcos, se prepararon los nichos que albergarían los féretros del emperador y su familia. Es decir, como sus abuelos en la Capilla Real, descansaría para siempre muy cerca de un altar, el de esta catedral, diseñado por Diego de Siloé como un auténtico panteón regio de profunda simbología cristiana. Pero igual que el palacio, nunca cumplió su función: Felipe II, sucesor de Carlos V, decidió que fuera el monasterio de El Escorial, mandado construir por él, el que finalmente acogiera los restos de su padre.
Sin embargo, el final de nuestro recorrido va a estar en la plaza de la Universidad. Podemos llegar por San Jerónimo, lo que nos permitirá disfrutar una preciosa vista de la iglesia de los santos Justo y Pastor. Ya en la plaza, lo único que la adorna es la estatua del emperador, ahora manca y muchas veces “engalanada” con todo tipo de útiles limpiadores. Se trata de una obra reciente, del siglo XX, que nos recuerda que Carlos V fue el promotor, durante su estancia en la ciudad, de la Universidad de Granada. En 1531 el papa Clemente VII confirmaba su fundación, atendiendo a la petición imperial, para que “en el mismo reino, se propague el culto del nombre divino y de la fe católica” y “estimando que del estudio de las letras se deriva la salud de las almas”.
Ver artículos anteriores de
Profesor de Historia en el IES Padre Manjón
y autor del libro ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)
Comentarios
Una respuesta a «Daniel Morales Escobar: «Paseo por la Granada renacentista»»
Daniel te tengo que escribir unas palabras para elogiarte tu escrito, porque he disfrutado de un paseo por las bellezas renacentistas que guarda Granada como una joya. Al final terminas recordando la fundación de la Universidad de Granada en 1531. Enhorabuena.