Desde un prodigioso efecto de verosimilitud, Las nubes hace cuestionarnos qué realidad es más auténtica: si la percibida o aquella otra interpretada.
Entretenida y delirante, magistralmente construida por la mano maestra del escritor argentino Juan José Saer (1937-2005), la edición que de Las nubes nos ofrece la Editorial Rayo Verde reporta una lectura desconcertante como deliciosamente apasionante.
Pichón Garay ha recibido en París un disquete que contiene un documento transcrito por Marcelo Soldi y que contiene las memorias del doctor Real fechadas en 1835. El locutor principal se demora en compartir lo que reconoce que más le interesa: la odisea que tiene ocasión de vivir en 1804. Pero antes de esgrimir esta auténtica epopeya, el doctor Real nos pone en situación sobre los hechos cruciales en su vida. Después de formarse como psiquiatra en París, junto a su mentor el doctor Weiss, marcha a Buenos Aires como ayudante de éste. Allí inauguran la Casa de Salud donde curar las dolencias y enfermedades del alma.
Con nuevos proyectos y destinos, transcurridos catorce años de su apertura, maestro y discípulo separan sus caminos, pero no su contacto. Weiss volvió a Amsterdam mientras que el doctor Real ingresó como interno en el hospital de Rennes, desde donde escribe su manuscrito.
Como decimos, el mayor interés de la acción se centra en los peligros constantes a los que se sometió la expedición en las cien leguas del trayecto cuando el protagonista concertó un encuentro con cuatro familias que deseaban internar a uno de sus miembros en “Las tres acacias”, confiadas en los milagros reparadores de la ciencia del doctor Weiss. En este acontecimiento concentra el narrador todos sus esfuerzos y toda su atención.
Las historias personales de los cinco alienados ponen en entredicho la línea entre la locura y la cordura y, sobre todo, ofrece perspectivas ambivalentes con las que justificar o entender la actitud de los supuestos dementes.
Como narrador principal, el doctor Real utiliza distintas fuentes para completar los hechos: testimonios orales como el del jardinero Agustín y del doctor Weiss, las cartas que recibe periódicamente de este (dominado por su ateísmo y su pasión irreverente por lo femenino), el “Manual de amores” de sor Teresita, etc. y que le permite, unidas por su experiencia, compartir reflexiones dogmáticas como “nada puede llegar a ser más contagioso que el delirio” (página 119).
Los pacientes Prudencio Parra, sor Teresita, Troncoso y los dos hermanos Verde formarán parte principal de ese singular hospital ambulante que habrá de conducirles hasta la Casa de Salud; singladura que comienza el primer día de agosto del mencionado 1804 retando a las inclemencias e imposturas de la llanura; espacio este que conforme avanza la novela va adquiriendo mayor relevancia en cuanto se muestra el poder destructivo que la llanura ejerce sobre los que tienen la fatalidad de transitarla durante un tiempo.
De los diez a doce días que habría de durar el periplo (con treinta y seis individuos formando el convoy, con ocho carromatos, incluidos una escolta de dieciséis soldados) el viaje se prolongó hasta algo más de un mes, acuciados por enfermedades y dolencias, y por los rigores y monotonía que impone el desierto, además de la amenaza constante de toparse con el siniestro Josesito, jefe de una banda de criminales indios. Y por si la intimidación de este cacique fuera escasa, y aunque las previsiones vaticinaban la temida tormenta de Santa Rosa, será en cambio el fuego lo que pondrá en serio peligro sus vidas.
En esta novela que adopta la forma autobiográfica son frecuentes las reflexiones sobre el aspecto fantasmal de la enajenación y el supuesto orden y sensatez que aporta la cordura. En amplísimos periodos oracionales, Juan José Saer se demora en la descripción de la acción como de los personajes, retratados por sus trastornos mentales pero también como víctimas de circunstancias desfavorables que no encuentran redención alguna ni siquiera entre los suyos.
A pesar de tratarse de un viaje, la escasez de acción no es óbice alguno para que el lector se sienta atrapado por el vértigo de las complejas redes de la psicología humana tratada con una asombrosa lucidez.
Juan José Saer maneja hábilmente el tiempo, pues conocemos los años de formación del doctor Real en Europa, así como los años de esplendor de la Casa de Salud, inaugurada en 1802. Pero además asistimos a otro juego recurrente: lo que tenemos ocasión de leer no es el manuscrito original del doctor Real, sino la versión que en 1987 posee Pichón, quien lo transcribe y lo pasa a limpio, a pesar de que –en continuas alusiones al lector– el narrador insista en dar fe de que lo que se relata es fiel transcripción de la realidad vivida.
Desde un prodigioso efecto de verosimilitud, Las nubes hace cuestionarnos qué realidad es más auténtica: si la percibida o aquella otra interpretada.
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Foto principal: https://lecturia.org/cuentos-y-relatos/juan-jose-saer-sombras-sobre-vidrio-esmerilado/4225/