Isidro G. Cigüenza: «El mito de Protágoras y la Pedagogía Andariega»

Alumno: ¿Se podría decir, señor Isidro, que usted tiene por oficio impartir Educación?

Maestro: ¿Qué significa para ti eso de “impartir Educación”?

Alumno: Imagino que lo que entiende todo el mundo: servir de mediador entre lo que dictaminan las leyes educativas, los principios científicos vigentes y las particularidades de los alumnos a usted designados.

Maestro: O sea… ser correa de transmisión de los poderes y saberes establecidos: política, ciencia o cultura…

Alumno: De los saberes y poderes establecidos, en consonancia con las familias que han delegado en ustedes la tarea de educar a sus hijos…

Maestro: Muy bien aclarado, sí señor. Pero resulta que si te digo que sí, que soy “educador” me convierto en sirviente de lo que “el Sistema” me ordena; y si te digo que no, me convierto en un rebelde “antisistema” ¿no es así?

Alumno: Siempre hay margen para llevar a cabo la misma tarea aunque de modo diferente: por ejemplo, poniendo en práctica metodologías actuales, emanadas de nuevas tecnologías, pedagogos de moda, los propios Claustros o la ideología de los centros educativos…

Maestro: ¿Y esa “Tarea” a la que asignas tanta importancia es la misma en nuestra civilización occidental, en la oriental, en la musulmana, la india o la cubana, por ejemplo? ¿Ha sido acaso el resultado de un consenso universal?

Alumno: No, desde luego. Cada Cultura tiene sus propios principios y objetivos. Incluso dentro de cada una, cada sistema político, cada Institución, tiene también los suyos… Y estoy por decir, que cada tribu, familia o comunidad presenta también sus propias particularidades.

Maestro: De lo que deduzco que no hay una idea clara en el Género Humano que defina lo que, al margen de todas esas circunstancias, ha de considerarse el concepto de “Educación”. Incluso estoy por adelantar que la Civilización que esté dotada de mayor poder de coacción (bélica, logística, propagandística, etc.) tratará, incluso, de imponerse a las demás.

Alumno: Según he podido constatar, en la Historia de la Humanidad eso ha sido siempre así. En ello ha consistido el devenir desastroso del ser humano, desde luego. Tan desastroso que estamos a punto de extinguirnos como especie, llevando al traste el Planeta que habitamos, al tiempo que mayoría de sistemas educativos no se dan por enterados.

Maestro: ¿Y qué te parece si tú y yo nos pusiéramos a discurrir lo que debiera entenderse, globalmente hablando, por Educación?

Alumno: Imagino que, dentro de la Pedagogía, habrá habido pensadores que se hayan puesto manos a la obra, adelantando en algo esa ardua tarea… Si fuera así…

Maestro: ¡Ja, ja, ja…! ¡Qué pillín eres….! Si fuera así…, nos ahorraríamos el trabajo de pensar por nosotros mismos, ¿verdad?

Alumno: Usted siempre se guarda un as debajo de la manga… ¡Seguro que ya tiene elaborado su propio ideario…!

Maestro: Si me llamas “Maestro”, es porque das por hecho mi papel de guía, acompañante o facilitador tuyo…

Alumno: Efectivamente, lo doy por hecho. Incluso esta misma conversación podría servirnos de hoja de ruta para el fin que perseguimos. Muéstreme sus propias reflexiones sobre la cuestión que yo le iré puntualizando las mías propias, aunque sea así, dichas “a bote pronto”.

Maestro: Efectivamente, como tú supones, llevo tiempo dándole vueltas a esta misma cuestión. Pero para que mis torpes deducciones no se conviertan en “ley” que han de guiar las tuyas, recurriré a Platón. Concretamente a su diálogo titulado “Protágoras”, donde se narra el conocido mito de Prometeo. ¿Te parece bien?

Alumno: No lo conozco, pero estoy deseandito saber de qué va dicho mito.

Maestro: Pues helo aquí. Cuenta Protágoras que cuando los dioses hubieron establecido las estirpes animales, encargaron a Proteo y a Epimeteo que fijaran las particularidades de que los animales debían estar provistos para sobrevivir. En el reparto a unos les dieron la fuerza, a otros la velocidad; a unos armas puntiagudas, a otros dientes; a unos alas, a otros la capacidad de vivir bajo tierra… A unos les convirtieron en carnívoros y a otros herbívoros; a los más pequeños y vulnerables les concedieron el don de tener una abundante prole y a los más potentes se les limitó a una o dos criaturas. Cuando iban a entregar su proyecto, uno de ellos cayó en la cuenta de que, si bien todas las especies disponían de sus propios recursos, al hombre no lo habían tenido demasiado en cuenta ya que, desnudo, descalzo y sin defensa no tardaría en desaparecer como especie.

Fue entonces cuando decidieron robar a Hefestos y a Atenea el fuego y la habilidad mecánica con la intención de regalárselos al hombre. De este modo quedó la cosa arreglada y Zeus, ahora sí, quedó complacido. Y resultó que gracias a aquella habilidad tecnológica junto a la relativa al lenguaje de la que fue dotado, el ser humano logró sucesivamente los “adelantos” que le facilitarían tanto la consecución de alimentos, como la defensa y la posibilidad de avanzar en sus conocimientos.

Las personas, ahora por su cuenta, se apercibieron que, viviendo en grupo, sus ventajas aumentaban, por lo que fundaron pueblos y ciudades con tal fin. Con todo, una grave grieta social parecía desmoronar su feliz existencia: la de no saber convivir. Así, se ofendían unos a otros y pronto empezaron a exterminarse.

Alertado Zeus, mandó a Hermes que les trajese el respeto recíproco y la justicia a fin de que crearan entre ellos lazos de solidaridad y concordia, pero no de una forma instintiva, sino transmitida. Y dígame, señor alumno: ¿con qué palabra definimos nosotros ese Arte de transmitir respeto, solidaridad y justicia?

Alumno: ¿Educación?

Maestro: Efectivamente: Educación. : Educación que conlleva a su vez la trasmisión y participación colectiva en la tarea dinámica de ir desarrollando conocimientos, habilidades y expresiones espirituales.

Alumno: Con todo, reconozca que el equilibrio entre conservar y renovar los saberes y tradiciones es una tarea verdaderamente complicada. De hecho muchas civilizaciones se clasifican así: en estáticas o renovadoras.

Maestro: ¡En esa difícil responsabilidad, querido alumno, nos conculcamos los maestros cuando, pretendemos cumplir con nuestra obligación de educar!

Alumno: ¿Y cómo encaja usted su Pedagogía Andariega en esta tarea transmisora?

Maestro: Se trata de una metodología simple y eficaz al mismo tiempo: la de enseñar caminando. Porque esa habilidad ha resultado ser la que, a lo largo de los tiempos, nos ha reconciliado con nuestra genética, nuestra forma de aprender y la propia Naturaleza. Institucionalizar la enseñanza, recluirla en escuelas, colegios y universidades y, a la postre, hacerla depender de las veleidades de los grupos de poder, nos ha llevado a la realidad actual: una Educación sesgada, arbitraria, injusta e insolidaria. Pero de eso hablaremos otro día, si te parece. Ahora vamos a sentarnos ahora aquí, debajo de esta encina, y, al tiempo que tú das cuenta del contenido de tus alforjas, intentaré yo arrancarle a mi armónica los compases que me faltan para rematar la canción que en honor de la vida pastoril estoy componiendo.

 

Isidro García Cigüenza

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