Hoy en día poca cosa queda en pie, van reconstruyendo, pero necesitarán siglos para devolverle su esplendor original. Aún hay algunas columnas del templo dedicado a la diosa de la fertilidad, las termas de Adriano, el orfeón o el fastuoso teatro de mármol que, curiosamente, está bastante completo y bien conservado.
El primer asentamiento, dicen las crónicas que se inició en el III milenio antes de Cristo [Edad de Bronce]. Fue en la época cristiana cuando pasa a denominarse Stavropolis [ciudad de la Cruz] para romper el culto a la famosa deidad y acabará convirtiéndose en sede del obispado cristiano del momento.
Se remonta al año 5.800 a. C., cuando los agricultores acudían aquí para rendir culto a la fertilidad y dar las gracias a los dioses por las cosechas obtenidas. En el siglo II a.C., recibió el topónimo que decaería con el transcurso de los años, ahora también se le reconocería como Geyre [Gespe], aunque el yacimiento sigue conservando su toponimia original hasta hoy.
El Templo de la diosa del amor Afrodita –alguna QSL de la radio pública de Chipre de hace unas décadas llevaba esa preciosa escultura elaborada en mármol blanco- se concluyó en el I a.C., posteriormente se reconvertía para el culto cristiano.
Era famosa su escuela de escultura que sembró de excelentes obras prácticamente todo el Imperio Romano y, en su fastuoso museo, podemos aún observar el excelente trabajo de los artistas de la piedra hace milenios.
El lugar se localiza en la región de Frigia [sur del río Meandro que acaba desembocando en Éfeso], no es difícil llegar hasta Afrodisias, en todo caso hay también ejemplos de ese trabajo en la cantera en algunas de las casas más viejas del pueblo que aún delatan algunas piezas extraídas del yacimiento arqueológico hace centurias. Fue descubierto a principios del siglo XX y no hay que dejar de ver el famoso Tetrapilón, la tumba del arqueólogo, el profesor turco de la Universidad de Nueva York, Kenan T. Erim, que supervisó las excavaciones hasta su muerte (1961-1990) y dejó su legado recogido en una obra imprescindible para entender la grandeza del lugar: City of Venus Aphrodite (1986) nos queda a la izquierda si es que iniciamos la visita por esa zona.
Inmediatamente y caminando a la derecha, encontraremos, a unos veinte minutos, senda suficiente para que el astro rey sea inmisericorde con el viajero. Suerte que al final del recorrido las sombras de unas gigantescas moreras te hacían recuperar el aliento y rebajar la temperatura corporal. Personalmente me devolvían a mi infancia, aunque en este caso eran de moras blancas similares a las que daba el magnífico árbol del Patio del Cuartel en mi Alhama natal que fungía, como lugar de recreo, para las dos clases de niños del momento [las niñas iban separadas y mayoritariamente al Colegio de las Monjas].
Lamentablemente el lugar adolece de un relativo abandono, hecho que nos facilita la visita pues apenas tropiezas con alguien y cuesta imaginar que aquí vivieron, en su momento de máximo esplendor, 150.000 personas en el lejanísimo siglo III d.C., fue la capital de la romana Caria.
Otro plato fuerte de la zona es el Museo y sus impresionantes sarcófagos que hacen que uno se pregunte ¿Cómo lo hicieron? Las técnicas de hoy hacen difícil imaginar a aquellos maestros del martillo y el cincel que, con sus manos, crearon verdaderas joyas con la dura piedra de la zona. Miles de piezas yacen en el suelo y otras van aflorando, a medida que los trabajadores desbrozan el territorio que permaneció bajo tierra durante varios siglos. Con 5.000 años de historia es un lugar que no te deja indiferente. Al final te das cuenta “que un puentecillo romano en tu tierra” es una verdadera minucia al contemplar un yacimiento de estas características [Éfeso aún me sorprenderá más, pero no nos adelantemos].
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Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.