John Dewey

Isidro García Cigüenza: «El mismo recorrido, pero en sentido contrario. Jon Dewey y La Pedagogía Andariega»

Alumno: ¿Cree usted, señor Isidro que “la educación es el método fundamental del progreso y de la acción social” como preconizaba Jon Dewey?

Maestro: ¡Ufff! Esas palabras “progreso y acción social” son palabras de mucho calado. En cuanto a “progreso”, de sobra sabía Dewey que, depende quién y en qué contexto se diga, su significación varía. ¡Y no digo nada del concepto “acción social”…! Por eso nos advertía él de que no se trata de seguir una sola versión, ya sea capitalista, liberal, socialista o de cualquier otro tipo… De hecho dejó claro su temor a que las técnicas productivas creadas por el progreso político o científico, dejaran muy atrás las ciencias humanas. Dicho de otro modo, que las tecnologías imperantes no sirvan para solucionar conflictos, desigualdades e injusticias entre clases sociales y, aún menos, entre religiones y naciones. Para ambos, la actitud científica que el profesor ha de favorecer en sus alumnos pasa por ser una actitud abierta y comprensiva, limpia de intereses y prejuicios.

Alumno: Ese pensamiento supone una visión muy moderna, y curiosamente contraria a lo que viene sucediendo en el mundo de la Educación. Ese empeño perverso por crear escuelas ideologizadas: privadas, concertadas, religiosas, de carácter nacionalista, para ricos, para hijos de trabajadores e inmigrantes…

Maestro: Dewey, que falleció curiosamente el mismo año en que yo nací (1952) fue un norteamericano hijo de su tiempo. Tras aquellas convulsivas tendencias filosóficas que tantos “ismos” produjeron (romanticismo, realismo, irracionalismo, empirismo, materialismo, positivismo…) nuestro pedagogo mamó de dos novísimas teorías científicas: el darwinismo y el nacimiento de la psicología. Por fin, la filosofía se vio libre de la insufrible influencia de la teología (de la palabra “Dios” y todo el montaje metafísico en torno a la Religión y a la Moral). Por fin se puso manos a la obra a entender los procesos biológicos y psíquicos de las personas y las sociedades.

Alumno: ¿Qué más puntos de coincidencia tienen, señor Isidro, las teorías del americano con las de su Pedagogía Andariega?

Maestro: “Teorías…” ¿dices? No, amigo mío: ¡Prácticas! Practicas basadas, por mi parte, en mi experiencia de más de 40 años con alumnos de toda edad, clase y condición; y, por parte de él, en las basadas en la “escuela-laboratorio” que puso en marcha, próxima a donde desarrollaba su labor universitaria.

Alumnos visitan una fábrica

Alumno: ¿Y que son…?

Maestro: Ambos partimos de un concepto esencial que es el de la experiencia. Me habrás oído hablar mil veces, como lo habrás leído en los libros de él, lo importante que es la experimentación en los niños, como forma de acceder al aprendizaje. Sin embargo, experiencia no quiere decir subjetividad y tampoco genialidad…; y ello porque no son sólo un cúmulo de sensaciones, imágenes e impresiones personales. Ellas ciertamente son la base, pero no el resultado. Aquí los procesos cientifistas y psicológicos tienen mucho que decir a la hora de desarrollar el siguiente capítulo de todo aprendizaje: la metodología para llegar al hallazgo, al descubrimiento de la forma de resolver el problema (ya sea de tipo físico, logístico o mental). Dewey, a este proceso subsiguiente lo llamaba “La Lógica”, nosotros “La Búsqueda”. Tanto para él, como para nosotros, toda investigación parte de una situación problemática de dificultad, para seguir con un cuestionamiento, una incertidumbre, unos intentos y, por fin, la resolución de la dificultad. Los pasos que, de hecho, damos: el intento, la observación, el razonamiento, el sentido común y la comprobación, no concluyen nunca ya que a cada nuevo logro sucede un nuevo reto, una nueva proposición. Para no complicar mucho el asunto y de una forma sencilla te diré que para entender este proceso basta observar a un niño cómo aprende a andar por sí mismo, a partir de que se ve libre en el suelo y con mil desafíos por delante que salvar.

Alumno: Pero lo que dice Dewey acerca del concepto de la “experimentación” no es tan explícito como lo es usted a la hora de explicarlo…

Maestro: ¡Sin duda! Él fue profesor en las Universidades de Chicago y Columbia (Nueva York) impartiendo la cátedra de filosofía, que luego extendería a las de psicología y pedagogía… Yo, por mi parte, fui un simple “maestro de escuela”. Comprenderás que lo mío, más que desarrollar las teorías “instrumentalistas” como hizo él, ha sido siempre resolver los problemas de aprendizaje de los niños día a día (la “enseñanza de a pie” que se dice) en contacto con ellos… En cualquier caso, a ambos nos une la certeza de que lo mejor que puede pretender un educador es permitir al niño a que acceda a la posesión completa de todas sus facultades. Si conseguimos eso, le habremos facilitado los aprendizajes futuros, por novísimos y complicados que se presenten. También, y de forma natural, su compromiso personal con los asuntos sociales y medioambientales.

Alumno: Cuando se refiere a la posesión de “facultades”, usted da mucha importancia al aspecto físico, al fenómeno andariego de aprender caminando…

Maestro: ¡Evidentemente! ¡Como que no puede ser de otra manera! Negar la fisiología de la que estamos hechos, olvidarnos de nuestro bipedismo; de los descubrimientos de la neurociencia que certifica el desarrollo de los hemisferios cerebrales a partir del hecho de caminar; de las bondades del andar para nuestro bienestar psicológico… es como negar nuestra propia realidad humana. ¡Concluye tú mismo, querido alumno, estas aseveraciones a partir del hecho de estar ahora mismo caminando y reflexionando, tú y yo, juntos!

Alumno: ¿Alguna coincidencia más con su Pedagogía Andariega?

Maestro: Eso tendrías que averiguarlo por ti mismo… No soy amigo de ir yo desbrozando el sendero de los intereses, dudas y preguntas de los alumnos… Antes bien mi método consiste en todo lo contrario: tú investigas y yo te facilito el hallazgo de tus propias averiguaciones…

Alumno: Por favor, don Isidro. Entiendo lo que me quiere decir, pero no me deje usted con la miel en los labios. Se trata simplemente de una nueva forma de investigación por mi parte: en vez de acudir a sus escritos, prácticas y contraste con sus antiguos alumnos, etc., acudo a usted directamente como fuente documental. ¡Es de sentido común! Ello me ahorra tiempo y energía. Si le tengo a usted delante, y usted está dispuesto a ser un libro abierto para mí… pues eso, apliquemos ese sentido tan ponderado por usted…

Maestro: Una vez más tu ingenio y empeño por averiguar las cosas al momento, me hacen desistir de mis propias teorías… Este fenómeno me ha sucedido muchas veces con mis alumnos. Es como si el niño aquel que empezaba a caminar, me pidiese mi mano para que, sirviendo de apoyo, poder superar el escalón que tiene delante.

Alumno: ¿Alguna coincidencia más con su Pedagogía Andariega –preguntaba?

Alumnos durante una salida al entorno

Maestro: Si has leído el libro “Diálogos con Molinera, la burra” habrás percibido la importancia que damos en nuestra pedagogía a la relación de nuestros alumnos con los distintos profesionales y profesiones de nuestro entorno. Para nosotros las habilidades y facultades que primero han de desarrollarse son aquellas que requieren los trabajos y ocupaciones cercanas. Y aún te diré más: aquellas que tienen relación con los materiales nobles y sencillos de su entorno: el barro, la caña, la lana, la madera, el esparto, los vegetales, sus conservas, la higiene… Dewey también basaba su pedagogía en la vida activa y social del niño. Para él –y cito textualmente

las actividades manuales, expresivas o constructivas, seguirán siendo el centro de correlación de todos los estudios y abarcarán desde la cocina y la costura, al modelado, al hilado, al tejido, a la carpintería, etcétera”.

A diferencia de Montessori, nosotros no suministramos al niño un material elaborado, ya formado e “intelectualizado”, sino materiales primarios con los que proyectar y desarrollar habilidades e ideas en contactos con las artesanías y oficios del vecindario. Dentro de casa familia, de cada casa, de cada vecino y de los campos de juego…, junto con la mirada atenta del maestro, es donde se forjará la personalidad de cada individuo. Personalidad que indagará el conocimiento de aquellas materias objeto de su interés: mecánica, música, cálculo, geografía, historia, lenguaje, así como las correspondientes investigaciones científicas… Por favor, lee este texto y dime qué avance aprecias sobre lo que escribió él comparándolo con nuestra Pedagogía Andariega:

Cuando una escuela está dotada de laboratorio, taller y jardín, cuando se usan libremente dramatizaciones, recreaciones y juegos, entonces existe la posibilidad de reproducir las situaciones de la vida y adquirir y aplicar nociones e ideas de desarrollo de experiencias progresivas.”

Alumno: Me lo pone muy fácil, señor Isidro. Difieren en que usted no cree en las escuelas como lugares específicos donde favorecer el aprendizaje. Antes bien, y según su teoría… (perdón, según su práctica…), encerrar a los niños en esos lugares, por muy dotados que estén, les priva del contacto social y les aleja de la vida real que les circunda. Después, en que John Dewey no hace tanto hincapié en el hecho de las bondades de caminar; de ir de una parte para otra aprendiendo; de concertar “in situ” y con las personas que dominan los oficios, las explicaciones y prácticas ajustadas a las distintas edades e intereses.

Maestro: Y una pregunta más, señor alumno. ¿A qué cree que se debe esa diferencia de criterios entre él y un servidor?

Alumno: También esa pregunta tiene una respuesta evidente: en que Dewey comenzó impartiendo Filosofía, luego Psicología y, ya de mayor, Pedagogía, para lo que montó esa escuela-laboratorio de la que hablamos y donde pudo llevar a la práctica sus teorías y observaciones. Por su parte, señor Isidro, usted ha desarrollado su vida laboral trabajando con niños, realizando con ellos todo tipo de experiencias callejeras en talleres próximos o en la propia naturaleza…, y ha sido ahora, ya de mayor, cuando ha acudido a la Filosofía y a la Historia de la Pedagogía, para hallar las raíces de sus propias prácticas y averiguaciones. Dicho de forma sencilla: ambos han realizado el mismo recorrido, pero en sentido contrario.

 

 

Isidro García Cigüenza

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