Isidro García Cigüenza: «La Neurociencia y la Pedagogía Andariega»

Maestro: ¿Y tú, qué modalidad de enseñante quieres ser, muchacha?

Alumna: A mí me gustaría ser neuroeducadora.

 

Maestro: ¿Y eso qué es?

Alumna: Educar a mis alumnos en base a los recientes descubrimientos hechos por la neurociencia con relación al ejercicio funcional del aprendizaje humano.

Maestro: Eso está muy bien. Se trata, sin duda, de un paso más dentro de la concepción científica que se quiere impulsar en la educación.

Alumna: ¿Un paso más? Un paso transcendental diría yo, pues afecta al funcionamiento del cerebro humano; es decir, al órgano central que capitaliza la adquisición de conocimientos, destrezas y valores en nuestros alumnos. Comprendiendo su funcionamiento daremos con la clave para acertar con la metodología oportuna.

Maestro: Es verdad que los crecientes cambios científicos y tecnológicos propugnan la formación de ciudadanos con un pensamiento abierto y crítico, así como al mejoramiento de habilidades para sobrevivir ante los desafíos de la sociedad moderna….” bla, bla, bla

Alumna: No debiera usted tomar a sorna unos planteamientos que, en su mayor parte, van a marcar las directrices de la Educación del Futuro.

Maestro: ¡Ja, ja, ja…! ¡Sabía que te ibas a enfadar! Era una broma, mujer. Fíjate cómo, en cuanto he ejercicido ese “pensamiento crítico” del que se habla, has saltado de inmediato tú, atajando mi posición. Efectivamente, estoy de acuerdo contigo en que las indagaciones llevadas a cabo para averiguar la implicación de las distintas áreas cerebrales en el aprendizaje están dando resultados asombrosos. A saber, el papel que en el mismo juegan tanto el lóbulo frontal, como el cuerpo calloso, tálamo, núcleo pulvinar, córtex parietal posterior, sistema activador reticular o el colículo superior.

Alumna: Asombrosos sí, pero tengo que reconocer que no excesivamente novedosos. Para mi sorpresa, muchos de los principios en que se basa la neurociencia coinciden con las intuiciones que usted viene desarrollando en su Pedagogía Andariega…

Maestro: Sin pretender desautorizar esas investigaciones, he de decirte que, efectivamente, la experiencia de mis cuarenta años de profesión tiene también un peso y un valor científicos. Cuarenta años en la misma localidad y en el mismo Centro, dan una idea de mi grado de conocimiento de la psicología, genética e idiosincrasia de alumnos y progenitores (que, por cierto, también fueron mis alumnos). Estaría bien que la ciencia viniera a corroborar fehacientemente aquella experiencia para que se nos reconozca nuestro alto grado de acierto. Pero dime, por favor, ¿en qué crees que coincide la Neurociencia y nuestra Pedagogía?

Alumna: A partir de los resultados llevados a cabo con los más modernos dispositivos, basados en la tomografía óptica (una técnica que utiliza la luz para medir la actividad cerebral), se ha podido constatar el efecto esencial que determinadas prácticas docentes ejercen en el aprendizaje. Así, por ejemplo, se ha averiguado que, mediante el aprendizaje emocional, es decir, mediante el proceso por el cual las personas pasan a manejar y reconocer sus emociones, podemos ayudar a nuestros alumnos a mejorar el autocontrol y permitirles la autodisciplina necesaria para mejorar la atención. El mayor conocimiento sobre uno mismo facilita mejores respuestas ante situaciones estresantes, así como un mayor control sobre los actos impulsivos…

Juegos callejros: Al zorro

Maestro: Bueno, bueno…. La coincidencia de esta averiguación con nuestras propias prácticas “andariegas”, sólo alcanza la puntuación de cinco sobre diez. Ten en cuenta que nuestro ánimo es plenamente “romántico” y que, en nosotros, los impulsos primarios, las reacciones espontáneas y el “genio natural” de cada uno juegan un papel fundamental a la hora de desarrollar nuestra propia forma de ser y nuestro carácter. ¡En eso radica nuestra individualidad y nuestra genialidad! Desde luego, y mientras no se demuestre lo contrario, la llamada “inteligencia emocional” no tiene mucho porvenir entre nosotros…

Alumna: Pero no me negará que, el hecho de conseguir mantener la atención en los niños, juega un papel esencial en su Pedagogía…

Maestro: ¡Sin duda! ¡Como lo es la constancia y el esfuerzo! Nosotros apostamos por arrancar desde los intereses del alumno. De sus intereses o de aquellos “centros de interés” que sus maestros, compañeros y familia consigan trasmitirle. Para ello, los incentivos y contenidos de cada etapa educativa tienen que estar en relación con los recursos didácticos del mundo que habitan y de lo que les afecta. La construcción de su aprendizaje les vendrá rodada a partir, tanto de su participación y de las emociones que perciba, como de los afectos que genere.

Alumna: De todos modos, tanto la Neurociencia como su Pedagogía, no lo tienen nada fácil. Conseguir que los alumnos del futuro se centren en un tema reflexivo, con la de incentivos y propuestas digitales y facilonas que van a tener delante, va a resultar complicado…

Maestro: Tienes razón, muchacha. A los humanos, y aún más a los niños, nos cuesta reflexionar; sin embargo somos curiosos por naturaleza y será esta curiosidad la que activará las emociones que alimenten la atención y faciliten el aprendizaje. ¿Hay más coincidencias?

Alumna: Los resultados vienen demostrando fehacientemente que el rendimiento de los estudiantes en las pruebas cognitivas, en los procesos atencionales, incluso en asuntos relacionados con la lectura, la ortografía y las matemáticas son mejores en las sesiones que siguen a un ejercicio físico continuado.

Maestro: ¡Cierto…! ¡No en vano nuestra Educación se apellida “Andariega”! Yo mismo, sorprendido por la eficacia del hecho de caminar, me interesé por este aspecto fisiológico y neuronal del que hablas. Y descubrí que, efectivamente, el ejercicio físico promueve la neuroplasticidad y la neurogénesis del hipocampo, facilitando la consolidación de la memoria a largo plazo y favoreciendo un aprendizaje más eficiente. El ejercicio físico no sólo aporta oxígeno al cerebro sino que, además, genera una respuesta hormonal a determinados neurotransmisores, como pueden ser la noradrenalina y la dopamina.

Alumna: Las mismas pruebas han demostrado que la actividad física mejora el estado de ánimo, actuando como antidepresivo y reduciendo el estrés. De hecho todos los neurocientíficos coinciden en que la enseñanza, para que sea efectiva y duradera, ha de fomentar enfoques interdisciplinares que incluyan el movimiento y la actividad física.

Maestro: Eso…, sin contar el ambiente aúlico que tanto le favorece. Ambiente que auspicia ese sentimiento de libertad, de relajación, de diversión, de expresión de emociones, de poder dar a conocer espontáneamente y sobre la marcha las propias opiniones y originalidades… Aspectos tan vitales y necesarios en los niños para su bienestar personal y, en consecuencia, su creatividad y rendimiento.

Alumna: También coinciden ustedes en la importancia que conceden al juego: ese mecanismo natural y que tan placentero resulta, permitiendo al mismo tiempo adquirir las destrezas imprescindibles para desenvolvernos en la vida. De hecho, y si mal no recuerdo, usted tiene una publicación dedicada a este tema…

Viva la media naranja

Maestro: “Juegos Callejeros”, se titula. Toda una colección de juegos colectivos en el entorno de la Serranía de Ronda. Juegos de corro, pelota, comba, elásticos…; juegos de habilidades, de correr, coger o esconder…; juegos de memorizar, adivinar, acertar….; juegos de cantar, bailar y saltar y que con tanta concurrencia infantil llenaban nuestros parques y plazas. El juego en el exterior, en la calle, constituye una recompensa física y cerebral que facilita la transmisión placentera de información entre el hipocampo y la corteza prefrontal, promoviendo así la memoria. También, yendo de una parte para otra (del taller a la fábrica, de la huerta a la tienda, del campo a la ciudad) jugamos. Y lo hacemos porque ello supone despertar la curiosidad que, como decíamos, nos permite adquirir capacidades imprescindibles para desenvolvernos. Las personas, al jugar o llevar a cabo una actividad placentera, liberamos dopamina que hace que la incertidumbre asociada al juego nos motive, estimulado el afán de superación, de reto y autoconfianza. El “feedback”, que decís ustedes, generado a través del juego, y que favorece el que el alumno persevere y mejore tanto en su autoestima, como en el reconocimiento social entre sus compañeros. Todo ello constituye una estupenda forma de fomentar la tan traída y llevada resiliencia.

Alumna: Ese es precisamente “el conque” del éxito del aprendizaje por ordenador. Aprender jugando, o, lo que es lo mismo: Jugar aprendiendo.

Mi pelota

Maestro: La famosa “Gamificación educativa” de las narices, quieres decir… El “engáñame bien”, de las nuevas tecnologías. Niños controlados por unos cooker imperceptibles que, con aviesas intenciones comerciales les mantienen sentados con la vista fija puesta en el móvil, la consola o el ordenador. Lo tremendo de esta amenaza, de este virus pandémico, es una educación individualista y competitiva entre los alumnos. Una educación que no favorece la imprescindible relación social: esa que nos lleva a respetar las normas, a imitar a los mejores, a disfrutar juntos o a llevar a cabo comportamientos comunes o, más adelante, reivindicaciones sociales.

Alumna: Hay sin embargo un aspecto de la neurociencia que no acabo de entender, don Isidro, cómo la trata usted en su Pedagogía Andariega…

Maestro: ¿A saber?

Alumna: La importancia de las “neuroimágenes” cerebrales. Esas que nos indican la importancia de las actividades artísticas en nuestro aprendizaje. Actividades tan atractivas para los niños como pueden ser la música, el baile, la pintura, las artes visuales o las escénicas…

Maestro: ¡Muy interesante! Pero es este un aspecto tan emocionante y creativo que, mejor si lo tratamos específicamente en otro paseo. ¿Te parece? Hoy ya hemos caminado y dialogado bastante. Con todo, no me resisto a poner en práctica, ahora mismo y a mi modo, la sugerencia musical que acabas de proponer. Sentémonos en ese banco, que voy a sacar la armónica que llevo dentro de las alforjas…

 

 

 

Isidro García Cigüenza

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