Isidro García Cigüenza: «La Institución Libre de Enseñanza   y su relación con la ‘Walking Pedagogy’»

Alumna: Su Pedagogía, señor Isidro, y perdone que se lo diga, no tiene ningún futuro en los tiempos que corren…

Maestro: Agradezco enormemente tu espíritu crítico, muchacha, pero si no es mucho preguntar: ¿Y eso por qué?

 

Alumna: ¿A quién se le ocurre apellidar “Andariega” a una pedagogía que se las da de renovadora? ¡Por favor! ¡Si esa designación parece salida de los tiempos de Maricastaña!

Maestro: Hubieras preferido que se llamara: “Walking Pedagogy” ¿verdad? Sí, al estilo de esos señuelos engañosos que necesitan de anglicismos para mostrarse creíbles (como los Flipper Clasroom, Changemarker, Book Builder y tantos otros). Pues ¿sabes lo que te digo? Que estoy hasta las narices de esa creencia generalizada de que si la innovación ha salido de un catedrático estadounidense, una psicóloga finlandesa o un informático coreano, es que es buena. Pero si ha salido de unos tales: Francisco, Gumersindo, Amparo o Bartolomé, es mala, y ello, según tu parecer, por lo rancio y antiguo de los nombres.

Alumna: Ja, ja, ja…. ¡No se enfade usted, que ya sé por dónde van los tiros! Se refiere a Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo Azcárate, Amparo Cebrián y Bartolomé Cossío, promotores de la Institución Libre de Enseñanza.

Maestro: Institución, por cierto, que por lo pegada al terreno y por ser tan nuestra, genera en mi Pedagogía Andariega unos afectos y unas propuestas tan innovadoras que resultan, en mi opinión, admirables y dignas de encomio aun actualmente.

Alumna: En eso estoy de acuerdo. Pero… ¡venga, no se retenga! ¡Suelte usted su perorata a favor de aquel movimiento cultural que, según he leído, tuvo una repercusión enorme en su momento!

Maestro: ¡Ah, eso sí que no! Lo primero que nos diferencia a nosotros con esos pedagogos tan de moda de que te hablaba es que nosotros no partimos de lo que, como maestros, sabemos. Antes bien, nos interesa sobremanera lo que ustedes, los alumnos, conocen. Así que, cuéntame primero lo que has averiguado de dicha Institución, que yo lo iré completando por mi parte.

Alumna: Sé que fue un proyecto pedagógico que se desarrolló en España durante los años 1876 y 1939…; que fue llevado a la práctica por un profesorado expulsado de la Universidad por negarse a ajustar sus enseñanzas a los dogmas vigentes en torno a la religión o a la política…; y que en ella estudiaron personajes tan importantes como María Moliner, Lorca, María Zambrano, Dalí, Ortega y Gasset o Antonio Machado… ¡Ah! Y que se extinguió, debido a la represión que sufrió por parte de la dictadura franquista.

Maestro: Eso está muy bien… Pero yo me refería a los aspectos innovadores que aportó su Pedagogía…

Alumna: En ese aspecto puedo contarle lo que pude indagar yo misma, a raíz de una visita que hice en su día, tanto a la propia Residencia de Estudiantes como al Museo de la Institución, ambos en Madrid.

Maestro: Muy interesante. Aunque en esa visita no creo que cayeras en la cuenta de que, para ironía de la historia pedagógica de este país y más “inri” de contradicciones, dicha Casa-Museo se halla jalonada en la actualidad por dos instituciones religiosas: el Colegio “Esclavas del Sagrado Corazón” y el Colegio “María Inmaculada, hijas de la Caridad”. Pero, dime, ¿Qué sensaciones percibiste allí?

Alumna: En la Residencia de Estudiantes, el hálito y el aroma eminentemente culturales que debieron reinar en dicho lugar cuando se hallaba en pleno funcionamiento. Saber que por sus aulas pasaron colaboradores de la talla de Bertrand Russel, Henri Bergson, Charles Darwin, John Dewey, Ramón y Cajal, Unamuno, María Montessori, León Tolstoi, Tagore, Gabriela Mistral, Galdós, Emilia Pardo Bazán y tantos y tantos otros prestigiosos personajes de su época… me puso al tanto del clima y objetivos innovadores de dicha Institución.

Maestro: ¿Y en la sede de la Fundación?

Alumna: Para ser sincera, el lugar me produjo un vacío y una tristeza impresionantes. Vacío porque esperaba encontrarme una escuela viva. Una escuela donde los niños entraran y salieran de un lado para otro intercambiando experiencias porque acabaran de venir de visitar el barrio llevando a cabo alguna investigación… Y tristeza porque de aquella experiencia maravillosa no queda nada. Sólo paneles expuestos en la pared, textos inéditos, fotografías antiguas y materiales de la época.

Maestro: Esa afirmación de que “de aquella experiencia maravillosa no queda nada”, me parece un tanto desproporcionada. Sin ir más lejos, aquí tienes nuestra Pedagogía Anda…, perdón: nuestra “Walking Pedagogy”, que mama de sus principios y reproduce sus innovaciones.

Alumna: Es usted un ingenuo, don Isidro… ¿Cree que los poderes fácticos le van a permitir, como tampoco se lo permitieron a la propia Institución, implantar unos principios andariegos que suponen un “totum revolutum”, un poner “patas arriba” los mecanismos de control y dominio existentes?

Maestro: ¡Eh! ¡Basta, muchacha! Deja el pesimismo para otro momento y para otra persona. Que si no ha llegado el momento de los cambios transcendentales, sin duda, llegarán… Háblame mejor de lo que sacaste en conclusión en la visita de la que hablamos….

Alumna: Me llamó muchísimo la atención el principio que animaba, tanto aquella pedagogía como la de usted y que se resume en aquel legendario: “Mens sana, in corpore sano”. A continuación el permanente estado en movimiento en que tenían a los alumnos: si no salían al patio a desarrollar alguna actividad, realizaban continuas salidas al entorno, y si no metían en sus aulas a artesanos del barrio a exponer sus conocimientos y experiencias… Me encantó la importancia de educar a los alumnos en la sensibilidad, la nobleza, la depuración de gustos estéticos, la tolerancia, la alegría, el valor sereno, la conciencia del deber, la lealtad…

Maestro: Háblame de sus propuestas innovadoras…

Alumna: La primera propuesta transformadora que hacían era el cambio radical en la concepción del acto de educar. “La Institución –se decía en uno de los paneles- no se propone tan solo enseñar o instruir, sino a la vez y muy principalmente, educar. Su objetivo no se reduce a preparar a sus alumnos para ser un día abogados, ingenieros, etc., sino para que sean ante todo hombres y mujeres capaces de enfrentarse a una vida digna y útil.”

Maestro: ¡Muy interesante!

Alumna: Se trataba, según pude deducir, de una educación en la que la participación de la alumna y el alumno en su propio proceso formativo se realizaba de una manera activa en base a la investigación y el análisis. “Acción bien pensada o pensamiento en acción”. Para la I.L.E., lo importante no era que los niños almacenaran la información, sino que aprendieran a pensar, a partir de vivencias y experiencias. De forma parecida a como usted también propone, allí se potenciaba el trabajo creador, tanto el personal como el colectivo, y ello, en base al procedimiento socrático y a las prácticas de Pestalozzi de las que en su día hablamos.

Maestro: ¿Y con respecto al papel que debían jugar los maestros?

Alumna: Entendía la labor del maestro como un saber despertar y mantener el interés del niño. Exigía para él autonomía para moverse libremente, sin trabas administrativas ni tutelas dogmáticas. Consideraba esencial contar con un profesorado – decían expresamente- “que ofreciera densidad, vocación docente y generosidad corporativa”. Algo que también usted sigue reivindicando, según creo.

Maestro: Querida alumna… Siento decirte que el paseo está llegando a su fin. Sin embargo, como noto tu gran entusiasmo y conocimiento acerca de la ILE, te propongo que quedamos para el próximo lunes, a esta misma hora, con el fin de desarrollar el tema en toda su extensión. ¿Algo más que añadir hoy al respecto?

Alumna: Me gustaría leerle este párrafo atribuido a Bartolomé Cossío y que copié allí mismo. En él, se viene a resumir lo que venimos diciendo. Dice así: “Educar antes de instruir; hacer del niño, en vez de un almacén, un campo cultivable en el que cada aprendizaje es una semilla y un instrumento para su cultivo (…) Desarrollar la actividad, la espontaneidad y el razonamiento; estimular su iniciativa, favorecer la expansión de sus fuerzas interiores; hacer que sea no solo un partícipe, sino el principal actor de su propia educación…; que bulla en él la vida; que todo le hable; que sienta el deseo de verlo todo, de cogerlo todo, de comprenderlo todo; he aquí el sentido en que cualquier procedimiento y medio educativo debe inspirarse.”

 

 

Isidro García Cigüenza

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