Isidro García Cigüenza:«An-da-ri-gue-an-do. Francisco Giner de los Ríos’

Maestro: ¡Hola, muchacha! ¿Dispuesta a “peripatear”?

Alumna: ¡Ja, ja, ja….! Yo, sinceramente, prefiero “andariguear”: “acción pedagógica que realizan algunos maestros utópicos, a base de dar vueltas y más vueltas con los niños: del monte al llano, visitando al vecindario”.

 

Maestro: Bueno, vale de chanzas. Recuerdo que hoy íbamos a seguir con el tema de la Institución Libre de Enseñanza y, más concretamente, de las propuestas educativas que nos hizo su creador: D. Francisco Giner de los Ríos.

Alumna: Nacido precisamente en mi mismo pueblo: Ronda (Málaga), allá por el año de 1839.

Maestro: Imagino que, como la alumna ideal que eres, te habrás preparado bien el tema.

Alumna: Más por amor propio que por alumna, don Isidro. Resulta genial poder presumir de un convecino tan ilustre, valiente y visionario como fue Giner de los Ríos.

Maestro: Pues ¡adelante con los faroles! ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de tu paisano?

Alumna: Como hombre de acción, además de la creación de la propia Institución, el impulso que imprimió a proyectos tan importantes como el Museo Pedagógico Nacional, la Junta para Ampliación de Estudios, la Residencia de Estudiantes, las Colonias Escolares y una iniciativa muy llamativa: las Misiones Pedagógicas. En segundo lugar, la actitud miserable que los “vencedores” de la Guerra Civil tuvieron con su obra: un proceso de depuración que la invalidó absolutamente por considerar que propugnaba el liberalismo condenado por la Iglesia.

Maestro: Con la ignorancia, el fascismo y la iglesia hemos topado, amiga Sancha…

Alumna: Pero ¿cómo es posible demonizar una educación que trataba de guiar al niño hacia unos principios meramente racionales y cuyo objetivo era que la persona desarrollara las facultades de querer, pensar, averiguar… asuntos relacionados con las necesidades naturales de su vida?

Maestro: Recuerdo a este propósito un párrafo suyo que decía: “La escuela de hoy no trata de secundar el desarrollo espontáneo de las facultades del niño. Antes bien le imposibilita para buscar libremente la satisfacción de sus necesidades físicas, intelectuales y morales, tratando de imponer pensamientos hechos; de impedirle pensar de otra manera que la que lleva a la conservación de las instituciones de esta sociedad; de hacer de él, en suma, un individuo adaptado estrictamente al mecanismo social.”

Alumna: ¡Yo es que con estas cosas “no puedo”!. En un momento como aquel en el que la psicología y la fisiología aportaban ya contenidos suficientes como para comprender que la enseñanza debía ajustarse a las leyes naturales y a la evolución del pensamiento ¿cómo es posible que se pretendiera volver al irracionalismo supersticioso del medievo?

Maestro: Te respondo de nuevo con otro párrafo suyo: “Sin temor a equivocarnos, podemos poner al niño en un medio natural donde se hallará en contacto con todo lo que ama y donde las impresiones vitales reemplazarán a las fastidiosas lecciones llevadas a cabo a base de palabras y más palabras. Si sólo favoreciéramos esto, habríamos preparado en gran parte la emancipación del niño”. En fin, si te parece bien, retomemos el asunto de las aportaciones de D. Francisco Giner a la Pedagogía práctica. ¿Algo que reseñar?

Alumna: Me ha llamado la atención la exaltación que hace del trabajo manual. En lugar de fundar la educación sobre la instrucción teórica, sobre la adquisición de conocimientos que no tienen significación alguna para el niño, él proponía que ambas corrieran paralelas: trabajo manual y trabajo intelectual. Un trabajo manual que le aportara habilidades, utilidades e intereses, fundamentado con un trabajo intelectual que le suministrara los porqués del funcionamiento de aquellos y su mejora.

                                                                             Giner de los Ríos

Maestro: Algo fundamental también en nuestra Pedagogía Andariega, por cierto. ¿Otra cosa…?

Alumna: Me ha encantado el símil del que echa mano para auspiciar la enseñanza individualizada. Comienza criticando el principio de toda “escolarización” y continúa con un ejemplo muy sugerente: “Todo el programa escolar actual es ridículo. A las nueve de la mañana sabe el ministro que todos los niños leen, escriben o calculan; pero ¿tienen todos los niños y también los profesores el mismo deseo a la misma hora? ¿Por qué no dejar al profesor la iniciativa de hacer lo que parezca, ya que ha de conocer sus alumnos mejor que el señor ministro o cualquier burócrata, y tener la libertad necesaria para arreglar la instrucción a su gusto y al de sus discípulos? ¿Qué jardinero ignora que unas plantas necesitan más sombra, otras más sol, unas más agua, otras más aire, o que aplique a todas los mismos sustentáculos y las mismas ligaduras, que pode a todas de la misma manera y en la misma época o que practique el mismo injerto sobre todos los arbolillos silvestres? ¿Vale menos la naturaleza humana que la vegetal o la animal, para que dediquéis menos atención a la cría de los niños que a la de las espinacas, las lechugas o los perros? Una vez más: seguid la naturaleza y seguiréis el mejor camino”.

Maestro: Muy interesante…

Alumna: Me ha llamado la atención también la importancia que da a las ciencias naturales, como forma de huir de los principios dogmáticos imperantes. Para ello se apoya en un material encomiable que, por cierto, hoy permanece infrautilizado en la mayoría de los colegios e institutos: los que dormitan en sus laboratorios. De ahí que las salidas experimentales al campo resultaran imprescindibles en la Institución.

Maestro: ¿Algo más?

Alumna: ¡Tantas y tantas cosas…! El amor al trabajo cuando escribe: “Basta haber vivido un poco la vida del niño para saber que un irresistible deseo le impulsa al trabajo. ¡Y cuánto se hace para aniquilar en él esa buena disposición! ¿Quién osará después hablar de vicio y de pereza? Un hombre y un niño sanos tienen necesidad de trabajar: lo prueba la historia entera de la humanidad”.

Isidro en el colegio de Benalauría

La necesidad de que el profesorado apoye el aprendizaje:A medida que el niño avance en su aprendizaje, se le presentará la necesidad de saber, de instruirse, y entonces se tendrá cuidado de no ahogar esa necesidad, sino que, al contrario, se le facilitarán los medios de satisfacerla”.

La importancia de la coeducación:Lo mismo la educación en común de ambos sexos, pienso de la de las diferentes clases sociales. La coeducación de pobres y ricos, que pone en contacto unos con otros en la inocente igualdad de la infancia, por medio de la sistemática igualdad de la escuela racional, esa es la escuela, buena, necesaria y reparadora”.

La eliminación tanto de premios como de castigos: “Partiendo de la solidaridad y de la igualdad, no habíamos de crear una desigualdad nueva, y, por tanto, en la Escuela Moderna no habrá premios, ni castigos, ni exámenes que potenciaran alumnos ensoberbecidos con la nota de sobresaliente, medianías que se conformaran con la vulgarísima nota de aprobados, ni infelices que sufrieran el oprobio de verse despreciados”.

Su opinión sobre los exámenes:Los exámenes clásicos, aquellos que estamos habituados a ver a la terminación del año escolar y a los que nuestros padres tenían en gran predicamento, no dan resultado alguno, y si lo producen es de forma dañina”.

El valor del juego:El juego es indispensable a los niños. El estado placentero y el libre desplegamiento de las tendencias nativas son factores importantes, esencialísimos y predominantes en la vigorización y desenvolvimiento del ser del niño. Por otra parte, los juegos sirven para dar a conocer el carácter del niño”.

Aboga por una enseñanza laica, alejada de la política: “No perdamos, pues, el tiempo pidiendo a un dios imaginario lo que únicamente puede procurarnos el trabajo humano. No perdamos, pues, el tiempo pidiendo a otros lo que nos corresponde y podemos obtener nosotros mismos. La enseñanza racional y científica ha de persuadir a los futuros hombres y mujeres que no han de esperar nada de ningún ser privilegiado (ficticio o real); y que pueden esperar todo lo racional de sí mismos y de la solidaridad libremente organizada y aceptada”.

No ha de parecerse tampoco nuestra enseñanza a la política, porque habiendo de formar individuos en perfecta posesión de todas sus facultades, ha creado un poder abusivo y han dificultado la emancipación humana. Los sistemas políticos la retardan, acostumbrando a los hombres a esperarlo todo de voluntades ajenas”.

Maestro: ¡Me ha dejado impresionado tu trabajo de selección de textos, tan bien traídos, por cierto! ¡Y todo llevado a cabo -como predicaba don Francisco Giner- sin incentivos evaluativos al uso! Déjame que retome aquella observación tuya del principio relativa a “¿Cómo es posible-te preguntabas- que se demonizara una educación como esta? La respuesta nos la da el propio “Maestro” cuando, al final de su vida –y recito de memoria- escribía aquello de: “Mis enemigos son todos los reaccionarios del mundo. Y aún más los que se creyeron triunfantes con haberme incluido en un proceso con amenaza de muerte, de memoria infamada y con cerrar la Escuela Moderna. Abogo por una enseñanza que haga de cada mujer y de cada hombre un ser consciente, responsable y activo”.

Alumna: Gracias por un paseo tan aleccionador, maestro.

Maestro: Gracias a ti, muchacha. Con nuestra Pedagogía Andariega pretendemos mantener viva la llama que nos dejara D. Francisco Giner de los Ríos a través de su Escuela Moderna. Ahora serás tú la que, incorporando las novedades tecnológicas oportunas, lleve la antorcha de la Renovación a la Educación del Futuro. ¡Todo sea por el desarrollo armónico de nuestros niños!

 

 

Isidro García Cigüenza

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