Daniel Morales Escobar: «Casas abandonadas de Granada»

Granada tiene un patrimonio artístico tan inmenso que parece imposible abarcarlo todo. Lo digo en el sentido tanto de conocerlo como de cuidarlo y mantenerlo, porque junto a la Alhambra, la Catedral, la Cartuja, la Capilla Real,… cuenta con multitud de viejas calles y plazas, de casas y palacios, de iglesias, de aljibes, de miradores, de esquinas asombrosas,… Una parte de esta riqueza está bien conservada: no hay más que ver fotografías antiguas de la Alhambra e incluso del Albaicín para comprobar todo lo restaurado en el último siglo. Igual ocurre con los demás monumentos citados: presentan hoy día un aspecto muy saludable frente al que tenían antes de que hubiera en nuestro país una política de conservación del patrimonio nacional.

Sin embargo, quedan también numerosos edificios de indudable valor histórico que presentan una triste imagen de ruina y abandono. El pasado 24 de julio dediqué en Ideal en Clase un artículo a “La destrucción de la iglesia granadina de San Luis”, que sigue en el mismo estado que alcanzó con el incendio de 1933 —o peor por el paso del tiempo—. Solo ahora, casi nueve décadas después, está empezando su rehabilitación. No obstante, hoy voy a hablarles de otros tres, en distintas zonas de la ciudad, que continúan a la espera.

El primero es la casa de los Medallones, en la calle Puente de Espinosa, número 24. A ella se llega por la Carrera del Darro y cruzando el río por ese puente, que es el segundo que encontramos. También es posible a través de la calle Santa Ana, que está en el lateral derecho de la iglesia del mismo nombre. Por aquí se va directo a nuestro objetivo.

El puente de Espinosa, en la Carrera del Darro. Foto: D.M.E

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Lo que se puede ver es un inmueble de tres alturas con ventanas en la más baja y balcones pequeños en las dos superiores. Pero lo que más llama la atención son sus coloristas pinturas murales con trampantojos en las plantas segunda y tercera, imitando columnas clásicas, frontones, entablamentos y molduras en forma de medallones —que representan paisajes de ciudades— y que dan nombre a la casa. No es que se trate de pinturas de alta calidad, porque a simple vista se ve, por ejemplo, que no hay correspondencia entre las columnas superiores y las inferiores. Tampoco coinciden en la misma línea vertical los medallones que, además, son más lujosos, decorativamente, en la última planta. Todo ello dota a la fachada de un cierto aspecto de desorden, reparación o, incluso, mediocridad, aunque desde mi punto de vista no reducen su atractivo.

Casa de los Medallones. Foto: D.M.E.

Es poca la información que he podido conseguir. Solo que se trata de un inmueble del año 1900 que parte de la remodelación de una casa señorial del siglo XVII, que fue construido en una parcela de 202 m2 de la que se dejó la zona trasera para un patio-jardín cercado y que cada una de las plantas tiene una vivienda, siendo las dos inferiores de 132 m2 y la superior, algo menor, de 121 m2.

Pese a su ruinoso aspecto, me parece que esta construcción tiene un indudable valor paisajístico y urbano, puesto que se encuentra en uno de los barrios tradicionales de Granada —el de la Churra— y al pie mismo de las murallas y torres de la Alhambra, lo que hace esencial su conservación.

Un segundo edificio al que voy a dedicar unas líneas es al palacio de los Vargas, antes de la familia Salazar, en la calle Horno de Marina. Estamos, por tanto, en otra de las zonas históricas de la ciudad, la que se desarrolla en torno a la catedral. Al palacio se puede llegar desde San Jerónimo o desde la calle Trinidad, que se encuentran entre el Jardín Botánico y la plaza de ese mismo nombre. La fachada es entera de ladrillo visto, siguiendo la tradición mudéjar, excepto su zócalo, que es de sillares, y su portada, también de piedra, con un arco carpanel bajo una cornisa y, sobre ella, los escudos familiares. En el cuerpo central destacan los tres balcones, con una sencilla rejería, tan de nuestra tierra, y en el superior una galería de arcos de medio punto a todo lo ancho. No hay más elementos decorativos y, aun así, el exterior resulta claramente aristocrático.

En su interior, según mis fuentes*, hay un patio cuadrado y porticado en todos sus lados, con arcos de medio punto sobre columnas toscanas de piedra de Sierra Elvira, al más puro estilo renacentista. En el centro, una fuente de la misma piedra. La escalera de acceso a las plantas superiores tiene, en cambio, elementos barrocos. Y tras el edificio un amplio jardín cercado que llega hasta el estrecho callejón de Lucena. El conjunto se fecha desde finales del s. XVI y fue declarado Bien de Interés Cultural en 1980, lo cual no ha impedido su penoso estado en la actualidad.

Casa de los Vargas y Palacio de los condes de Castillejo

Por último, otro palacio, el de los condes de Castillejo. Se trata de un edificio del barrio del Realejo. Concretamente, está en la diminuta calle Ballesteros, a la que se accede desde la plaza del Padre Suárez —que es donde se encuentra el colegio de las mercedarias—. Lo más destacable de este palacio, que en su mayor parte fue edificado en el siglo XIX, es su portada en chaflán y el balcón en esquina sobre ella —parecido a algunos del renacimiento ubetense—, que se remontan al siglo XVI. De hecho, hay quien los ha atribuido incluso a Diego de Siloé, el arquitecto de nuestra catedral. Por dentro todo se organizaba en torno a un patio porticado de no muy grandes dimensiones —con solo ocho columnas toscanas de mármol— y disponía de un buen sótano con bóvedas de piedra.

Este inmueble tiene, además, una historia singular: en la planta principal estuvo la Escuela Normal Superior de Maestros antes de su instalación en la Gran Vía. Durante la guerra fue sede de la Junta de Autoridades de Primera Enseñanza, de las oficinas de la Inspección y de la Sección Administrativa de Primera Enseñanza; y en la postguerra albergó a la Comisión Depuradora del Magisterio, encargada de la “limpieza” del cuerpo de Maestros. El edificio recuperó la función educativa en 1952, cuando en él se estableció el colegio academia de Enseñanza Media “Sagrado Corazón de Jesús”, que luego fue también de Enseñanza Primaria.

Desgraciadamente, de manera parecida a los otros dos de este escrito, en 1998 ya presentaba un aspecto “vacío, abandonado y en venta”, que producía “una triste sensación de impotencia”. Son palabras de Juan Bustos en un artículo del 2 de febrero de ese año, en Ideal, titulado “Un edificio renacentista del siglo XVI amenazado”.

Granada no debería permitir estas situaciones. Urgen normas que obliguen a los propietarios de estos bienes a su adecuada conservación. No puede ser que algunas calles centenarias se vean afeadas por las pintadas y la ruina. Pero, sobre todo, que estas construcciones de gran valor histórico, artístico o paisajístico lleven décadas esperando una restauración imprescindible que nunca parece llegar.

(*) JEREZ MIR, C., Guía de arquitectura de Granada, Granada, 1996.

 

 

Ver artículos anteriores de

Daniel Morales Escobar,

Profesor de Historia en el IES Padre Manjón

y autor del libro  ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)

 

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