Daniel Morales Escobar: «Conferencia sobre ‘Mujeres en el franquismo’»

La semana pasada asistí a una excelente conferencia de Teresa M. Ortega, catedrática de Historia Contemporánea de la UGR, en el instituto Padre Manjón. Estuvo organizada por el profesor Pedro Herrera para sus alumnos de 1º de Bachillerato Internacional, que tienen 16 o 17 años, y trató sobre Mujeres en el franquismo, aunque, como muy bien dijo la conferenciante, para entender plenamente qué tipo de mujer “diseñó” ese régimen es imprescindible remontarse a sus precedentes, que fueron los de la II República y las medidas tomadas en ella para conseguir la total equiparación legal, política y social de hombres y mujeres.

La catedrática de Historia Contemporánea de la UGR, Teresa Ortega

Enseguida dejó claro también que el modelo del franquismo iba a ser el opuesto: el de la diferenciación entre ambos sexos. Empezando por los espacios: el de las empresas, la política, la administración y la calle para el hombre y el doméstico, de los niños, la limpieza y la cocina, para la mujer —“Reina del Hogar”—. Siguiendo por las funciones y la situación legal: “producir” los varones frente a “reproducir” las hembras, o el marido como pater familiae, con plena autoridad legal y familiar, mientras que la mujer siempre en una situación de tutela, bajo el padre primero y el esposo después. Y acabando por los estereotipos aplicados con toda intención a cada sexo.

Publicidad en Ideal. 8 de julio de 1955 y 10 de noviembre de 1955

Precisamente, en esta última cuestión encontré uno de los momentos más sugerentes de la charla. La profesora acompañó toda su explicación de imágenes muy atractivas y didácticas y, en concreto, para este asunto de los estereotipos, proyectó un esquema que comparaba los atribuidos al hombre con los atribuidos a la mujer. He aquí algunos de los que llamaron mi atención y aún recuerdo:

MASCULINOS

FEMENINOS

Inteligencia

Intuición

Autoridad

Aceptación

Dominio

Sumisión

Razón

Espontaneidad

Fortaleza

Debilidad

Emprendimiento

Sensibilidad

Tenacidad

Volubilidad

Vigor sexual

Apatía sexual

Aunque hubo otros muchos aspectos de gran interés, como la normativa que alejó a la mujer del empleo fuera del hogar —“del taller y la fábrica”, según recoge ya en 1938 el Fuero del Trabajo—, la referencia a los premios nacionales a la natalidad, concedidos a las familias con más hijos y qué se perdían si la mujer ingresaba un segundo sueldo en casa, o la “Guía de la buena esposa”, realizada por la Sección Femenina de Falange para fomentar en las mujeres las “11 reglas para mantener a tu marido feliz”, creo que basta con todo esto para hacerse una idea de la profundidad de la lección y de la tremenda desigualdad en la sociedad franquista.

Viñeta “humorística” de Miranada ( Ideal, 9 de mayo de 1965)

La verdad, conforme escuchaba, pensaba sin remedio en dos cosas:

Primero, que lo peor de todo ello era que la labor de adoctrinamiento del régimen había sido tan intensa que la concienciación resultó casi absoluta en los hombres y en las mujeres. Es decir, el papel asignado a cada uno se vio por la gran mayoría como lo más natural del mundo, lo único posible, lo querido por Dios o lo más lógico y razonable, por lo que la resistencia a estos roles fue claramente minoritaria durante mucho tiempo. Por el contrario, lo habitual era que las propias madres, encargadas entonces de la educación de los hijos —ante la complaciente mirada de sus esposos—, les enseñaran a comportarse conforme a lo que estaba establecido para cada sexo.

De ahí que, incluso, los niños del tardofranquismo y de los años posteriores, ya en democracia, siguieran recibiendo una formación sexista que perdura con tesón en los adultos actuales, en los que hasta llegan a apreciarse sentimientos nostálgicos de un pasado en el que “todo estaba más ordenado”. Con esta y otras cuestiones (que no vienen al caso) puede entenderse el presente ascenso de la ultraderecha.

Dos anuncios en Ideal el mismo día y en la misma página: 17 de agosto de 1965, p. 12

Y la segunda, en las mujeres avanzadas y decididas que, en minoría, muy criticadas e, incluso, hostigadas por sus propios familiares, iniciaron un estilo diferente de ser mujer, esposa y madre, compatible con un oficio remunerado y una vida propia fuera de su casa, como la de los hombres. Fue el caso de mi propia madre, que muy pronto compaginó la atención a sus siete hijos —éramos una de las familias “supernumerosas”— con unas aspiraciones laborales y humanas que, al menos socialmente, le estaban vetadas. Pero también de otras como ella, hoy fallecidas o muy mayores, verdaderas feministas, que no estuvieron dispuestas a ser sumisas y recatadas, sino libres, iguales y “productivas”.

La conferencia de la profesora Teresa M. Ortega, muy bien documentada —“los historiadores no nos inventamos nada”, según repitió en varias ocasiones—, sirvió para que los estudiantes del Bachillerato Internacional se hicieran una idea exacta de cómo ha mejorado nuestra sociedad en estas décadas, pero además para que un servidor decidiera escribir este artículo, con un fin equivalente y en recuerdo de aquellas admirables luchadoras contra el sexismo franquista.

Enlace a la Guía de la buena esposa

 

 

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Daniel Morales Escobar,

Profesor de Historia en el IES Padre Manjón

y autor del libro  ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)

 

Daniel Morales Escobar

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