Recurrente, de opinión (con mayor o menor acierto) pero de poco interés, «base fundamental para toda sociedad desarrollada» (tal y como lo diría un politicucho de estos de hoy), un sí pero no… alguna de estas referencias son más que probables si tratamos de lo que versa el título: educación, o relacionado con ello, sistemas educativos. De esta forma, el mundo de la educación preocupa a todos y todas, pero ¿es una preocupación real? O planteado de otra forma: ¿qué es lo que realmente nos interesa?
Como todo, cada cual cuenta su visión o perspectiva de la realidad, por tanto, habrá quien implícita o explícitamente dé continuidad, como respuesta a lo anterior, a las notas, ir pasando de curso y evitar por todos los medios posibles el maleficio de repetir, llegar a conseguir una carrera… lo cual dirige hacia la obtención de bienes, de materiales, de todo lo que es tangible y mucho más importante de cara a la galería social: que es demostrable. En la otra cara de la moneda (si es que ésta tiene otra cara), están esas personas que consideramos que esto va más allá, que está por encima de horas de clase, exámenes y similares, las que pensamos que la educación (el aprendizaje y lo que de él se desprende, para matizarlo de esa acepción pública tan extendida) es un ente, un pilar, un elemento transformante y transformable, que marca pero es inmarcable y que nos hace evolucionar.
Bajo esta perspectiva, la tarea del aprendizaje y coeducación es bidireccional (entre alumnado y profesorado), recicla (renueva y no estanca el conocimiento en conceptos inamovibles), provoca la investigación, el trabajo y fomenta la reflexión individual y grupal, aumenta la creatividad y potencia la imaginación, crea personas independientes capaces de elegir y decidir, asegura la vida en sociedad vertiendo sus beneficios en ella… pero se me olvidaba que lo que tenemos, en la mayoría de los casos, es la inversa de lo apuntado: unidireccional, estancada, egoísta, repetitiva, alejada de su función social…¡qué despiste el mío!
Son múltiples los ejemplos de personajes o movimientos históricos que abogan por un modelo diferente, entendiendo por diferente aquello que no tiene nada que ver con los que tenemos actualmente. Pongamos por caso a Don Juan Manuel, autor entre otras obras, de El Conde Lucanor, en cuyo prólogo apunta lo siguiente: […] Entre las muchas cosas extrañas y maravillosas que hizo Dios Nuestro Señor, hay una que llama más la atención, como lo es el hecho de que, existiendo tantas personas en el mundo, ninguna sea idéntica a otra en los rasgos de la cara, a pesar de que todos tengamos en ella los mismos elementos […], y así quiero poneros algunos ejemplos para que lo podáis entender mejor. Como cada persona aprende mejor lo que más le gusta, si alguien quiere enseñar a otro debe hacerlo poniendo los medios más agradables para enseñarle; por eso es fácil comprobar que a muchos hombres les resulta difícil comprender las ideas más profundas […]. Al no entenderlas, no sienten placer con ciertos libros que podrían enseñarles lo que más les conviene. Toda una lección pedagógica. En esta misma línea, se movieron los humanistas promotores del Renacimiento, los cuales sacaron la cultura a la calle, la pusieron a disposición de la gente para que se instruyesen, eligiesen y decidieran sobre sí mismos, en lugar de que continuase el criterio de las «autoridades» eclesiásticas. En esta verdad concibieron los ilustrados del XVII-XVIII: liberar al individuo y ofrecerle otra perspectiva, hacerlo capaz, cuyo eco fue retomado por los creadores de la Generación del ’98, quienes se concienciaron por la cultura, extensión de la educación, como herramienta de transformación social.
¿Cuál es nuestra apuesta? Aumentar horas de determinadas asignaturas o materias o como las quieran llamar; el bilingüismo, proyecto inacabado de forma vitalicia, claro fracaso; más exámenes, en esa clara vertiente de considerar que aquello que no pasa por el tamiz de una prueba escrita evaluativa con nota no es digno de formar parte de nuestro sistema; entender la función del docente como una prolongación de la «burrocracia» administrativa; así como todo un elenco de virtudes: programaciones de un año, programaciones de aula, deberes o tener que remarcar la interdisciplinariedad o las competencias clave. Impresionante.
Hasta que no se deje de jugar al tenis con las leyes educativas, se nos pregunte a las personas que estamos metidos en el barro nuestra opinión acerca de la necesidad de un cambio y se tome en serio la educación vista como base capital, hasta ese día, hasta ese entonces, paciencia y saliva, mucha saliva para seguir tragando. Mientras tanto, nosotrxs, tenemos la llave, el profesorado. ¿Empezamos?
/Continua el próximo viernes,…./
Fernando Carvallo García. Coach educativo, Docente y Secretario de ASEDEM (Asociación Española de Educación Emocional).
Implicado en la transformación de la Escuela para el desarrollo auténtico de las personas.
Creo (de creer y crear) en una Escuela como eje vertebrador de la sociedad.
Sitio web: Transformado la escuela