Juan Franco: «Valle de Goreme y los globos, Capadocia (Turquía)»

Foto 1. 

La historia de la región arranca hace un millón de años cuando los volcanes –igual que en estos momentos en la isla de La Palma- entraron en erupción. Entonces el Erciyes y Hasadag sembraron la meseta central de la inmensa Anatolia con su correspondiente capa de lava y cenizas volcánicas. A partir de ahí hay que imaginar el largo proceso de transformación geológica de la región y la interacción de otros elementos de la naturaleza para moldear el paisaje que atrapa al viajero: lluvia, nieve, viento, temperaturas extremas, etc., harán lo demás, aunque conviene precisar que casi todo lo que hoy tenemos en la enigmática Capadocia es su tranquilidad, que nos sorprende cuando la pisamos, especialmente en el mágico Valle de Goreme que se transforma en varios escenarios a lo largo del día gracias a la influencia del sol que crea un paisaje realmente de ensueño, único, cautivante.

El hombre, lógico reconocerlo, ha sido artífice, también esencial, en algunos casos de esos cambios a lo largo de los siglos. Aquí hubo ciudades en el III milenio antes de Cristo ¿Dónde estaba todavía el resto del orbe? La región jugó, desde tiempo inmemorial, un papel que no dejó de inscribir desde tiempos inmemoriales páginas de la historia.

ARRIBA: El valle visto desde el correspondiente globo. AQUI: La preparación del inflado del globo y seguidamente el despegue a las 5 de la mañana

Con la caída del imperio hitita [Siglo XII a.C.] comenzó un período de oscuridad o decadencia que podría equivaler a la Edad Media en España para hacernos una idea. Con la conquista de Alejandro Magno [334 a.C. y hasta el 17 d. C.] se convierte en provincia del imperio. Durante todo el gran periodo de dominio romano-bizantino no modificó su cultura, creencias o formas de vida, lo que les interesaba y explotaban era la ruta comercial y los soldados para sus ejércitos. De esa forma la inmensidad de Anatolia seguía a su ritmo, entonces, como ahora, sus productos hortofrutícolas inundaban las mesas imperiales [durante esta pandemia Turquía exportó, principalmente al gran mercado ruso, varios millones de dólares, su mercado turístico también estuvo abierto al visitante].

Los romanos fundaban sus ciudades, pero los lugareños, en muchos casos para sobrevivir, preferían los valles rocosos o lunares que les garantizaban seguir en este mundo y ahí es donde encaja Goreme que pasa por ser uno de los grandes centros a nivel planetario de viviendas troglodíticas o, si lo prefieren, ciudades subterráneas que desafiaban a los invasores, aunque su vida no fuera nada fácil, lograban sobrevivir y sobreponerse a la adversidad. Todo eso ya es historia, recordemos que desde mediados del XX el gobierno decretó dejar de utilizar esas viviendas por los peligros que representaban y hoy languidecen, muchas ya en ruinas absoluta, con lo que podría darse el caso que lo que atrae al viajero acabe desapareciendo.

Foto 3. 

Cuando los selyúcidas penetraron en estos confines, a mediados del siglo XI, había allí más de un millar de sectas que continuaron con su vida. Los cristianos del momento entablaron extensas redes de cooperación y, a veces, eso se refleja en los frescos donde los santos aparecen [a veces] con pinturas de los nuevos sultanes. Apenas dos siglos después de esa relativa tranquilidad y convivencia, aquel cosmos se vería sacudido por el impetuoso invasor mongol.

Uno de los muchos globos finalizando su viaje, descenso a tierra y bolsa del desayuno que te entregan al volver a tierra, momento del brindis y reponer fuerzas 

Para nosotros lo más importante es el camino [la carretera del Sultán] que sirvió de enlace con la mítica Ruta de la Seda que discurría entre Konya-Aksaray-Kaiseri-Sivas, ciudades que, evidentemente, recibirían esa influencia y que, en algunos casos, han llegado hasta hoy: aún son visibles algunos caravasares y mezquitas de aquellos tiempos pretéritos.

Digamos que en esta zona del mundo, el ser humano se ha ido mezclando y de esa mezcolanza el afable pueblo turco que hoy recibe al visitante y viajero del XXI. Unos siguiendo hitos culturales, otros en pos del mítico viaje por el aire que marcará un antes y un después en su vida porque, realmente es una experiencia que marca y porque desde el aire puedes otear la gran cantidad de montañas que dieron personalidad a toda una región que en períodos turbulentos encontró en ellas su refugio.

La perspectiva aérea no dejará de hacer imaginar al viajero aquella época de esplendor e ingenio no sólo para sobrevivir, sino para dejar un legado que hará que te preguntes muchas cosas, sin duda, la más difícil, ¿Cómo lo hicieron? Resulta fácil de responder: gracias al tipo de roca caliza, perdido el basalto superficial, resultará fácil de trabajar y dar forma para convertir esa roca en algo habitable en una zona de endiablada orografía y extremos de temperatura.

Además tenían un ingenioso sistema que rara vez permitía el acceso a los recién llegados para explorar esas ciudades subterráneas: la construcción a varios niveles y las sucesivas bifurcaciones en su interior hace difícil explorarlas si no te las enseña alguien

El autor tras el aterrizaje y al fondo el globo que ya están recogiéndolo para el día siguiente

El espectáculo ante esas montañas horadadas, las figuras que han modelando los elementos naturales o la vida en esos inmensos valles que parecen desiertos desde el aire, son realmente sorprendentes para el que llega a la región por primera vez. El Valle de Goreme encierra, aunque a veces muy deteriorados, varios centenares de iglesias que no dejarán de impresionar al visitante, en algunos casos son de difícil acceso o simplemente están perforadas en medio de acantilados que hoy se nos antojan poco menos que imposible acceder a ellas.

 

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Juan Franco Crespo

Maestro de Primaria, licenciado en Geografía

y estudios de doctorado en Historia de América.

Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas

del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.

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