Gregorio Martín García: «El retrato de una vida, Antonio Romero Raya, ‘El Noni’, 2/2»

Siguen las andanzas de nuestra lejana juventud, la vitalidad de Antonio, cariñosamente apodado “El Noni” era espectacular, había de guardarla para tiempos más recientes en donde la tragedia exige demostrar, al verdadero NONI.

Era el más alegre, el más espontáneo y dicharachero, pasear o hablar con él o en cualquier otra actividad, era pasarlo bien y contagiarse de su buenos modales y comportamiento, que a pesar de ser en sus dichos y hechos muy directo, lo hacía de tal forma que nunca se enfadó con él nadie.

Esto y otras circunstancias de nuestra juventud fue motivo de nuestra larga amistad con toda clase de aventuras, anécdotas y acciones vividas, que disfrutamos ambos junto a nuestros otros amigos, un grupo de diez o doce de Benalúa de las Villas que supieron sacar todo lo que en época de juventud nos ofrece la vida.

Una noche de mayo de principios de los sesenta del pasado siglo, fuimos cuatro ¡no más!. Solo cuatro, a los Espinares a otro baile organizado en tan conocido cortijo, el transporte lo hicimos los cuatro en la cabeza tractor de Pepito Carrillo.

La noche se dio como todas, entonces no se practicaba mucho el ligue, el pudor social, el pudor de las jóvenes mozuelas impedía, e incluso ni se conocía eso de ligar, entonces solo se practicaba el “pretender” que es igual que conquistar, pero como no hubiera amistad con la compañera de baile, entonces era pretender lo que se hacía bailando y podía uno salir con novia de la fiesta al no saber que a esta que ahora pretendían desde hacía tiempo le gustaba y el ¡sí! le daría enseguida a aquellas palabras con las que intentaba pretender y… ¿Qué hacías ahora con novia?… Olvidar todo y ganar el rechazo de aquella mozuela que habías pretendido, sólo como ejercicio practicado cuando no tenías conversación y que en esta ocasión sin esperarlo le aceptaron.

Fuimos cuatro, cuatro fuimos los que ocupamos los espacios del tractor de Pepe Carrillo en la ida.

¡Treinta y siete! … sí ¡¡37!! fuimos los que regresamos en aquel tractor en el que cuatro, y ya éramos muchos. Fuimos al baile… y regresamos a las treinta y siete. ¿cómo? yo aun no lo sé, solo sé que nos contamos varias veces y ¡éramos treinta y siete!. Recuerdo que el último que montó hubo de hacerlo a horcajadas en el cuello y cabeza del conductor Carrillo, lo que decimos en Benalúa a “Bomboronbillo”.


¿Recuerdas, Antonio?, hacíamos gamberradas que de ahí no pasaban para no llegar a sinvergüencería y al otro día, a pesar de la larga velada, estábamos levantados a hora muy temprana para marchar al trabajo. Claro, levantados por nuestros “viejos” que parecía no recordaban que ellos también, fueron jóvenes un día.

Así quedaron en nosotros aquellas costumbres, aquellos usos de nuestros tiempos de ocio y de trabajo. El tiempo nos maduró y en nosotros quedó las rutinas adquiridas, así nos formamos, porque así nos forjaron, hombres de bien, fuertes y trabajados como correspondía aquellos tiempos que corrían.

Emilia, entonces con el sobrenombre de “La Emilica” tenía enamorado a Antonio, de ella decía, en aquellos juveniles años y tempranos días de nuestra existencia que tenía cara de virgen, de Virgen María, y era cierto, La Emilia tenía una bonita cara que atraía.

Y con ella se casó tras una divertida juventud en la que con el grupo de amigos que nos unía y con los que pasamos muy buenos momentos de diversión. Llegado el momento y temiendo que otro le “robara” su amor y cansado de moverse en otros ambientes se movió y se acercó a los de Emilia. Y llegado el momento se declararon su amor del que nacieron tres hijos.

Causa y motivo de su gran responsabilidad en su trabajo, ejemplo y tesón de su reflejo personal que mostraba en cualquier situación y lugar en que había de responder como hombre leal y fiel. Yo fui muchos años testigo de su buen hacer en su profesión, manteniendo durante muchos años un buen cargo y rango en lo encomendado. Era muy alegre y cordial… ¿Digo era…? ¡Es!… muy alegre y cordial en su responsabilidad asignada, si bien hay que distinguir que la alegría y sonrisa en el trabajo no era desdén, eran sus formas educadas y adquiridas en una controlada vida de orden, con proyecto importante para su carrera vital.

Un maldito día de inesperada tristeza, a ese hombre, a Antonio, El Noni le estalló dentro de sí como volcán que explota y lanza al espacio todo lo perverso y malo que arrastra con sus lavas, quemando y destruyendo todo lo que halla en su camino.

Así vino el mal y taponó esa senda y destruyó el protocolo de una vida de una familia modelo y ejemplo de sociedad de este tiempo.

Todo destruido, el sufrimiento ocupa todo lo bueno que había en su cuerpo y vida. Su cuerpo magullado, semi anulado y destruido por el mal de aquella maldita enfermedad.

Su alma encogida y hasta “maltratada en su pureza” llena de temor de zozobra, temiendo a su futuro de incertidumbre colmada y de desventura.

Esta vida de amigo me hizo temblar y pensé en su existencia y pensé en su dolor y pensé que preso estaba dentro de su mismo cuerpo y me preocupé y ¡mucho! Era mi viejo amigo.

Y le visité…aunque aquellas visitas eran poco menos que malditas porque me dejaban ver aquel cuerpo que era, sano y fuerte que al trabajo miraba de frente. “Aquello” ahora todo parecía menos el cuerpo del Noni.

Recordaba su talante y elegancia de antes que, en los ratos de ocio ofrecía con su perenne alegría con su extroversión a todo ser que con él tratara por amistad o en sociedad.

Unos pocos, pero muy largos años han pasado de su “sacudida corporal”. Un infinito tiempo ha sufrido con su fisio, con las máquinas de recuperación, con su psicólogo y médico y ¡¡Lo logró!!, lo logró con ellos o con la ayuda de ellos, pero todo ha sido aguantar dolor. Más dolor, volver a cero y empezar, repetir con ahínco lo que parecía logrado y dormir una noche y otra amargado por no conseguir lo perseguido.

Pero el Noni es mucho Noni. El Noni es dominante, el Noni es grande y con un gran tesón que está logrando vencer a aquel mal que un día vino del éter y sin avisar irrumpió en su cuerpo físico y espiritual.

¡El Noni ya sabe andar! El Noni ya ha “despertado” ha cogido su cara y semblante de antes y, ya ríe y goza de aquellas cosas que le hicieron gozar un día y que ahora ha vuelto a conquistar para poder moverse entre sus gentes y amigos…Y es que “EL Noni es mucho Noni, el Noni es una gran persona… El ¡NONI ES MI AMIGO!

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Gregorio Martín  García

Inspector jubilado de la Policía Local de Granada y

Autor del libro ‘El amanecer con humo’

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2 comentarios en «Gregorio Martín García: «El retrato de una vida, Antonio Romero Raya, ‘El Noni’, 2/2»»

  • el 30 enero, 2023 a las 3:20 pm
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    El Noni, guardo un grato recuerdo de un partido de fútbol en Dehesasviejas con motivo de sus fiestas agosto del 67,yo recuerdo posterior al partido como sé llevaba de calle a todas las chicas del pueblo en él paseo y posteriormente en la verbena su carácter y su saber estar le hacía ser en centro de atención por donde iba qué buen mozo un cordial saludo para el

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    • el 30 enero, 2023 a las 3:57 pm
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      Paco, ya sabes lo que pasaba con las guapas chicas de los pueblos, qué se encontraban muy aburridas en sus aldeas y su máximo deseo era salir de su pueblo y ver mundo. De ahí que, ennoviarse con un forastero creían que era causa y motivo para lograr eso que anhelaban.
      Era por eso que ligar en pueblo ajeno era mas fácil que hacerlo en el de uno. ¿Es que tú no recuerdas cómo cuando llegada un forastero al pueblo las chicas de otra manera se comportaban? Para ver si el forastero se animaba.
      Sí, alguna vez se conseguía y boda había entre la paisana y el forastero que si era de ciudad mas que de pueblo, mas valía la conquista habida.
      Era esto practicado en todos los pueblos y villas, así la raza se reforzaba al ser mezclada con otra de tierras lejanas.
      Paco, cosas del mundanal mundo. Un saludo y un abrazo, amigo Paco

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