Isidro García Cigüenza: «Pedagogía Andariega, 5: Recreamos la Historia»

De cómo el caminar supone un acto de rebeldía pues las reivindicaciones sociales se han llevado a cabo siempre en la calle y avanzando junto a otros.

Te preguntarás, Molinera, de qué voy vestido. Qué carnaval o fiesta de disfraces vamos a celebrar hoy con los niños.

No se trata de ninguna mascarada y menos aún de una pantomima. La cosa va en serio. Se trata, ni más ni menos, que de una Recreación Histórica. Una representación viva de acontecimientos que tuvieron lugar en el pasado y que dejaron una impronta emocional en los descendientes de quienes los vivieron, es decir en los antepasados de estos mismos niños.

En el caso de hoy se trata de revivir sucesos que tuvieron lugar en la villa de Estepona (Málaga) allá por el año de 1831 y en torno a la figura de Salvador Manzanares. Sí de Manzanares y sus compatriotas liberales. Compañeros de lucha que pretendían devolver a España la dignidad constitucional que el felón de Fernando VII había mancillado y pisoteado. Un gesto que, como al propio Manzanares, Torrijos, María Pineda y a tantos y tantos liberales de la época, les costaría la misma vida.

No; no me mires así. Ya sé que los maestros no debemos tomar partido en asuntos tan controvertidos. De sobra sabes que nunca, ni en temas políticos, ideológicos o religiosos doy mi opinión ante ellos. Que antes bien, procuro que sean los propios niños los que, al igual que hacemos con las Matemáticas, la Química o la Geografía, se interesen por el asunto, indaguen y saquen sus propias conclusiones.

Y precisamente estas Recreaciones nos vienen como anillo al dedo para, practicando la Pedagogía Andariega, encontrar un precioso estímulo para posteriores averiguaciones. Y lo más bonito del tema es que este aprendizaje les va a venir precisamente, no de boca del profesor, ni del libro de texto o de lo que digan los tutoriales de la Wikipedia, sino de la mano de sus propios vecinos, padres y abuelos. Ellos, la gente llana del pueblo, serán los que los que, vívidamente, con sus trajes, canciones y al grito de ¡Viva la Libertad! ¡Viva la Constitución! les introduzcan en su propio pasado. Un pasado que, sin lugar a dudas, les ha de servir para defender en un futuro las libertades, sus derechos y la democracia.

Ya… Ya sé de qué te ríes. Por el movimiento de tus orejas sé que, por dentro, te estás riendo. Que me estás reprochado lo que llevé a cabo en octubre con los chavales de la Recreación de los Bandoleros de Grazalema (Cádiz), a propósito de la exaltación en aquella ocasión de la figura de José María Hinojosa “El Tempranillo”. Pero ¿qué quieres? ¿Cómo iba yo a echar más leña al fuego, sumándome a aquellas luchas bandoleriles donde las diferencias se solventaban a base de navajas y trabucazos? ¡Ja, ja ja! Recuerdo la cara que puso el presidente de la Asociación que nos había invitado a guiar didácticamente a los niños de su pueblo por aquellos vericuetos históricos cuando escuchó lo que decíamos. Él, tratando que los pequeños imitaran la teatralización de los mayores; y nosotros, al tiempo que paseábamos por plazas y templetes, insistiéndoles en que nosotros, tú y yo, dirimíamos nuestras diferencias dialogando en vez de hacerlo a base de palos, gritos, mordiscos o coces…

Recordarás también las otras Representaciones en las que participamos todos los años: las de Algodonales (Cádiz), Montellano (Sevilla), El Burgo (Málaga) , Montejaque (Málaga), Gaucín (Málaga) o la misma “ Ronda Romántica” de Ronda la del Tajo profundo. Recreaciones en las que el tema de la resistencia de los españoles frente al invasor francés en la época de Napoleón es el tema recurrente.

Con todo, la que pedagógicamente me parece más enriquecedora, es la Recreación que el primer domingo de agosto hacemos en el pueblo de Benalauría, en torno al enfrentamiento habido en épocas pretéritas y en el reino Nazarí de Granada, entre los musulmanes y cristianos de tiempos de los Reyes Católicos. Sensibles a un auditorio hambriento de paz y convivencia, allí se le ha dado una vuelta de calcetín a los textos y, lo que antes era anatema, sumisión y expulsión, ahora se dirime con una más que vitoreada y aplaudida reconciliación. ¡Genial!

Nuestro papel en estos actos, trágicos y en muchas ocasiones virulentos, es, como dije, la de suavizar la impresión que pueda revertir en los niños. A veces, el papel que les dan en ciertas escenas no es el más apropiado. Me acuerdo de aquel niño que, vestido de soldado francés, desfilaba orgulloso, embutido como iba en su elegante traje de gabacho. Lo triste del caso sucedió cuando los que hacían de guerrilleros españoles le imprecaban y ofendían con insultos propios de la narración. ¡El pobre niño, sensible a aquellas imprecaciones, vino a mí llorando desconsolado sin saber por qué le insultaban de aquella manera, si él –me decía- “no había hecho nada malo”! Por eso prefiero ser yo quien suavice la historia y la haga más digerible para el entendimiento y la personalidad infantiles.

En la Recreación a la que vamos hoy, hemos conectado previamente con sus profesores y acordado su participación en actividades eminentemente lúdicas y participativas. Nuestra intención es que, tanto niños como jóvenes, protagonicen aquellas escenas cotidianas en las que se pongan de relieve las costumbres de la época. Ellos van a ser los que lleven los portaestandartes, jueguen, bailen, reciten y canten. También, a posteriori, los que narren, escriban y dibujen acerca de las escenas que han vivido: única manera de saber el grado de asimilación e impacto que han tenido en ellos los hechos que se conmemoran. Los librillos de la colección “Arre burrita”, son buena muestra de ello.

Sí, Molinera… ¡Ya sé que tú también juegas un papel esencialmente didáctico en todo ello! De alguna manera, tu presencia y actitud bonachona mitiga la posible violencia que se genera. El papel que los animales habéis jugado en guerras y enfrentamientos entre humanos es algo delo que no se os ha hecho justicia suficiente. Elefantes, caballos, camellos, perros o palomas… todos al servicio de la estulticia humana, sin comerlo ni beberlo. Por eso me gusta llevarte conmigo a todas las Representaciones a las que acudo.

Los niños se acercan a tocarte, acariciarte o darte de su propia comida. De alguna manera, como decía, tu protagonismo pacífico ante tanta revuelta, humo de cañones, bastonazos, patíbulos y disparos de fusil resulta imprescindible. A la postre, viene a resultar la mejor lección de vida que niños, jóvenes y mayores podemos recibir.

 

 

 

Isidro García Cigüenza

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