En una “Guardería”, en un aula de Educación Infantil y en una Residencia de Ancianos
No, no me refiero a mí mismo. Cuando hablo de “Pasión por el Aprendizaje” (lo de “Pasión por la Enseñanza”, me parece algo tan longevo como la edad de Matusalén), hablo de lo que he visto y sentido en los sacrosantos lugres a donde he acudido hoy, Molinera: a una “Guardería”, a un aula de Educación Infantil y a una Residencia de Ancianos.
A ti no te he llevado porque se trataba de tres lugares situados en plena ciudad de Granada, donde las circunstancias desaconsejaban tu presencia: centros restringidos, suelos resbaladizos y una seguridad-salubridad muy exigente. En tu nombre he llevado, bien al contrario, una burrita de esparto, montada sobre ruedas eso sí, que te representaba en efigie. No te ha importado, ¿verdad?
Tengo que confesarte que llevar a cabo estas tres experiencias me ha supuesto sacarme momentáneamente una espinita que tenía clavada en mi corazón pedagógico. Ya desde mis años de alumno de Magisterio llevaba dentro de mí un desasosiego, una sensación que me producía disgusto y contrariedad. Se trataba de la crítica demoledora que se vertía sobre nuestro admirado Jean-Jacques Rousseau: y es que se habla de que había desatendido las obligaciones paterno-educativas para con sus hijos, abandonándolos en una Institución benéfica, “L´hôpital del Enfants-Trouvés”, para niños desamparados.
En el caso de mis dos nietecitas, Clara y Mar, el abandono no provenía de sus padres, Elena y Pablo, (admirables, por otra parte, en todos los sentidos), sino por parte mía. Hablo de mis obligaciones educativas como abuelo…
Durante las vacaciones y fines de semana que estamos juntos… sí. Entonces me deshago con ellas: el taller de cerámica, la huerta, los juegos en el río, la búsqueda de indicios, los paseos juntos… Pero, ¿qué les sucedía a ellas el resto de días? ¿Qué vivencias tenían durante esas interminables jornadas que transcurrían en el curso escolar y que yo ignoraba? ¿En qué manos quedaban? ¿Qué metodologías didácticas aplicaban los profesores-tutores bajo cuyo cargo estaban?
¡Había llegado el momento de romper el hechizo, la restricción normativa que impedía que los adultos entráramos en sus aulas durante el horario lectivo! La “covid” había hecho sus estragos también en el ámbito de la comunicación personal y familiar con los responsables educativos. ¡Pero si hasta la mayor, Clara, me había advertido que yo no podía entrar…, que sólo pasaban los niños…!
Pero nosotros lo hicimos a lo grande, Molinera. ¡Hasta tuvieron que abrirnos las puertas dobles para poder pasar con nuestro cargamento de burra, serones, alforjas, libritos, piensos y regalos…! Claro que sin la aquiescencia, invitación y extraordinaria disposición de tutores, dirección y Ampa, esto no hubiese sido posible… Fue con motivo del Día del Libro como nos colamos dentro. Y la experiencia fue tan extraordinaria que, a raíz de conocernos y experimentar juntos nuestra Pedagogía Andariega, hemos acordado los educadores en vernos en sucesivas ocasiones…
¿Y las caritas de los niños al ver a tan estrambótico personaje apareciendo como caído del cielo, dando saltos, haciendo muecas y tocando la armónica? Aquel arrierillo con su acémila de mentirijillas, cargada hasta los topes… ¿Qué ensoñación, qué fantasía, qué alucinación corría por sus cabezas al escuchar a aquel duendecillo que, con audífonos en las orejas de puro viejo, les invitaba a corretear de una parte para otra, salir al patio, sentarse en el suelo y escuchar las historias más insólitas en los lugares más insospechados: subidos en las mesas, en los toboganes o dentro de los neumáticos de ruedas de camión que allí había?
¿Y mis nietas…? ¿Qué pensarían mis nietas? ¿Me reconocerían como su abuelo? ¿Sentirían vergüenza al ver cómo me arrojaba por el suelo, caminaba por encima de las mesas o me cubría la cabeza con mil y un sombreros, a cual más estrambótico? Secretamente te diré, Molinera, que la procesión, la preocupación por lo que sentirían la llevaba yo por dentro… Pero ,-¡Qué demontre! – me dije-. Si los otros niños se divertían con las patochadas que hacía, ¿por qué no se iban a divertir también ellas? ¡Y así fue! ¡Abuelo –me dijo la mayor una vez en casa y al tiempo que me abrazaba- he alucinado! La más pequeña no hizo falta que me manifestara nada, pues me pedía insistentemente que prosiguiera contándole las aventuras, canciones y cuentos que, allí en su “Guarde”, habíamos iniciado…
Sus “seño” Mari Carmen y Nati, estaban encantadas. También ellas habían seguido nuestros trajines con tal entrega, generosidad y comprensión que llegaron, ahora a mí, a emocionarme…
La presencia, sin comerlo ni beberlo, de nuestro editorialista del periódico, IDEAL EN CLASE de Granada, Antonio Arenas, así como de mi compañera, la abuela María, vino a completar la felicidad de aquel encuentro…
En la residencia de ancianos
Lo de la Residencia de Ancianos fue por la tarde… Excuso decir que también aquí mi preocupación por encajar, por conectar con aquella panda de niños grandes, era enorme (por lo de menos cuarenta personas, sentaditas en sus sillas, de ruedas muchas de ellas, en torno a un limonero). Pero si la entrega de aquellas profesoras, de aquellos niños del Colegio fue sorprendente…, más aún lo fue, si cabe, la atención, participación y alegría de estas monitoras y estos ancianos.
Nuestra visita aquí no estuvo encauzada por la familiaridad de mis nietas, sino por la de una antigua alumna, Diana, que me había pedido encarecidamente que llevara a su lugar de trabajo un poquito de mi alegría y saber estar entre mayores… Nuestras aventuras y recorridos por estas Sierras Penibéticas, en busca de un afán apasionado como es el itinerario que desde la Bahía de Cádiz habíamos realizado hasta La Alhambra, les hicieron revivir sus tiempos jóvenes. Tiempos, en cambio, los de ahora, en los que cualquier bosquejo de su libertad perdida les llegaba al alma….
No puedo seguir escribiendo, Molinera. Las lágrimas de emoción humedecen mis ojos y un “no sé qué” paralizante atora mis dedos y me impiden seguir escribiendo. Me debo estar haciendo mayor, también yo. Sólo me queda transcribir lo que Julia, la directora del Centro Infantil, escribió a los padres en su página de Facebook. Basten sus palabras para concluir una experiencia que va más allá de Didácticas y Pedagogías. Una experiencia que bien vale todo un tratado de participación y convivencia, imprescindibles en esta “Pasión por el Aprendizaje” que, como decía nos mueve y nos conmueve. Una conclusión final, Molinera : donde fui a enseñar…, acabé aprendiendo.
Isidro y su PEDAGOGIA ANDARIEGA
¿Que quién es Isidro?
Isidro es el abuelo de una de nuestras alumnas, maestro jubilado, apasionado de la enseñanza.
La «Pedagogía Andariega que desarrolla la lleva a cabo caminando por pueblos, montes y valles a la búsqueda de unos recursos didácticos con que entusiasmar y compartir aprendizajes con los niños y jóvenes que tiene a su cargo.
Y lo hace acompañado por su burra «Molinera”. Sí, sí, una burra de carne y hueso.
En esta ocasión nos ha honrado con su presencia en Castalia, dando muestras de su sabiduría, de su amor y capacidad de adaptación a las diferentes etapas educativas. Su alegría y entrega nos ha contagiado a todos, chicos y grandes.
Por todo ello, nuestro sincero agradecimiento. Su presencia deja huella.
¡GRACIAS ISIDRO!
Isidro García Cigüenza
Blog personal ARRE BURRITA