¿Sabes, Molinera? Que el profesor deje de ser el centro de referencia para adquirir los aprendizajes mínimos que permitan al alumno pasar de nivel, es un hecho asumido, aunque, a poco que hurgues, dentro del aula no se le vea la punta.
Que su nuevo rol sea el servir de apoyo a los estudiantes para el logro de sus metas personales de aprendizaje… es otro de los ganchos propagandísticos que utilizan muchos Centros para ampliar la matriculación. También esto resulta un fiasco, ya que, basta que te asomes a las ventanas de sus aulas, para ver allí a 25 alumnos como sardinas en lata.
A la hora de la verdad y a poco que escarbes, lo único que se nos ofrece como novedoso en la pedagogía posmoderna al uso es un modelo tecno-educativo que, bajo las siglas HyFlex, pretende una formación flexible a mitad de camino entre las tareas tradicionales y las puramente digitales de nuevo cuño o “tecnologías de diseño universal para el aprendizaje”. ¡Y para colmo, a los profesores ya no nos llaman educadores: nos dicen “educoaches”!
Cuando empecé mi labor educativa (tú no habías nacido aún burrita mía) las experiencias pedagógicas que nos deslumbraban eran aquellas que se habían llevado a cabo en Centros donde los alumnos presentaban problemas de conducta, trastornos de aprendizaje o necesidades socializadoras. La imposibilidad de seguir con ellos una educación reglada permitía a los educadores más inquietos buscar soluciones fuera de lo establecido. Soluciones que acabarían haciéndose extensivas a todos los niños y jóvenes. Al día de hoy aún muchas de aquellas técnicas se siguen utilizando como señuelo mercantilista, ofreciendo materiales súper educativos, aulas multisensoriales y relaciones unipersonales…)
Más adelante nos dejaron hipnotizadas las teorías constructivistas y psico-cognitivas, extraídas de aquellos modelos nórdicos, anglosajones y orientales, que nos llegaban envueltas en el celofán colorista, pero fofo, del “excelente rendimiento académico”. Como revulsivo propiamente hispano y revolucionario, nos cautivaron también aquellos modelos socializadores para adultos provenientes de Sudamérica o aquellos otros francamente buenos aportados por Freinet y compañía…
Abreviando, y hasta antes de ayer el “Aprendizaje basado en Retos”, el “Aprendizaje Vivencial”, el “E-learming”, el “Pensamiento de Diseño” o la “Neuroeducación” han sido palabras mayores que, envueltas en siglas inglesas, se nos mostraban y muestran aún, como la varita mágica del “Abracadabra” educacional.
Desde ayer, chispa más o menos, nos hallamos inmersos en una paranoia tecno-digital de la que no te voy a contar nada por haberlo tratado el otro día contigo. Como anécdota sólo te comentaré que una asidua lectora, a raíz del artículo que publicamos, tuvo a bien dedicarnos este elogio: “¡Ya era hora que, pedagógicamente, alguien le plantara cara a la Memoria Artificial que se nos viene encima!”.
La cuestión que me preocupa en este instante es la manera, dialécticamente hablando, de conseguir que se entienda que la Pedagogía Andariega no está en contra de los avances que dicha metodología tecno-digital trae consigo; antes bien que los asumimos, como en su día asumieron otros educadores la imprenta (léase en negativo los libros de texto), la luz eléctrica (la escolarización en interiores, al margen de la luz solar), el teléfono (a costa de la comunicación abierta y directa) o el ordenador (en detrimento de la propia experimentación). Inventos todos que, trabajando bajo el arquetipo de “modernidad”, han venido a concluir en meros recursos para la inmediatez y superficialidad del aprendizaje. Pero es que… ¡señores! educar es otra cosa!
Me gusta recurrir, para las edades con las que trabajamos, a lo importante que resultó en nosotros, los humanos, la experiencia de aprender a caminar, a nadar, a hablar o a andar en bici. Y todo a base de caernos, chapurrear o tragar algún que otro buche de agua, según el aprendizaje requerido. ¡Y todo sin necesidad de los inventos de los que hemos venido hablando! Inventos ¡agárrate, Molinera! que como los chabots de moda utilizan técnicas de inteligencia artificial para comprender la escritura, la voz y el lenguaje corporal de los alumnos con el fin de dar sentido –nos dicen- a los patrones de comunicación y comportamiento…. ¡Ahí queda eso!
Nosotros, ya lo saben bien nuestros lectores asiduos, propugnamos la desaparición de las “escuelas” como lugar de aprendizaje, potenciando como alternativa las bondades del aprender caminando, indagando y razonando… Y no. No estamos hablando a una moda pasajera al albur de los “nuevos tiempos”. Estamos incidiendo en la misma esencia del ser humano; en la forma que tenemos de construir nuestro conocimiento, compromiso y personalidad. Un ser que ha conformado su cuerpo, su cerebro y su afectividad a base resolver las dificultades y tesituras que ha ido hallando en su deambular tanto por el espacio, como por el tiempo. Por eso estamos tan seguros de las bondades de nuestra Pedagogía Andariega.
Pedagogía que parte de los recursos que nos ofrece el paisaje y el paisanaje sean estos rurales o urbanos. Pedagogía que requiere del alumno movimiento, interés, compromiso social; aproximarse hasta los lugares y las personas del entorno que, mostrando admiración o dominando saberes y oficios nos puedan ayudar en nuestros objetivos vitales. Recuerda: aprendizaje a partir de la colaboración con personas, talleres, empresas…
¿Sabes la última propuesta didáctica que, al día de hoy y como ocurrencia genial, nos ofrece una Universidad que se las da de innovadora para la concesión de sus diplomas? Las One Health. Escribo textualmente:
“El concepto One Health engloba titulaciones vinculadas con la salud de las personas, los animales y el medio ambiente. Todas estas titulaciones, incluyen en su metodología proyectos reales, workshops, visitas a empresas y talleres impartidos por profesionales de cada sector. Ese aprendizaje se refuerza con las prácticas laborales en empresas. Un método que se traduce en una tasa de empleabilidad del 91,2% pasado un año de la graduación.”
Y me pregunto yo: ¿Por qué utilizar esa metodología solamente en ciclos universitarios? Y en los ciclos anteriores… ¿mantenemos a niños y jóvenes sentados en sus pupitres con la única ventana abierta al exterior que los libros de texto, el discurso del profesor o los recursos “engañosos” (por artificiales) de la pantalla del ordenador?
¿Sacamos sólo puntualmente a los niños al exterior para visitar un zoo, un parque de atracciones, una fábrica de chuches o un museo turístico? Para que me entiendas, Molinera. ¿Sacamos, como hace mi vecino con su perro, a los niños a la calle sólo para que meen, caguen, conozcan los alrededores y se relacionen con sus semejantes a base de tironazos de la cuerda del dueño que le sujeta?
Isidro García Cigüenza
Blog personal ARRE BURRITA
artífice e impulsor
de la Pedagogía Andariega