Conozco a bastante gente y sobre todo hombres, que no habían ido a Granada hasta llegar la fecha en que lo median para el Servicio Militar y como dicho día era costumbre, arraigada en Benalúa, estrenar un traje, pues ahí tenéis al catetillo con veintiún años bajándose de la Alsina en aquella especie de corral donde se encerraba en Graná. Y ya tenías un boquiabierto que todo lo que veía lo hacía con desmesurada curiosidad, con cara de pasmao, casi de espanto y lerdo que miraba de reojo por si alguien se acercaba a “echarle las cagarrutas” de lo que en su pueblo le habían avisado.
Y era por todo ello por lo que se daban anécdotas que ahora nos parecen poco creíbles que así ocurrieran.
En una clase del idioma francés, lengua entonces estudiada como segunda tras el castellano y cuando aún el inglés a los institutos no había llegado, al buen y extraordinario profesor de dicha lengua gala, se le atravesó, una tarde en la clase, una palabra con la que no atinaba a traducir porque nunca antes supo de ella, y el hombre estaba intrigado y hasta algo contrariado de que en la página de la lección del día apareciera un palabro que nadie conocía, no solo en clase sino en toda la comunidad, la gente se había obsesionado con el célebre “palabro”: “Yogurt”, en francés. En español yogur.
No se dudaba de su pronunciamiento en francés ni de sus formas gramaticales, lo único que no se sabía era qué significaba, ni aun cuando su pronunciación en francés es casi igual que en español pero la realidad del tema es que, nadie sabía que era un yogur.
Simpático dilema. Hasta se elevaron consultas y preguntas a estamentos superiores: ¿Qué es en Francia Yogur? La respuesta se hizo esperar, algunas llegaron que la identificaban con una comida francesa que servía de postre y era algo semisólida y estaba hecha con leche.
Seguía la curiosidad, ésta terminó cuando alguien un día trajo al colegio un yogur. Pasó por varias clases para que todos lo vieran y algunos intentaron hasta probarlo y ya nos dijeron con cara de asco, que era muy amargo.
Pasados unos días ya sabíamos todos lo que era un yogur, bueno sabíamos que en Francia los consumen pero nada más, solo que lo habíamos visto y algunos lo habían probado desaprobando su sabor.
Me pregunto: ¿En los tiempos presentes cualquier cosa parecida a un yogur hubiera despertado tanta curiosidad como aquella? Con seguridad que no, ahora todos estamos “curados de espanto”, ahora algo parecido ni nos hubiera distraído el más mínimo tiempo. Por varias razones.: Lo tenemos casi todo, nuestros cerebros y mente están más que acostumbrados a estos pequeños acontecimientos. La vida es mucho más rápida y no se tiene tiempo para esto amén de tenerlo todo y no sentir deseo de nada. Y es que…¡¡¡Los tiempos han cambiado!!! yo vi un yogur a mis nueve años, los quintos de mi pueblo iban a Granada la primera vez de su vida a comprar el traje para el día que lo median para entrar en quintas o para cuando se iba a casar y todos pobres temerosos cuando pasábamos del pantano Cubillas.
El mundo transforma y nos entra el momento en un vivir nuevo que no conocíamos…y seguimos con miedo a ser cateto y que nos dieran a tragar las cagarrutas.
Mientras los arados rotos y otras averías de lo poco que se tenía seguían arreglándolos con alambres o ramales porque estábamos casi, en la edad de piedra. O si no, díganme cómo y cuáles eran los mosaicos de las casas… pues hermosas losetas de piedra. Cómo se construyen la mayoría de los tabiques y paredes… pues con una “jartá” de ramales atados a unos maderos que cubrían con yeso. En esa etapa nacimos los de mi generación y eso vimos, al menos hacer a nuestros mayores y de ahí partimos hasta donde nos encontrarnos ahora… en 2023, época del internet al que pisando los pies vienen cosas más modernas y alejadísimas de los ramales, el alambre y las piedras.
….-Final
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Inspector jubilado de la Policía Local de Granada y
Autor del libro ‘El amanecer con humo’