Mens sana in corpore sano
En Sargentes de la Lora,
burgalesa población,
vino al mundo en un buen día
el ilustre Andrés Manjón,
personaje que merece
la más alta distinción
por ofrecer su existencia
a la loable labor
de marcar un hito histórico
en pro de la Educación.
En una lúgubre escuela
de su pueblo recibió
los primeros rudimentos
en su inicial instrucción,
mas, pronto en el seminario
sus estudios amplió
convirtiéndose aquel niño
en egregio profesor
de clase universitaria
que con rigor ejerció
por diversas facultades
del territorio español.
En la ciudad de Granada
siendo aún joven se instaló
resaltando su talante,
inteligencia y razón
en las tareas académicas
ejercidas con rigor;
pero en su pecho alumbraba
la luz de la religión
con la llamada de Cristo
a la cual se consagró
haciéndose sacerdote,
su anhelada vocación
y hoy Andrés Manjón camina
a la beatificación
venerándose sus restos
bajo el mismo altar mayor
de la iglesia junto al Darro
como ofrenda al fundador.
Pedagogo, catedrático,
virtuoso educador,
erudito, canonista,
patriota español,
un hombre íntegro y bueno
que allá por donde pasó
destacó su honestidad
y un profundísimo amor
por los más necesitados
en los que siempre basó
el gran afán de su vida
con eximio pundonor.
Forja de almas
Bajando del Sacromonte,
aupado en su borriquilla,
escuchó que en una cueva
voces de niños y niñas
recitaban oraciones
con cadencia cristalina
dirigidos tiernamente
por una dulce ancianita.
A partir de ese momento
en su interior resucita
una idea transcendental
que por su alma bullía
fundando las ejemplares
escuelas del Ave Maria.
A estos sencillos colegios
diariamente acudían
niños que en insanas cuevas
con sus familias vivían
y en las aulas manjonianas
con cariño recibían,
además de educación,
vestimentas y comida.
El cosmos avemariano
se ampliaba día a día
convirtiéndose en modelo
de excelsa pedagogía
e innovadoras didácticas
que, además de divertidas,
formaban a los alumnos
y entre juegos aprendían
áreas del conocimiento
que jamás olvidarían.
Docere ludendo
También fundó D. Andrés
un meritorio internado
para cultivar maestros
de linaje avemariano
que instruyeran a los niños
en el ambiente más sano
que da la Naturaleza
a la vera del río Darro,
con la bóveda del cielo
como maternal regazo
y un camino luminoso
escalando el Monte Sacro.
Frente al colegio, la Alhambra,
entre rojos y dorados;
algo más lejos, la sierra
envuelta en su níveo manto;
y desde Jesús del Valle
bajan las aguas cantando,
mezclándose con las risas
de niños avemarianos
que aprenden y se recrean
a la sombra de los álamos.
El emblema que marcó
los métodos manjonianos
fue la escuela al aire libre
para así «Educar jugando».
Una pedagogía práctica
vivificando lo humano,
de didáctica avanzada
y un objetivo muy claro
que en las escuelas estuvo
desde el principio arraigado,
radicó en forjar personas
con espíritu cristiano.
Recordar a D. Andrés,
no sólo en su centenario
sino a través de los tiempos,
es muy justo y necesario
por crear unas escuelas
que por doquier implantaron
sus sistemas pedagógicos
altamente valorados
y desde la Casa Madre
a tantos sitios llegaron
para instruir a personas
con el sello avemariano.
Leer más romances de
(Antiguo alumno avemariano)
Profesor jubilado y escritor, autor de
‘Ortografía práctica del español’, ‘Ronda para niños’ (inglés),
‘Federico en su centenario’, ‘Las acacias del Macabe’,
‘Cervantes y Don Quijote’, ‘ La boca del infierno’. ‘En la noche de San Juan’
‘Mencía de Mendoza. La nieta del cardenal’
y ‘La historia de España en verso’