En esta tercera y última parte nos adentraremos en el siguiente punto en que derivará el pleito entre los dos pueblos del Cenete. Será la posesión en sí del agua de la acequia Alta. Los de Jérez pondrán todo tipo de impedimentos a dejar pasar el agua de la noche; un corte premeditado que causará grandes pérdidas “en las siembras” de su vecino. Así, este pleito, conocido como pleito posesorio, acabará en 1686, reconociendo el derecho que venía teniendo Cogollos e imponiendo una fuerte sanción económica a Jérez; una sanción que, finalmente, les será condonada.
Al año siguiente el Monasterio volverá a solicitar que se revisase la cuestión del agua embarcada que les era muy desfavorable, pues, los de Jérez, “la tomaban por los sitios que les parecía y no por el de las Jairolas”. Ante ello, por Auto de 7 de julio de 1689, se determinó un reparto salomónico de “doce horas de agua de dicha acequia”, sin que en este tiempo de distribución exacto ninguno se la quitase al otro y que, para decidir por dónde efectuar mejor el reparto del agua, se reuniesen los dos Concejos. Una reunión harto improbable que se llegase a concretar nunca.
Mientras tanto, desde Jérez, ahora sí, se centrarán en su principal y más determinante demanda: la propiedad de todas las aguas de su término. Se tratará del pleito de propiedad, que ya tenían previamente iniciado. Un interminable proceso judicial que abarcará desde 1683 hasta 1739. Éste es, sin duda, el periodo más convulso y complicado de todo este litigio, pues se reclamaba la total propiedad de “todas las aguas que nacen y pasan por su término, sin obligación de partir ni dar aguas a otros algunos convecinos que pretendiesen intereses”. Y, este es el contexto en que se realizó el “paño de pintura” que encabezaba estas líneas en su primera parte.
En los ajustes de cuentas de la Obra Pía durante todos estos años se pueden observar las cuantiosas sumas que costaba a la parte de Cogollos su mantenimiento: abogados, procuradores, escribanos, memoriales, hospederías en Granada… Unas cantidades que en varias ocasiones vendrían a triplicar la renta anual del censo establecido. Unos gastos que, igualmente, podemos suponer a la parte contraria, es decir, a Jérez.
Será un periodo de crisis que conducirá a graves altercados entre las dos poblaciones e, incluso, se llega a mencionar el intento de agresión a uno de los monjes. Unos momentos de especial dificultad e incertidumbre que, por el año 1718, llevarán a plantear, tanto al Convento como al Marqués de Villena, la venta urgente y definitiva de Cogollos –y, por extensión de toda la Obra Pía–, que no tuvo comprador. O, en todo caso, su permuta; que sí se les llegó a ofrecer y que únicamente no aceptaron porque las tierras ofrecidas “no son de calidad igual y equivalente”.
Una vez abandonada la idea de desprenderse de las “posesiones granadinas” centrarán todo su esfuerzo en la “defensa rigurosa del pleito, sin reparar en gastos”. Para ello solicitarán, además, la implicación máxima de los vecinos del pueblo; tal como llegará a reconocer el propio religioso de que “se les estrechaba en las aportaciones para pagar las costas”. Unas contribuciones en especie que se comprueban en las sucesivas entregas de trigo y de cebada, así como de diversas aves domésticas a modo de gratificaciones. De esta etapa encontraremos el primero de los documentos impresos, el llamado “Manifiesto Jurídico” o “Papel en derecho que escribió sobre el Pleyto con el duque del Infantado y Xérez sobre el agua de Cogollos”.
En 1724 se dio la sentencia de “Vista”. En líneas generales, resultará favorable a la parte de Cogollos. Una sentencia que, confirmada en “Revista”, el 6 de octubre de 1730, incluirá como principales novedades: que el agua se debería tomar desde el mismo río, es decir, desde la presa del Rincón y, en segundo lugar, que les correspondería toda el agua embarcada a la salida del sol; por tanto, los de Jérez deberían dejarla “escurrir” completamente en cada tanda.
Una vez escuchadas las “suplicaciones” finales de Jérez, en el mes de febrero de 1739, se llevará a cabo el acto de “toma de posesión”. Para ello, un “receptor” de la Real Chancillería se desplazará a notificarlo. Primero se dirigirá a Jérez: “y, situados en el corral del Rincón, dicho Concejo y vecinos, quedaron enterados en que han de tomar el agua por el mencionado sitio, desde que nace el sol hasta que se pone y no impidiendo a los vecinos del lugar de Cogollos el que se valgan de la que queda embarcada en dicha acequia”. De modo similar les sería trasladada la resolución a los alcaldes de Cogollos.
Un desenlace final, no muy diferente del que encontraríamos en su origen, que, con ligeras variaciones, se mantendrá en el tiempo sin mayores altercados. Entre las nuevas modificaciones, introducidas a lo largo del siglo XIX, Jérez volverá a recuperar la posesión del agua embarcada. Un reparto final que, como todos saben, desde entonces, se organiza y administra desde una misma comunidad de regantes. Así, hasta hoy. Un sistema de irrigación de origen andalusí que, en Cogollos, se complementará posteriormente: respecto al riego, con la construcción de un nuevo embalse o “pantano”, en el año 1978, y, con un abastecimiento de aguas subterráneas, en 1981, el pozo de las “Cañaillas”.
Todo un proceso judicial que, después de tantos años de sufrimientos, privaciones y esfuerzos baldíos que, para concluir, hace que nos planteemos algunos interrogantes: ¿qué habría sucedido si Cogollos no hubiese contado con el respaldo del Monasterio del Parral? o, ¿en qué podría haber derivado el juicio sin la aportación documental de las escrituras arábigas; que, a la postre, resultarían decisivas para demostrar la mayor antigüedad del poblado? O, en una tesitura totalmente distinta, ¿el pleito habría marchado por los mismos derroteros si ambos pueblos se hubieran encontrado bajo el mismo ámbito señorial, como podría ser el caso de las disputas entre Aldeire y La Calahorra, de Lanteira y Alquife, o, si me apuran, entre Albuñán y Jérez; que nunca alcanzaron semejante intensidad y virulencia? Todo un difícil y arriesgado ejercicio de imaginación con el que hemos intentado rescatar una vieja problemática vital y que, en estos momentos de sequías tan prolongadas y olas de calor tan interminables, seguramente nos hará valorar, más aún, si cabe, la importancia del agua y la emergencia del cambio climático que nos atenaza.
* (Tercera parte de una de las ponencias que se iba a presentar en las Jornadas Culturales de Cogollos de Guadix, que se deberían haber celebrado el pasado 25 de agosto de 2023 y que fueron censuradas por su Alcalde al considerar a los ponentes contrarios a su opción política)
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Maestro del CEIP Reina Fabiola (Motril).
Autor de los libros ‘Cogollos y la Obra Pía del marqués de Villena.
Desde la Conquista castellana hasta el final del Antiguo Régimen‘,
‘Entre la Sierra y el Llano. Cogollos a lo largo del siglo XX‘ y coautor del libro
‘Torvizcón: memoria e historia de una villa alpujarreña‘ (Ed. Dialéctica)