Juan José Gallego Tribaldos: «Romancero de los caminos de España: Alhama de Granada»

El camino de Ibn Batuta
nace en la antigua Malaca,
cruza la hermosa Axarquía,
se yergue hasta Zafarraya,
vaga por la Alcaicería
y se adormece en Al-Hammam
demorando retomar
el sendero hacia Granada.

 

Asomada al río Marchán,
donde se entibian las aguas
y los juncos balbucean,
se adhiere impasible Alhama
deslumbrada por la luz,
que toda confusión sana,
todo lo templa y lo postra,
todo lo aquieta y lo encalma.

Atardeceres sangrientos
lacerados por sus llamas,
inmersos en el mutismo
que desprenden las montañas
meditabundas e insomnes
por Tejeda y Almijara.

Colgada sobre una roca
como los nidos del águila,
vio Teófilo Gautier
la etérea villa de Alhama.

El origen de esta tierra
pocos datos lo constatan
pero dejaron su mies
culturas mediterráneas
que esparcieron por El Temple
semillas de tolerancia.

Roma la llamó Artigi
y los árabes, Al-Hammam
quedándose para siempre
el bello nombre de Alhama.

Regios arcos de herradura
con bóvedas apoyadas
en trompas del siglo XII
de califal arrogancia,
enmarcan las termas árabes
que se acunan en La Estancia.

La huella de los moriscos
palpita en calles y plazas;
mas las gestas se cimbrean
en leyendas arraigadas
y en romances fronterizos
en los que el rey de Granada
llora con desolación
por la pérdida de Alhama.

Su castillo torreado,
las renombradas murallas
y el agreste emplazamiento,
dan a la villa de Alhama
una perspectiva exótica
de serena aristocracia.

Expirando el siglo XV,
en las guerras de Granada,
padeció cruentos asedios
al disputarse la plaza
tanto el alfanje del moro
como la espada cristiana.

Después, con Napoleón,
se tallaron nobles páginas
al domar la inteligencia
la insensatez de las armas.

Curiosos impertinentes
de la época romántica
soñaron con bandoleros
en visión idealizada:
salteadores de caminos
con trabucos y navajas
a quienes nunca vio nadie
pero todos de ello hablaban.

Lo grandioso del paisaje,
el prodigio de sus aguas,
caprichos arquitectónicos
relicarios de nostalgia:
Casa de la Inquisición;
Torre de Torresolana;
renacimiento y barroco
del Carmen e Inmaculada,
del Hospital de la Reina
y escudos del Caño Wamba.

Casa de los Caballeros,
en otros tiempos, posada;
el Pósito medieval
en la quietud de la plaza;
templo de la Encarnación,
con su ascética elegancia,
donde el mudéjar y el gótico
se entrecruzan y se hermanan.

Un efímero espejismo
se abaniquea por Alhama
que, atónita bajo el vuelo,
enmudece cabizbaja.

¡Ay, Alhama!, pura luz,
hipérbole desgarrada,
herida desde sus torres
y en dramatismo abismada.

¡Ay, Alhama! enfebrecida
de nubes rosas y blancas,
navegando siempre en tránsito
hacia fantasías más altas.

 

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Juan José Gallego Tribaldos

Profesor jubilado y escritor,  autor de

‘Ortografía práctica del español’‘Ronda para niños’ (inglés),

‘Federico en su centenario’, ‘Las acacias del Macabe’,

‘Cervantes y Don Quijote’, ‘ La boca del infierno’. ‘En la noche de San Juan’

‘Mencía de Mendoza. La nieta del cardenal’

y ‘La historia de España en verso’

 

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