“En mi vida, siempre me han perseguido estas tres pesadumbres: la ignorancia, la envidia y las jaquecas.”
Prosiguiendo con mi Pedagogía Andariega allí donde la ocasión la pinta calva, acabo de escribir una Adaptación al lenguaje actual de la obra del insigne rondeño Vicente Espinel: “Vida del escudero Marcos de Obregón”. Se trata de un autor del siglo XVI, que utilizó la novela picaresca como forma de saltarse a la torera prohibiciones y anatemas tan propios de la época.
También devino el ilustre poeta en traductor de latinos, inventor de la 5ª cuerda de la guitarra española y propulsor de la rima “Décima Espinela”. En el primer capítulo de dicha Adaptación pido permiso al autor de tan brillante obra para andar toqueteando su mítico trabajo. A ustedes y a mis compañeros alumnos deseando que sirva de referencia para que escriban lo que sienten, gozan y padecen. ¡Quién sabe si dentro de cuatrocientos años, como sucede con D. Vicente, alguien les traducirá a ustedes!
Carta a don Vicente Espinel:
Con la licencia que me da el deseo de difundir su obra y llevado de la necesidad de sacudir el polvo acumulado en sus páginas -¡que desde hace 400 años si apenas se habían tocado!-, he realizado la presente Adaptación. Movido por el benefactor deseo de hacerla más digerible y siguiendo sus propia doctrina de “Deleitar enseñando y Enseñar deleitando”, me he visto en la tesitura de tener que trastear con sus palabras, sin menoscabo de mantener su estilo y reflejar, bien a las claras, lo que en él se cuenta. Maestro de escuela soy y como tal me he permitido revisar giros y expresiones un poco pasados de moda, reconózcalo, para hacer llegar vuestro mensaje a donde siempre quisisteis: a las manos, ojos y entendimiento del lector interesado. Tened paciencia conmigo como yo la he tenido con vos, y no deis importancia al hecho de quitar de aquí una coma, de allí un excesivo discurso, y de acullá una repetición de conceptos y explicaciones. Pensad que los tiempos han cambiado y que, aunque las enseñanzas sean en su mayoría válidas, es preciso adaptarlas a cada lugar y a cada momento, ¡que vos mismo nos lo aconsejasteis en reiteradas ocasiones! ¡Ah! Y una cosa más: llevado del amor a la Pedagogía que a ambos nos impulsa, he ido modificando su texto de más a menos, es decir, de los muchos cambios del principio a los menos e insignificantes del final, resultando así que, quien comience a leer esta Adaptación, se encontrará en sus inicios con un lenguaje casi familiar para, con dulzura y suavidad, ir habituándose progresivamente al texto original que usted escribiera. Y no digo más. Quede el resultado a criterio de usía y de quienes tengan a bien meter sus narices en estas páginas, que de ellas se han procurado eliminar “ácaros” y “telarañas”, dejando intactos, como usted pretendía, su buen humor y su cordura.
A ti, lector o lectora:
En su obra, amigo lector, amiga lectora, cuesta trabajo separar la figura del protagonista Marcos de Obregón de la de su propio autor Vicente Espinel. Y ello porque hace cuatrocientos años, con la Inquisición campeando por sus respetos, resultaba muy comprometido escribir libremente lo que uno pensaba. ¡Que se lo digan a Fray Luis de León, coetáneo suyo, que se pasó cinco años en la cárcel por un “quítame de ahí esas pajas”! Fíjate que, para poder imprimir esta Vida del Escudero, el libro tuvo que pasar, ni más ni menos, que por seis controles, además de contar necesariamente con el patrocinio de algún personaje ilustre.
Así, entre tanto “dime y direte”, -a lo que habría que añadir la moda literaria de la época, consistente en incluir anécdotas picantonas a imitación del Decamerón de Bocaccio-, y algún que otra exilio involuntario en Argel -como cautivo de galeras musulmanas-, viene a resultar una obra en la que es difícil separar realidad de ficción. Añádasele la necesaria lección de moralidad que tenían que impartir los sesudos escritores, ¡y más aún si estaban en posesión de algún beneficio eclesiástico, como era el caso de don Vicente! Cuando escribió esta novela, el ilustre rondeño estaba ya de vuelta de todo. Y es que, después de haber vivido más de veinte años viajando de una parte para otra, ya como estudiante en Salamanca, pícaro buscavidas en Sevilla, soldado en Génova y Flandes, navegante por todo el Mediterráneo, licenciado en la Universidad de Alcalá o músico de Capilla en la Capital del Reino, nada le pillaba por sorpresa.
Curiosamente, y confirmando una vez más aquello de que “nadie es profeta en su tierra”, podemos asegurar sin temor a equivocarnos que el momento de mayor desasosiego para él fue cuando en su propia ciudad natal –Ronda- se le volvieron en contra, no sólo los fríos y las soledades que aquí reinaban, sino, lo que le sentó aún peor, la oposición de algunas autoridades civiles y eclesiásticas.
Hábil poeta (creador de la Décima espinela); excelente músico (Promotor de la quinta cuerda de la guitarra española); traductor de clásicos (Horacio) y amigo de tantísimas personalidades de calidad como podían serlo: Cervantes, Lope de Vega, Góngora o Quevedo…, Ronda, la ciudad de “los altos riscos y peñas tajadas” se le quedó estrecha. Y se fue a Madrid. Vicente Espinel, fue un tipo (permítanme esta expresión tan castiza) que, a poco que se sepa apreciar el humor soterrado de que continuamente hace gala, resulta, para el lector de hoy, simpático, clarividente e instructivo. La frase textual que encabeza este artículo lo deja entrever bien a las claras:
Me alegré enormemente cuando sin más contratiempos pude por fin divisar Milán, una ciudad cuya grandeza pocas veces se ve igualada en toda Europa. Permanecí allí, al servicio de la milicia durante tres años, la mayor parte de ellos, sin embargo, sin hacer nada de provecho, ya porque allí no se ejercitaban ni la música ni la literatura, o por sentirme indispuesto. Y es que, debido seguramente a la humedad que reina en aquel ambiente, ya sea por los cuatro canales hechos a mano que por ella entran, o por ser un lugar húmedo por naturaleza, aquel clima afectó seriamente a mi salud. En mi vida, desde luego, siempre me han perseguido estas tres pesadumbres: la ignorancia, la envidia y las jaquecas, las cuales, estas últimas, no se me quitarían hasta volver a España.
Isidro García Cigüenza
Blog personal ARRE BURRITA
artífice e impulsor
de la Pedagogía Andariega
Comentarios
Una respuesta a «Pedagogía Andariega: A D. Vicente Espinel, en su IV Centenario (1624-2024), 1»
Enhorabuena por tu libro dedicado a don Vicente Espinel. Y es que arreando hacemos el camino