El viernes estaba algo muy cerca, algo esperado por todo aquel benaluense que este año subirá al Cerro. Los preparativos eran abultados: ropas para mudas en tres días, comida abundante para una fiesta que demanda mucho alimento, máxime, cuando todos sabían aquel refrán que decía: – “Para robar a Sierra Morena”-. Haciendo alusión a lo caro de precios de todos los géneros que allí se vendían y… ¡” pardiez”! a un “ahumado” nadie le engaña ni en Sierra Morena.
Aquella noche mucha gente no durmió en Benalúa. Acostados estaban, pero no paraban de recordar que en unas horas partirían a ver a la Virgen, pasar buenos días en grupos de paisanos y conocidos que todo lo dan por la celebración de esta fiesta.
El autobús llegó temprano a Benalúa de las Villas y aparcó como todos los años en la puerta de La Posada, muy cercana a la casa del hermano mayor, Juan Manuel, García Raya (Chivirritor padre) y del tamborilero Francisco Muñoz (El Cuevas). La llegada del bus no pasó desapercibida, a los pocos minutos ya había algunos vecinos en la famosa Esquina de Bruno charlando y “organizando” el viaje de los que iban, porque ellos eran de los que se quedaban…-Pues yo este año no voy porque no tengo ganas de jaleos. Dijo uno de los allí reunidos, a lo que contestó otro contertulio: – Siii…porque tú no has querido, ¡Claro! eso precisamente era lo que decía, el otro día, tu mujer en el Pilar… ¡Claro! … ¡Venga yaaa!
Contestación socarrona que hizo que el primero…, tosiendo carrasposamente la garganta con evidente molestia, se marchó del grupo y ocupará puesto en otro cercano. Cosas del pueblo.
El hermano mayor salió de su casa a la calle a ver el panorama del ambiente, con su traje, su banda de la Virgen colocada cruzando el pecho, su sombrero y el cetro en la mano. Todos los allí reunidos le dirigieron un saludo oral o con gestos evidentes. Comenzaron a sacar las banderas de casa del hermano mayor, alguien espontáneamente gritó al ver la primera bandera salir: ¡¡VIVA LA VIRGEN DE LA CABEZA!! Fue un gran coro el que respondió al unísono: ¡¡VIVAA!! Mientras las banderas fueron haciendo una especie de formación para la marcha. La gente ya poblaba casi toda la placeta y desde el primer viva a la Virgen, dejaron los corros de charla y atendían a la escena de las banderas.
El gran tamborilero, Francisco Muñoz, con tu banda también colocada sobre su traje que se entrecruzan con el ancho cinto de su bonito y buen tambor quien ahora llevaba vuelto hacia abajo y sobre su destacado vientre y las baquetas en su mano derecha, casi corría, se le antojó llegaba algo tarde y no lo quería y con unas ganas enormes de romper la atmósfera con un gran redoble de su tambor ¡y lo hizo!, antes de llegar a la formación de la comitiva el buen hombre con lágrimas de emoción en sus ojos y casi con furia comenzó a batir los palillos y con ellos golpear el tambor con tal intensidad que logró una gran ovación del público que ya llenaba la placeta.
Los primeros viajeros comenzaron a llegar, mientras la comitiva de hermanos cofrades acompañando el desfile de banderas y con el acompañamiento de tamborilero emprendieron marcha a la iglesia parroquial a escuchar misa de Acción de Gracia para emprender bien el viaje.
La placeta y las personas que la ocupaban comenzaron a movilizarse, la comitiva había salido de misa y estaba de regreso. Al hacer su aparición por el Callejón de los Bueyes, a la altura del almacén de abonos del “Tío del Abono”, un gran aplauso estalló en la plaza, un sin fin de vivas y piropos le dedicaban a la Virgen. La gente que ya estaba sentada en sus asientos del autobús sacaban sus cuerpos por las ventanillas y aplaudían a rabiar.
Una palma real de fuegos artificiales retumbó en los cielos limpios de esa mañana de abril. Todo era alegría, todo era emoción y el autobús ya ponía en marcha su motor, los nervios se disparan y la gente batía sus manos diciendo adiós a los que quedaban con gestos de emoción. No era así los que en tierra quedaban que, también despiden con sus manos metidas en alto pero cargadas de melancólica tristeza.
Todos regresaban a sus casas, iban muy cabizbajos y serios porque la alegría se la habían llevado aquellos que al Cerro iban.
Comenzaba el camino, todos en el autobús hacían propuestas de viaje, cada cual expone lo que pensaba hacer y cómo y, otros de los muchos intentaban dormir, cosa no hecha en su momento en la noche anterior. También un grupo cantaba, ora canciones religiosas propias del mes de mayo ora intercalaban otras coplillas de distintos aires. El autobús tragaba carretera entre los olivares de Jaén y el verdor de sus crecidas hierbas y los floridos amargos de los campos de mil colores en esa época primaveral.
Se hizo la acostumbrada parada en el río Guadalquivir muy cerca del pueblo de Mengíbar. Se estiran las piernas, se tomaba un piscolabis y de camino paseando se hacía una visita a una cercana fábrica de luz existente en un salto de agua de un pequeño embalse.
Poco que ver tenía aquello, esa era la verdad, pero sí se hacía la parada, más que por estirar las piernas, era por ser esta tradición muy arraigada en el viaje a Sierra Morena de la cofradía del Pueblo…y a ver quién era el “guapo” de poner impedimentos a ese alto en el camino. Tal era la fuerza de las costumbres y usos de nuestros pueblos de antaño.
Allá a los lejos se ven unas torres, por encima de las copas del gran olivar que se extiende delante. Campanarios de iglesias eran.
La una ya es, en unos minutos estaremos en la bonita ciudad de Andújar. Viviremos una magnífica tarde, callejeando, viendo la villa y disfrutando de los muchos jinetes y amazonas a caballo, luciendo su arte, luciendo sus ropas y con sus jacas alegrando y animando las calles, que estaban llenas de gentes todas ataviadas con estilos romeros lo que creaba un ambiente entrañable y lleno de aromas y estampas propias de la Virgen y su santuario. Se oyen tambores, por doquier calle pasaban, acompañando a su hermandad y a sus banderas. Todo bullicio y toda una ciudad que viene a pedir y rezar a la Virgen de la Cabeza.
La salida hacia el Cerro del Cabezo de la cofradía y gran cortejo de la hermandad de Andújar comenzaba muy temprano, casi al alba. Grandes grupos de jinetes, largas hileras de coches de caballos y carrozas, todos enjaezados que hermosos atalajes y mejores guarniciones, lucían su alegría y la disfrutaban cantando alegres canciones marianas.
Los bordes de las calles se encontraban llenas y repletas de toda clase de personas venidas de muy distantes sitios y cercanos. Andújar, poco a poco, se iba vaciando, la muchedumbre sube por todos los caminos hacia el Santuario. Por doquier se oyen cantares, se oyen tambores, flautas en todas sus clases y tipos: flauta travesera, flauta dulce y flautín, que lanzaban al viento agradables melodías muy dulces que invitan al relax.
En la lejanía de la falda ascendente de la Sierra Morena y, con ecos mil veces repetidos en todos los tajos en todas las rocas y desfiladeros, se oían el constante repicar de media docena de afinadas campanas de la espadaña de la iglesia que asoma por los altos serranos y el chaparral.
Pronto nuestros húmedos ojos, producto de la emoción, que ya detestaban por la proximidad de la Señora. Se encuentran de frente, que allá arriba, recortada por el fondo del cielo está la imponente silueta de la gran ermita y dentro de esta Nuestra Señora. Aquella a la que venimos a rezar y pedir por los nuestros por su salud y paz. Sobre el tejado se adivina el hueco de su camarín y hacia allí dirige su oración los que ascendiendo llegaban junto a la plaza del Cabezo, repleta de romeros, de tenderetes que de todo vendían y desfile seguido de grupos de hermanos de cientos de cofradías que enfilaban la calzada de subida al templo para poner sus ojos sobre el bonito rostro de la Madre de Dios.
La hilera de coches y autobuses por la carretera que sube al Cerro es una gran serpiente que pareciera que toma el sol parada y quieta, entre estos sube el autobús de nuestro pueblo, que no se aburren ni enfadan por la lentitud del ascenso…cantan y cantan, gritan alegres, hacia los del al lado que, también en su bus imitan a estos y entre todos organizan tal alboroto que pronto les hace pasar el tiempo.
Pasan el Jándula de cristalinas aguas llenas de peces, en ese lugar algunos han parado a tomar un bocadillo. Los de Benalúa, todo para arriba sin parar, falta muy poco, quieren llegar pronto a saludar a la Señora, colocarse en el aparcamiento que tiene dicho autobús reservado por la Organización y Gobierno de las Cofradías y todos con un “azoco” ligero, lavado de cara rápido, maquillaje somero y cambio de alguna rebeca pañuelo de cuello u otro cualquier adorno u objeto.
(azoco: Apelativo cachondo que les dio a los excursionistas de Benalúa de las Villas, por ponerle a cada limpieza superficial y ligera de cara y manos, al volver al hotel o fonda para volver rápidamente a salir)
Todos se dispusieron, en grupo y con sus emblemas y banderas subir al ya cercano Santuario que quedaba arriba del cerro al final de la calzada que arrancaba en la placeta mayor de abajo. La subida fue lenta, por el cansancio, lo empinado de la calzada y de que gustaba volverse a mirar hacia atrás y ver la plenitud de la sierra y la muchedumbre allá abajo que trataba de colocarse para pasar la larga noche. Algunas de las mujeres del grupo en cumplimiento de alguna promesa hacia la subida descalza, hubo algunas que la hicieron de rodillas como otras muchas, de otros grupos, que hacían otro tanto.
Las campanas de muy alegre tañido, a su volteo repicaban con mucha fuerza, parecía que su bronce sonará a puro cristal derramando lengüetazos de su badajo a los cuatro puntos cardinales a los cuatro vientos de la sierra, que desde allá arriba se divisan. Los altavoces de la iglesia entonaban canciones gregorianas y marianas propias del evento. El ambiente era tremendo, sano, alegre y con ganas de diversión. Los decibelios de los amplios parajes de la Sierra Morena eran muy altos, las emociones y los recuerdos muy gratos, la temperatura que, era ideal, ponía el último toque a aquella fiesta Mariana de altura, por su espacio ocupado en la serranía y por su espíritu cristianó.
Entraba la noche, ahora la cola ascendente por la carretera era doblemente bella, toda iluminada parecía aquelarre de brujas que con sus teas ardientes iluminaban el camino. No cabía un alma, las luces se encendían paulatinamente a la par que el astro rey abandonaba la explanada del poblado de casas de las cofradías.
Todas se iban animando, las calles laberínticas y pasadizos entre las encinas, quejigos y alcornocales, todas transitadas y los viajeros de coches buscando lugar donde apostarse. La Ermita con su espadaña y la placeta de la iglesia muy bien iluminada daban un espléndido aspecto, la brisa serrana, ya de la noche, gustaba que acariciara la cara. Todos los bares restaurante y casetas a tope, vendían toda clase de comida bebida con especial incidencia en los platos y tapas de carne de caza. El bullicio de las gentes crece, aunque ya parece estar más calmados al haberse aposentado gran parte de ellos. Por acá arde una lumbre, dispuestos a hacerse comida, más allá un romero, con sus buenas botas camperas y su sombrero de ala ancha, intenta prender la barbacoa, seguro que durante toda la noche esta tendrá trabajo.
El grupo de “ajumados” de nuestro pueblo se ha multiplicado al formarse varios de ellos en grupos afines o familiares. Se oyen guitarras entre los pinos, se escuchan cantes por todas partes y un gran murmullo que crea la gente con su ir y venir buscando a aquel que se había perdido o al otro que desde hacía días en este punto habían quedado…todo bullicio todo movimiento nadie está quieto salvo cuando saborea un buen bocadillo acompañado de fresca cerveza.
La Policía Local de Andújar y la Guardia civil del cuartel del Cerro, patrullan tranquilos, lo hacen relajados de lo que podemos deducir que todo va tranquilo, que todo se desarrolla sin novedad y así debe ser y continuar por todo el tiempo que esta fiesta haya de durar.
A las dos treinta horas de la madrugada, le tocaba a nuestra cofradía la misa que cada hermandad ofrece, nombrada la misa del romero. A las cofradías por riguroso orden de antigüedad les toca una hora determinada, comenzando por la más antigua y principal que es la de Andújar. Así la calzada se halla doblemente ocupada por los que andan de parranda o los que en grupo bajo banderas y símbolos se dirigen a la ermita a rezar en su misa.
Verdad diremos porque verdad se ha de decir, los asistentes a la misa del peregrino son más escasos que los que llenan chambaos, bares y bailes en casetas de hermandad. No obstante, para todo lugar y sitio hay gente, y de esta mucha de sobra que, se han de quedar sentados en el suelo sobre la alfombra de hierba entre los pinares y jaras, gayumbas y aulagas. Han de cuidarse de estas.
La noche transcurre despacio, se saborea de mil formas, se ven multitud de casos y cosas. Originales unas, asombrosas otras, pero para todo el mundo las hay para ver y disfrutar en estas bonitas fiestas, celebradas en el centro de una gran serranía de renombre mundial, Sierra Morena, la de los bandoleros andaluces la de los contrabandistas astutos, la de las temerosas diligencias que desde Madrid y el centro español viajaban hasta el sur a nuestra Andalucía. La de los grandes pastores y sus rebaños. Vaqueros y mayorales de toros feroces y de todos aquellos que fueron a ganarse unas monedas haciendo boliches con los maderos de la serranía, para sacar unos sacos de buen carbón de leña y con su sudor regar las ricas tierras propensas a dar frutos y foresta. Mientras, y ya entonces, se celebraban estas fiestas de nuestra Virgen de la Cabeza.
La serena noche de temperatura ideal, de cielo estrellado la fina silueta de la luna en cuarto creciente, el Camino de Santiago que cruza toda la bóveda celestial, son testigos del gozo romero que, junto a una iglesia que guarda a la Virgen María, la Madre de Dios, celebran unidos el día que ella vino y se apareció a Rivas, el pastor.
Nuestra cofradía con un buen número de romeros ya salía de la Santa Misa que Benalúa de las Villas celebró. Se dirigieron al autobús a guardar las banderas, hasta la hora de la procesión.
Eran sobre las tres y media de la madrugada, todos los confines y zonas de la gran celebración se encontraban en el culmen de sus festejos, no obstante, al llegar al autobús ya había algunos Benaluenses arrebujados en sus asientos cual alcayata de acero aguantando los fuertes ronquidos de otros muchos que pareciera se iban a tragar el mundo. Allí la formaron, los que llegaron, a los que dormían o roncaban con unas botellas llenas de anís, vino o simple agua, se la enchufan a la boca cuando “tronaban” y, el ronqueador saltaba de tal manera que más de uno topó con el techo del bus.
Discusiones y quejas, risas y rabietas. Dentro del autobús se formó la de San Quintín. Unos hubieron de correr huyendo de la quema otros reían a mandíbula plena y todos, ya fuera del autobús, estaban cantando, bailando, riendo y siguiendo la fiesta. Esa era la noche en el Cerro.
[Continuará ../…]
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Inspector jubilado de la Policía Local de Granada y
autor del libro ‘El amanecer con humo’
Comentarios
2 respuestas a «Último domingo de abril: De romería a Sierra Morena (2/3)»
Que escelente hacen tus palabras de como sé vivía la romería al cerro, no dejo de recordar que él último domingo de abril teníamos una cita ineludible con la virgen y que yo puede esperimentar aunque muy niño y quizás se me escapará algo que por mí edad era lógico mí recuerdo al gitano Serafín enalbolando con ímpetu y respeto a la bandera antes del comenzar la romeria.
Efectivamente, Serafín, cada año, por los días de la romería aprovechando previas salidas de la hermanda por el pueblo, cogia una bandera y con verdadero ímpetu y emoción hacía un revoleo con la misma que el respetable público rompía en aplausos al gitano Serafín, buen gitano y persona fue él.