A veces, siento verdadera admiración por el contenido de algunas reflexiones que a mí nunca se me hubiese ocurrido airear.
En concreto, la de hoy, la escribía días atrás Álvaro de la Torre (Cofrades Granadinos, facebook.com): “Cuando no somos capaces de ver los errores, cuando pensamos que todos son incapaces de hacerlo mejor que nosotros, cuando tensionamos la opinión pública o tomamos decisiones que solo nos llevan a la tensión… Es el momento de parar”.
Reconozco no haberle preguntado al autor a qué hecho en concreto se refería, ni si había un destinatario específico en su afirmación –imagino que, como algunos de nosotros, tiene guardada su “caja de vivencias”, que no debe ser abierta por un “quítame allá esas pajas”– (vid. El Quijote, donde se cuenta, magistralmente, cómo el hidalgo manchego convenció a Sancho para que le acompañase en su segunda salida en busca de aventuras–).
Así, al hilo de las “promesas” que contiene el antedicho texto de Miguel de Cervantes, para mí una indiscutible lección en todos los ámbitos de nuestra efímera existencia –religioso, político, científico…–, no nos debe quedar duda alguna sobre que la verdad y la justicia, como caminos rectos, sin vericuetos ni falsas visiones de alucinados impenitentes, son siempre las mejores compañeras de cualquier viaje.
Y, quede claro, que esta remembranza viene a cuento de las heterogéneas noticias que me están llegando sobre descubrimientos y apariciones de diversos material –sonoro, fotográfico, manuscrito, cinematográfico, televisivo, etc.– que, por arte de birlibirloque acaparan los titulares de algunos medios de comunicación y, mucho más reprochable, los “comunicados” difundidos en las redes sociales.
Pero tened en cuenta también –y no lo olvidéis– que si para estos “ofuscados” – perturbados, obsesos, alucinados y obnubilados– no funciona la tensión, su recurso inmediato es el embaucamiento o, lo que es peor aún, la compra de voluntades aprovechando dificultades económicas, sociales y personales… ¿Hay algo más rastrero, abyecto, canalla, despreciable e indigno?
Leer más artículos
de
Ramón Burgos
Periodista