Yo era un crío, no más de seis o siete años cuando un día caminando por la carrera de las minas, lo vi. En mi observación pueril, me impactó. Era un viejo y extraño cacharro con dos ruedas delanteras pequeñas y dos enormes en el eje de atrás, gruesos tacos de goma a modo de garra que quedaban grabadas en el polvo de la almagra de aquella transitada carretera. Toda ella, la carretera, cubierta de una intensa y roja “harina” de óxido de hierro reducido a ínfimas moléculas por el continuo batir de las ruedas de los camiones que transitaban por ella transportando mineral que a la estación de Renfe en Atarfe llevaban.
Era de tal impregnación el intenso rojo de aquellos triturados minerales, que los animales y pájaros que vivían en el camino de la carretera desde Benalúa hasta la mina, eran todos de color rojo, de inmensa intensidad al igual que el tractor que vi aquel día, era rojo sobre el azulón de su pintura original.
Eran mineros que volvían de su jornada de extracción, aquellos que hacía Benalúa se desplazaban caminando, pintado todo su cuerpo, colorado todo su ser…bueno para decir verdad le resaltaba el color de sus ojos entre aquella derrochona y rojiza tonalidad, sobresaliendo estos con su color habitual Podías ver una totovía de la carretera de las minas en el Cortijuelo, igual que en la Torrecilla o en cualquier otro punto de los alrededores. Mira allí un alcaudón rojo, que hará aquí tan lejos…ya sabías que era de las minas el tono de su plumaje, los delataba su color, tanto a las aves como al tractor.
Los mulos, yeguas y algunos borricos, eran por entonces la única fuerza de sangre que en el lugar había. Ellos laboraban la tierra transportando mercancías, cargas de leña y barcina, colaborando con el hombre en la ajetreada vida. Era muy importante la cantidad de buenas yuntas que en pueblo había. Sus calles paseadas por las bestias, siempre presentaba estampa animal con sus arrieros y gañanes camino a las besanas o al tajo a trabajar.
Todo ello denotaba una dinámica y pujante agricultura fundamentada en sus buenas tierras y fincas de cultivo, Era esencial el trabajo la dedicación en las cosechas el ahorro y economía de los habitantes de la villa.
Pero a pesar de ello eran de tal ralentí todas las faenas agrícolas, así como la generación de cierta economía…debido al minifundio existente en el pueblo y al seguir rezagado en los movimientos modernos, que se impone el adaptarse a normas nuevas y más avanzadas que aupara los activos sociales. Con relación a pueblos iguales Benalúa se quedaba antigua y desfasada. Pero ya cambiaban los tiempos, se hacían más dinámicos, más exigentes y activos para levantar la economía con florecientes resultados que la sociedad y desarrollo imponen. El mundo demandaba más rendimientos y mejores resultados.
Ya, con más frecuencia por nuestra villa transitaban tractores que a su trabajo se desplazaban desde cortijos no muy lejanos, haciendo ver a los agricultores Benaluenses que el trabajo agrícola, en general, estaba adaptándose a nuevas normas y medios técnicos para los trabajos del campo. Los labradores más pudientes al ver la dicha maquinaria paraban a su paso. Meditaban en sus adentros qué haría él en sus fincas con aquella máquina…qué agilidad de trabajo organizaría en su finca, que satisfacción ver como un tractor haría, en sólo unos minutos, lo que varios hombres en un día
Fue la emigración la que vino a mermar la mano de obra echando en falta muchos peones en la “plaza” a donde se reúnen los que buscaban su jornada de trabajo.
Fue quizá, José Romero Cámara, alias “El Fotres” y algún otro comercial que venía de Dehesas Viejas, los que ofrecieron hacer el cambio de la forma de trabajar la tierra. Sus continuas visitas, sus charlas comerciales e interminables, alrededor de unos vinos con sus tapas y no temiendo ser pesados, fueron animando las intenciones de alguno en hacer compra de aquellos magníficos tractores que le presentaban en oferta.
Por otra parte, Rafael Romero Cámara alias Rafaelito, hermano del comercial, andaba tras algunos campesinos del pueblo intentando hacer un grupo de ellos para en unión agrícola hacerse con un tractor
Su precio era alto, casi inalcanzable. El campo no daba tanto como para gastarse aquel dinero en el necesario instrumento. Eran las conversaciones entre labradores, cortijeros y ganaderos que platicaban. En lo más animado de sus charlas, que por entonces todas giraban en torno a la maquinaria agrícola, llegaron a convencerse a sí mismos, de que habían de adaptarse a los nuevos tiempos y comprar aquello que ya el campo les demandaba …pero cuando así pensaban de pronto a su mente le venía el gran costo que valían tales hierros que de súbito se asustaban y así mismo se decían: – ¡Qué va! ¡Qué va! ¿A dónde voy yo con ese capital? ¡Imposible!
-Yo no podré comprar el necesario artefacto al que llaman tractor para lograr con eficacia hacer en mis tierras la labor, y mira que lo necesito… pero no. ¡No puede ser!
Los saludos, entre ellos por las calles del pueblo, siempre consistían en preguntar a aquel: ¿Qué? ¿No te animas? Fue uno de estos, los primeros que aceptaron que los comerciales probaran en sus tierras un tractor. Y probados ya estaban, todos sabían cómo trabajaban y araban los distintos tipos y marcas de tractor, pero el agricultor aceptaba hacer una prueba en una de sus fincas para mientras ésta duraba él soñaba que ya estaba arando su finca con su tractor. Parecido ocurría al comercial que los vendía que sabía que no perdía el tiempo probando y arando un trozo de tierra con un tractor nuevo en la finca de un posible comprador.
Se discutían las marcas. Se tanteaba los precios y aquellas prestaciones que daban los tractores de las marcas y modelos que les ofrecían. Ya si había ánimo verdadero de compra, solo pasaba que costaba bastante soltar de un solo golpe tanto dinero fruto de su trabajo.
También un punto importante en estas transacciones eran animadas con cierta exigencia por aquellos gañanes, hijos de los agricultores que ya estaban cansados de arrear solo mulos en la besana o la siembra, más de uno se veía en su flamante tractor labrando los campos de su progenitor y que antes surcó con sus mulos de toda la vida y que ahora tendría olvidados. Una buena tarde de mayo, con el sol que ya huía por el horizonte del Realengo y el cortijo Santuario, alargadas las sombras de casas y tejados, cuando los muleros y gañanes volvían al pueblo tras su larga jornada, un camión llegaba al pueblo y cargaba un flamante tractor… ¡Quillo! se preguntaban los curiosos que en la puerta de la Posada se reunían viendo y admirando el tractor que aún permanecía en la caja del camión.
Llegó un coche al momento, con un vendedor de maquinaria agrícola acompañado de un agricultor local para el que parecía era el tractor, que venía acompañado de un gran arado bisurco de veintidós pulgadas del reconocido modelo Chirlaque, buen arado y buenos surcos que hacía, principal obsesión de los agricultores entonces. Foto: 6bis
Craso error, con el tiempo verían que ahondar en la ariega era muy perjudicial para las sementeras. Hoy apenas se ara, tan solo ligeras rastrillas allanan y dan labranza a las tierras del lugar. Vistos los primeros tractores en Benalúa de las Villas y cómo estos trabajaban, la fiebre de la maquinaria para las labores del campo fue como un rayo que cruza el cielo de este a oeste con su rasgada estela.
Pronto había un parque de tractores de más de una docena, en las novatas manos de aquellos que cogieron por primera vez sus volantes sin tener idea del peligro que lleva la máquina que manejan.
La revolución mercantil y el Renacimiento no tuvieron tanta fama como la llegada del tractor al pueblo. Los gañanes ahora hasta vestidos de mejor forma, sobre sus nuevos tractores, al volver del campo de la faena, cruzaban el pueblo mirando si los miraban cuando paseaban su extraordinario tractor.
En cada tractor que araba, unos curiosos le seguían andando, viendo como tal máquina trabajaba y las tejas del arado volteaban tierra desde las profundidades. Los nuevos tractoristas siempre tenían visitantes que por curiosidad o interés iban al campo en donde hubiera uno de ellos para verlos trabajar.
El trabajo y tiro de sangre, comenzó a disminuir la cabaña de mulos cada vez era más escasa. Paralelamente también lo hacían los demás animales de la casa. Con el tractor vino el cambio. En los corros de charla solo se hablaba de ello.
Hasta las formas de hablar, de expresarse y estar adoptó otras formas más acordes con el tractor que conquistó terrenos, cortijos y fincas y en toda besana un tractor rasgaba el duro barbecho de la besana. Benalúa conquistó el tractor. En poco más de un año había tantos que suplantaron con creces a todas las yuntas que había en la villa. O si pensamos lo dicho, mejor sería decir que en los setenta la rara maquinaria que yo vi, por primera vez en la carretera de las minas, era un adelantado que venía examinando el terreno para el avance de las hordas que le seguían después para conquistarnos. ¿Quién no tiene un tractor en Benalúa de las Villas?
Granada, agosto de 2023
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