Historia de un limonero (Que a mi vida fue paralelo, 1/2)

Día del padre, ¡nada menos! (19/03/24) y, aquí para rememorar, plantando un árbol en un sitio nuevo de mi vida, donde ya con años, con muchos de ellos, aquí me hallo, no sé por qué… ¿Qué hago yo en este lugar? Me pregunto. Me siento extraño me encuentro desorientado y algo desarraigado socialmente de la atmósfera envolvente donde siempre estuve y donde hacía mi vida, hasta que:

-” Un día inesperado aquí vine sin pensar. Después de pensarlo mucho y, … pensado.

Dije sí. Cambié de estatus, cambié mis formas y ahora vivo de distinta manera que, es impuesta que es norma circunstancial de la real naturaleza del ser humano”-.

Que no es mala, por el contrario, está bien y, muy buena es, por bien organizada y acomodada a nuestra edad. Pero nunca pensé que tan pronto este día había de llegar adonde ahora está. Y, acá la vivo, lleno mis días, ocupo mi tiempo agarrado a mi existencia y, esperando ese otro en que quizá, partiré para siempre y seré de aquí alejado.

Como marca y señal de que este día estuve aquí, con mis hijos que me visitan. Plantamos un árbol y de ello, doy fe. Y si no, decidme, ¿Qué es exactamente lo que ello significa? ¿Si no, una impronta más de mi paso por la vida?

Como testigo, un limonero que hoy plantamos en un recio y fuerte tiesto de una tinaja, habida en casa de mis padres, de toda la vida y mira por dónde viene hoy a ser un tiesto y un limonero, testigos de mis elocuentes días vividos y que aún vivo.

Junto con otras iguales, esta tinaja que en la despensa ocupaba un lugar, era la del queso, donde mi madre, con aceite de oliva curaba y en buen añejo lo transformaba. Inmejorable y apetitoso, para todo un año, aquel queso.

Buen queso degustamos otrora, buenos limones ahora. Buena misión cumplió este tiesto que, de la tinaja resultó y donde transformó a mejor el requesón y, ahora que es tiesto nos dará limonada. Buena y refrescante y que estabiliza la vida con su agradable sabor.

Bien cumplió su misión en su doble existencia ejercida: Primero tinaja de segundas maceta. Allí nos dio calidad y acá nos ofreció buen sabor de ácido paladar que enriqueció nuestra subsistencia.

Aquella vieja tinaja, un día salió de Benalúa de las Villas, en mi primer y buen coche, fuerte y aún recordado, Seat 1500, a Granada transportada donde se le había adjudicado un lugar en el nuevo patio de la terraza de la casa de Cardenal Parrado.

En él plantamos, (era el 1991 del siglo XX) y lucía, con hermosa, formación arbórea, pero de porte mediano, un limonero que sería de nosotros compañero durante toda una vida.

Ambos formaban un buen tándem que por muchos avatares de vida pasaron. Amén de darnos buenos y sabrosos limones allí pasó calores, tormentas, fríos aires y nevadas, así como hermosas estaciones que reviven en todo su ser el color verde y feliz de las primaveras. Soporte de cantarines pájaros y escaparate del “al-azahar”, flor blanca en árabe. La flor de azahar.

Fondo de foro fue en aquel rincón que ocupaba, presidiendo un especial espacio que la familia disfrutábamos. Además de punto de encuentro para tomar fotos familiares.

Seguía la faena y el quehacer casero, el movimiento de hogar y familiar por ellos era observado. Nuestras charlas, aquellas noches al fresco en verano o el radiante sol embrujado de las primaveras granadinas.

O aquel momento de lectura embriagado de azahar que eleva y despierta sentidos. Solo comparado es con alguna madrugada dominguera en que refugiado del fresco serrano del Veleta y el Mulhacén de nuestra Sierra Nevada, junto al jazmín extendí mi hamaca y me volví a dormir.

¡Alba de inolvidables mañanas!, ¡Amanecer de esperanzado día! Que seguido de viaje familiar de fin de semana salíamos a Benalúa, nuestro pueblo, o a cualquier otro punto de nuestra rica cultura de esta Granada sin par.

[Continuará]

Granada, 20 de marzo de 2024

Gregorio Martín García

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