Dejemos esa obsesión de «¿qué tienen que aprender hoy?» como si un día sin «aprender» nada nuevo fuese un día perdido.
Cuando se muestran apáticos o desinteresados, es porque eso que pretendemos enseñarles, no tiene ningún sentido para ellos y no lo encuentran interesante, démosle una vuelta, hagámoslo significativo y vivencial e introduzcamos en nuestra vida, y en la de ellos, esa gran cantidad de metodologías activas con las que contamos.
Hagamos un aprendizaje divertido, ya que el juego es la forma natural de aprender del alumno, pero no solo de ellos, también de nosotros. ¿Por qué nosotros podemos aprender jugando y ellos no?, Si, nosotros, adultos, seguimos jugando, lo que ocurre es que nuestros juegos son más caros y por ello nos creemos en el derecho de poder jugar más que ellos, ¡ah! Y, además, no les llamamos juegos, les llamamos hobbys.
Hoy en día sometemos a nuestro alumnado a una presión por saber, por conocer y aprender. Escondidos en ese aprendizaje fingido, esa memorización que sueltan en un examen que no han asimilado ni comprendido, pero que les vale para obtener esa buena puntuación que le hará haber superado el tema. Nos preocupamos si no saben leer con cuatro-cinco años o si están más pendientes de ser niños que de convertirse en pequeños adultos, no aparece en ninguna parte que esta preparación tenga que empezar a los dos años. Y esto realmente es a lo que nos empujaba nuestro sistema educativo, a repetir y repetir… olvidándose del pensamiento crítico y la práctica.
A mí todo esto me hizo reflexionar, volví a mi niñez e intenté recordar lo que aprendí y lo que no aprendí y me hubiese gustado.

Yo recuerdo a mi seño de infantil, tuve la gran suerte de poder coincidir con ella como compañera en su último año antes de retirarse a vivir su nueva vida. Recuerdo su ilusión, su cariño, su “no pasa nada porque te dejes huequitos, mientras triste le mostraba mi dibujo que no era tan perfecto como el del resto”. Puede que esa decisión, haya hecho que no haya odiado el arte y que, años después, descubriese que me apasionaba. Ahora soy yo, la que repite esas frases a mis peques.
En la escuela que me gusta, veo a docentes que siguen acudiendo a sus colegios con la misma ilusión, con el mismo cariño, con las mismas ganas de dar lo mejor de ellos a sus alumnos, cada uno con las herramientas y los recursos de los que dispone. Porque si eso permanece, la educación tendrá futuro.
En la escuela que me gusta veo entusiasmo, pero no solo la del maestro/a, también la del alumno/a. Veo aulas que se van creando y generando vida con el paso de los días, que cuida ese ambiente, veo a maestros que observan y escuchan, porque no todo, aparece escrito, veo flexibilidad, adaptada al ritmo de desarrollo del alumnado, veo cooperación, no sabemos de todo, compartamos esta aventura con nuestros compis y se generarán más recursos, más puntos de vista, más motivación… y veo reciclaje, no podemos estar viviendo año tras año nuestra misma experiencia una y otra vez, la sociedad cambia y nosotros debemos de ir evolucionando con ella, tenemos que mantenernos actualizados, porque eso nos dará además, seguridad en nosotros mismos y en lo que queremos hacer, consiguiendo mantener nuestra ilusión y entusiasmo.
Aún sigo recordando a mi seño Mari Carmen, no sé si ese era su objetivo, pero a mí me encantaría que mis peques, con el paso de los años, me siguieran recordando.
Porque, no sé si alguna vez os habéis preguntado ¿Cómo os gustaría que os recordasen vuestros peques?
La verdad, lo pienso y no sé si tengo una única respuesta para esta pregunta, pero si tuviera que responder diría que me gustaría que me recordaran no por lo que les enseñé, sino por lo que fui.
Me explico.
Cuando pienso en los maestros y maestras que me han marcado, pocas veces les recuerdo por los contenidos que me enseñaron, sino por aquellos detalles que me regalaron, pero el tiempo que invirtieron en mí, por las sonrisas que fueron capaces de arrancarme, por la curiosidad que me contagiaron…
Por tanto, me gustaría que mis alumnos me recordaran por haber sido capaz de conquistar su corazón.
En la escuela que me gusta, intentamos ser nuestra mejor versión, porque no hay nada más innovador que ser uno mismo.
Deja una respuesta