Una visita al Instituto Padre Suárez de Granada y a su Museo de Ciencias
Rafael Vega, geólogo, pintor y sobre todo compañero y amigo, me invitó a una visita guiada al Museo de Ciencias del Instituto Padre Suárez, por el que siente un gran cariño y del que es colaborador dedicándole tiempo, trabajo y una obra personal que me sorprendió.
Lo que yo pensaba que iba a ser una visita convencional a un museo se convirtió en una sinfonía de voces del pasado que se entremezclaban con las del presente y se deslizaban confusamente entre las grietas de los silencios de las salas.
Nada más entrar al Instituto oí la voz de mi abuelo que desde la placa conmemorativa que hay al lado de la gran escalera principal me recibía con el recuerdo y la evocación de su persona, no lo conocí, murió en 1922 pero su presencia siempre fue real en mi vida.
En dicha placa, cuya fotografía se incluye al principio del artículo, aparece su nombre Aureliano del Castillo como uno de los padres del Comité de padres de familia (mi padre y mi tío fueron alumnos del centro) que colaboraron en la terminación de las obras del edificio del Instituto en su ubicación actual, la Gran Vía de Colón. La fecha de la placa es la del 25 de junio de 1919. Aunque las obras no se terminaron completamente hasta el año 1923, mi abuelo no pudo verlo acabado porque murió un año antes, en junio de 1922.
Ese año 1919 y el nombre de mi abuelo me traen a la memoria el año anterior 1918 y otra voz ,la de un niño alumno de ese instituto Federico García Lorca que por azares del destino se iba a unir a la voz de mi abuelo primero en 1918 y después en 1922.
¿Cómo ocurrió? De forma muy sencilla y predecible, Aureliano del Castillo Beltrán (1872- 1922) fue un insigne periodista, crítico y escritor granadino, socio fundador y vicepresidente de la Asociación de la Prensa de Granada, académico de la Real de la Historia, bibliotecario por oposición de la Universidad de Granada, etc, etc. (más información en el Diccionario de Autores Granadinos de la Academia de Buenas Letras de Granada), como periodista perteneció entre otras publicaciones a la redacción de “El Defensor de Granada” encargándose de la crítica cultural, por lo que estaba en permanente contacto con escritores, pintores, músicos, con algunos de los cuales estableció estrechos vínculos de amistad, fue el caso del pintor Gabriel Morcillo que le pintó dos magníficos retratos y otro a mi padre de niño o el músico Francisco Alonso.

Entre Aureliano del Castillo y Lorca había una gran diferencia de edad, en 1918 mi abuelo tenía 46 años y Lorca 20 años, pero en el ambiente cultural todos se conocían , mi abuelo por su veteranía y profesión y los jóvenes que aspiraban a dedicarse al arte intentaban moverse y relacionarse en ese mundo de la cultura como siempre ha ocurrido y ocurre, por lo que mi abuelo y Lorca ya se conocían y habían intercambiado reflexiones sobre el arte en general y la literatura en particular cuando en 1918 Lorca publica su primer libro y el único en prosa que escribió “Impresiones y paisajes”.
Aureliano del Castillo como crítico cultural de “El Defensor de Granada” editó el 19 de abril de 1918 una crítica detallada y elogiosa de este primer libro lorquiano y Lorca agradecido escribió un sentido “Homenaje” a mi abuelo publicado el día 1 de junio de 1922 en “La Voz de Granada” a los cuatro días de su prematura muerte.
En el periódico “Ideal” del día 12 de mayo de 2022 con motivo del centenario de la muerte de Aureliano del Castillo escribí un texto conmemorativo en el que incluyo el “Homenaje” de Lorca y parte de la crítica de mi abuelo a “Impresiones y paisajes”.
De esta manera el destino unió al cabo de los años a dos voces vinculadas al Instituto Padre Suárez, a un padre de familia preocupado por el Centro y a un niño que estudió y jugó entre sus paredes.
Ensimismada en estas memorias unas voces a mi lado me traen al presente, son las de mi compañero Rafael Vega y Emilio Padilla, profesor de Química y uno de los responsables del Museo que nos llevan a todo el grupo de la visita hacia la escalera que baja al Museo, escalera estrecha con recovecos que parece conducir a lo más profundo del edificio, pero es solo una impresión, enseguida desembocamos en un pasillo al que se abren las puertas de las salas museísticas, nuestros cicerones nos van explicando las distintas etapas por las que pasó el Museo hasta su ubicación actual, en este pasillo hay colocadas algunas vitrinas con documentos, libros y otros objetos vinculados con la historia del lugar, así como una fotografía del primer claustro de profesores del Instituto en el que destaca Rafael García y Álvarez (1828- 1894) catedrático de Historia Natural y uno de los introductores del darwinismo en España que adquirió la mayor parte de las colecciones científicas que hoy se exponen en sus salas.

Perdida otra vez entre las voces del pasado vuelvo de nuevo al presente y me fijo en unas espléndidas láminas científicas dibujadas por Rafael Vega generosamente donadas al Museo e instaladas en 2024, láminas didácticas de Geología ( estratos, pliegues, volcanes, fallas, glaciares ,ríos…) dibujadas con un extremado rigor técnico que no impide un cromatismo lleno de matices que facilita el acceso a temas quizás áridos para personas poco conocedoras de ellos. Se nota que el dibujante no solo domina la geología y el dibujo sino que es también un gran pedagogo y docente. Conté hasta 14 láminas de considerable tamaño, pero no sería esta la única contribución de Rafael Vega al Museo como constaté más adelante.

Mi imaginación se fue otra vez al pasado cuando vi desplegado también en una pared del pasillo y enfrente de las láminas de Geología, un soberbio Mapa mundi antiguo, mi pasión por los viajes me hizo detenerme e intentar identificar las primitivas fronteras y países, añorando viajes por territorios entonces poco transitados.
Pero no serían las únicas ensoñaciones que me traería el Museo, como así lo iba a seguir sintiendo a lo largo de toda la visita.
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