Hay hallazgos casuales que trascienden en mucho de lo que supone encontrar un objeto sorprendente o un documento que hubiéramos perdido de vista durante un tiempo y encontráramos sin esperarlo un día en el que nos afanábamos en poner orden en nuestros cajones y estantes. Es justo el caso que motiva la evocación que sigue.
En febrero de 2002, tras el fallecimiento de nuestra madre, sus hijos hicimos lo lógico en esos casos: hacer el escrutinio de sus cosas y pertenencias. Entre ellas, aparecieron dos documentos, pertenecientes a su padre y abuelo nuestro, José Alcalde López, maestro nacional desde principios del siglo XX, conservados y agrupados de forma peculiar: el primero era una libretita apaisada, formada por cuartillas manuscritas, algo oscurecidas por el paso del tiempo y cosidas con hilo para darles consistencia. Eran memorias pedagógicas de la actividad profesional desarrollada en tres localidades andaluzas, Pozo-Alcón (Jaén), Jimena de la Frontera (Cádiz) y Andújar (Jaén), que abarcaban seis cursos escolares entre 1907 y 1924.
El segundo documento encontrado era un cuaderno, también en tamaño cuartilla, confeccionado igualmente de forma artesanal y forrado con papel, que recoge, descrito cada día por un alumno distinto, lo explicado, aprendido y realizado en clase, en Andújar (Jaén), durante el curso escolar 1933-1934 Este segundo documento es lo que los maestros, al menos los de antes, denominaban cuaderno de rotación y que en los documentos aludidos recibe el nombre de Diario de la clase. De todos ellos, iremos dando cuenta en sucesivas semanas, con transcripciones de los mismos y con algunas muestras de los textos originales manuscritos, valiosísimos testimonios de la forma en que un maestro preparado y entregado a su profesión “gestionaba” el numerosísimo grupo de alumnos que le había sido encomendado cada curso escolar.

La perfección y regularidad de la letra, ya desde la portada, junto a las fechas de redacción de los documentos y el contenido que se anunciaba, eran motivos más que suficientes para que despertasen enorme interés en quienes desconocíamos que nuestra madre conservara lo que inmediatamente comprobamos que aportaba información interesantísima sobre los procedimientos y métodos pedagógicos que utilizaba nuestro abuelo para dar respuesta educativa adecuada, con instalaciones y recursos precarios, a un grupo de 80 alumnos, unos aventajados, otros con algunos conocimientos y otros sin haberse iniciado aún en los aprendizajes básicos de lectura, escritura y cálculo.
Había claras y lógicas diferencias entre estas memorias, al menos entre las de 1907 a 1912 y la de 1924, sobre los contextos en los que se actuaba, sobre las dificultades que se encontraban y sobre las características de las enseñanzas que se podían llevar a efecto. Ha cambiado mucho la sociedad en un siglo, pero es significativo que algunas de las dificultades que encontraba un maestro ya entonces siguen dándose actualmente, al menos en ciertas zonas y aunque sea por razones distintas: el absentismo (la razón puede haber variado porque entonces se debía a la irresponsable decisión de algunos padres de poner a sus hijos a trabajar, sobre todo en el campo), el desinterés y el desprecio de la formación básica en algunos sectores con baja cultura, el deseo de cambiar de centro a un niño ante la mínima adversidad…
Otros factores que incidían negativamente, quizás los principales, eran la masificación extrema de alumnos en una misma clase (con cifras de hasta 80 alumnos); la rotación y variabilidad del número de escolares en un mismo curso; la heterogeneidad extrema que estos presentaban, desde los que no habían recibido la mínima formación hasta los aventajados, algo que resultaría insólito actualmente; el reducido espacio vital que ofrecían las aulas, algunas además con pavimentos y condiciones de habitabilidad lamentables, teniendo en cuenta la cantidad de niños que las ocupaban, con la consiguiente insalubridad de la atmósfera en espacio tan precario e insuficiente; la extrema escasez de materiales con los que realizar actividades y tareas esenciales para reforzar el aprendizaje.

Sirva este texto para introducir y valorar globalmente estos documentos, que dan testimonio de primera mano sobre una época, una sociedad y una mentalidad tan distantes y tan distintas de la actual, pero que también nos hacen ver cómo en otros aspectos, algunas actitudes no han variado tanto. Uno de los rasgos más significativos que hemos encontrado tiene que ver con la importancia que el maestro da a lo que hoy llamamos “educación integral”, con enorme protagonismo de valores de primer orden, como el buen comportamiento, la educación, la honradez, el altruismo, el servicio a la comunidad, a la familia y a la sociedad toda, sin que ello vaya en menoscabo de objetivos propiamente instructivos, referidos a las vertientes del conocimiento más diversas, desde el correcto conocimiento y uso de la lengua, las operaciones matemáticas, la geografía, la realización de tareas manuales útiles, las ciencias, la historia, la religión, los sistemas políticos y un largo etcétera que sorprende que pudiera abordarse y además de forma tan secuenciada y ordenada en el tiempo limitado de un curso escolar y con unos destinatarios tan diversos.
Para quien ha sido hijo y nieto de maestros entregados con entusiasmo a la docencia y ha ejercido también dicha profesión durante cuarenta años, supone un motivo extraordinario de satisfacción dar a conocer documentos tan interesantes, sintiéndose a la vez continuador y heredero de una forma comprometida de entender la enseñanza, en una época convulsa como la actual, en que vemos decaer valores que deberían seguir apoyándose eficaz y decididamente no solo por el poder político, sino por todos los ciudadanos, como piedras angulares de una sociedad más solidaria, más preparada y más satisfecha. Formar de forma completa a los nuevos ciudadanos debe seguir erigiéndose en el objetivo esencial de toda sociedad preocupada por su futuro.
En las próximas semanas, daremos paso a algunas de las memorias de José Alcalde López. Empezaremos por las dos redactadas al final del curso 1908-1909, una “técnica” y pedagógica, y la otra sobre los trabajos escolares realizados en la “Escuela pública elemental de niños” de Pozo-Alcón (Jaén). Después, recogeremos la del curso 1923-1924, en la “Escuela nacional de niños nº 4”, de Andújar (Jaén). Se podrá ver la evolución y las diferencias entre dos momentos y ámbitos distintos, ya que el pueblo de Andújar era bastante más grande que Pozo Alcón, y habían pasado además quince años. Aparecerán transcritas las tres, para su mejor lectura, y reproduciremos algunas de las páginas manuscritas originales. Posteriormente, publicaremos algunos de los textos escritos por los alumnos en el “Diario de la clase” de la “Escuela nacional nº 4”, de Andújar, durante el curso 1933-1934.
Granada, 15 de mayo de 2025
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