10. La Pedagogía Andariega en Décimas espinelas
Con motivo del IV Centenario de nuestro paisano Vicente Espinel, creador de la Décima que lleva su nombre, hemos impulsado por colegios e Institutos un taller de Literatura. Los aprendizajes los hemos llevado a cabo en la calle, recorriendo lugares emblemáticos, jugando y cantando a ritmo de rap, esta y otras muchas composiciones creadas por nosotros mismos.
Pedagogía Andariega,
pedagogía amanuense,
con gusto por lo circense
que nació en la polis griega,
mas que hoy se practica y brega
se imparte y sirve de guía,
en aquesta Serranía.
Serranía que es de Ronda,
donde enraíza y ahonda,
en didáctica armonía.
Llevo años demostrando
que otra enseñanza es posible.
Que se es útil y es factible
si se enseña entusiasmando.
Permanecer impasible
ante tanto desafuero,
a fuerza de ser sincero,
te lo diré francamente:
es como secar la fuente
y dormir al retortero.
Es vital e imprescindible
contar con la gente sabia,
que sin tener mucha labia
siempre se halle disponible.
Gente que sea asequible,
que conozca bien su oficio,
que sin ningún beneficio
comunique lo que sabe
y que sin desdoro alabe
el trabajo y el buen juicio.
Si a un niño tú lo mantienes
sin moverse de su sitio,
escuchando el mismo ripio
desde un lunes hasta el viernes,
en simio tú lo conviertes;
quien, al par de la manada,
cantará bien tu tonada,
pero que a poco que crezca
y su criterio aparezca,
todo quedará en nada.

Enseñar es vivenciar
lo que se está observando,
lo que se está practicando
en un libre caminar.
Es guiar y acompañar
a descubrir las verdades
los misterios insondables
que Naturaleza muestra
y que la gente demuestra
con sus actos encomiables.
Caminar es nuestra esencia.
Somos bípedos, ¿lo sabes?
Clave que aporta las llaves
de toda nuestra existencia.
Existencia que es conciencia
del momento en el que estamos,
de que juntos transitamos
en buen amor y compaña
hacia un Saber que no engaña,
mas sin saber dónde vamos.
Caminar nos humaniza
proporcionándonos tiempo
lo que en música es el “tempo”
y que el vivir enfatiza.
“Tempo” que nos inmuniza,
sobre todo si es “andante”,
de estúpidas veleidades
y de vanas nimiedades
que la alegría limitan
y que delimitan
los hábitos saludables.
La marcha hace surgir
en nuestra chiquillería
la plenitud y alegría
de correr y de sentir.
De respirar y vivir,
de disfrutar el momento,
dejando atrás el tormento
del texto y de la rutina.
Libertad que es medicina
de risas en movimiento.
¡Avanzar, solo avanzar…!
¡Ensanchar bien los pulmones,
bombear los corazones,
mil barreras traspasar!
–eso aporta el caminar–.
Pasividad es tristeza,
es fomentar la pereza,
es ahogar, es reprimir,
es cerrar, es suprimir
y negar naturaleza.
“En la calle no se aprende”
–dicen los recalcitrantes–
como si fueran marchantes
del saber que se defiende.
Pero el saber que trasciende,
el que te gusta y te atrapa
el que se vive y se palpa…
ese sólo está en la calle,
saber que donde te halle
cual fina lluvia te empapa.
En la escuela de hoy en día
se aprende para olvidar,
para aprobar, para pasar…
¡Una absurda nadería
¡Una pura mercancía
de conocimientos muertos,
de mentiras y de entuertos!
Triste y vergonzoso juego
que si no te dejan ciego,
al menos te dejan tuerto.

La Pedagogía Andariega supone un gran cambio en la educación: cierra escuelas e institutos y transforma el caminar en una herramienta que conecta a los alumnos con el mundo real. Más que una metodología, ofrece un cambio de paradigma que responde a las necesidades del siglo XXI.
No hablamos solo de movernos, sino de redescubrir el mundo en cada paso, tejiendo conocimientos al tiempo que exploramos el entorno. La Pedagogía Andariega, transforma la experiencia educativa. Los paisajes, tanto rural como urbano, se convierten en libro de sabiduría; la curiosidad, en brújula; el caminar en un acto colectivo de aprendizaje.
En un tiempo en que la educación se enfrenta a la desconexión y al agotamiento de sus formatos tradicionales, este enfoque despierta el asombro, fomenta la creatividad, y une lo humano con lo natural. Con este movimiento tratamos de redefinir la enseñanza desde sus raíces.
Seamos capaces de integrar ciencia, arte y conciencia en conexión con el vecindario y sus recursos: un puente hacia una pedagogía que inspira aprendizajes, comportamientos y compromisos.
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