Concomitancias entre la Escola Móvel, la Pedagogía Andariega y la Embodied Learning
Hay escuelas que se levantan con muros y horarios rígidos. Escuelas donde el conocimiento parece estar encerrado entre manuales, ordenadores y rutinas. Pero hay otras —más silenciosas, más tercas— que caminamos. Escuelas que no esperamos a que el saber nos llegue por decreto, sino que salimos a buscarlo en el polvo del camino, en la voz de los mayores, en el gesto del artesano, en el vuelo de un ave o en las ajetreadas naves de un polígono industrial.
La Escola Móvel, nacida de experiencias populares en Brasil, la Pedagogía Andariega, con raíces abiertas a los senderos de la Serranía de Ronda, y la Embodied Learning —que reconoce el cuerpo como núcleo esencial del aprendizaje—nos encontramos hermanadas en ese punto exacto donde la educación se hace movimiento, territorio, cuerpo y afecto.
Las tres proponemos una ruptura profunda con la escuela tradicional: dejar de pensar la educación como un espacio cerrado y descontextualizado para empezar a vivirla como una travesía que involucra la totalidad del ser humano y su entorno. Porque la mente no es un ente separado del cuerpo, sino que la cognición está profundamente influida y constituida por la experiencia corporal y la interacción con los agentes más próximos.

No se trata de llevar pupitres al campo, ni de disfrazar de excursión lo que sigue siendo obediencia. Se trata, más bien, de desescolarizar la mirada y el cuerpo para que el mundo vuelva a ser lo que siempre fue: un gran libro abierto, lleno de voces, texturas, memorias y futuros por imaginar.
La Escola Móvel circula entre comunidades rurales, barrios urbanos periféricos o territorios invisibilizados. Allí donde la escuela convencional no llega, la escuela móvil despliega su saber sensible, adapta sus formas, se deja afectar. No impone: dialoga. No coloniza: escucha. Su aula puede ser un taller, una industria, una sombra bajo el árbol. Lo que la mueve no es la urgencia de aprender, sino el deseo de compartir saberes que tengan sentido para la vida.
La Pedagogía Andariega invita a los educadores y educadoras a ponerse en camino, física y simbólicamente. A salir de la zona de confort del aula cerrada, a mirar con otros ojos el barrio, el campo, la montaña o la calle. El entorno se convierte en maestro; las preguntas nacen del asombro y del vínculo con el vecindario. El conocimiento deja de ser una receta y se transforma en una conversación que involucra el cuerpo, el corazón y la comunidad entera.
La Embodied Learning, por su parte, nos recuerda que el cuerpo no es un mero recipiente pasivo para el saber, sino que es conocimiento en sí mismo. El gesto, la postura, la respiración, el ritmo, la emoción, el movimiento y la percepción sensorial se convierten en modos esenciales de aprender. El aprendizaje sucede con el cuerpo que siente, que se mueve y que se relaciona activamente con el entorno y los demás.

Las tres prácticas compartimos una ética profunda: la horizontalidad. Aquí no hay jerarquías rígidas entre quien enseña y quien aprende. Hay acompañamiento, afecto y reconocimiento mutuo. El saber no baja desde una tarima; se construye caminando juntos, con los pies en la tierra, con el cuerpo en movimiento y los oídos atentos.
Y en ese andar compartido, la escuela se hace más que escuela. Se vuelve un gesto político, una forma de resistencia frente al olvido, la homogeneización y el aislamiento. Se vuelve espacio de rebeldía, libertad y creación colectiva.
Escola Móvel, Pedagogía Andariega y Embodied Learning somos respuestas vivas a contextos donde la educación necesita moverse, sentir, adaptarse y construirse junto con las comunidades. Llevamos a cabo prácticas hermanas que recuperan la raíz nómada del aprendizaje; dignificamos los saberes artesanales y colocamos al ser humano —en comunidad, cuerpo y territorio— en el centro del hecho educativo.
Estas pedagogías insistimos en que el conocimiento no cabe en un libro de texto o en una legislación constreñida. Muchas veces está en el barro, en el viento, en el relato de una abuela, en una herramienta de labranza, en la sabia actividad laboral de quien nunca fue escuchado. Y que educar no es llenar cabezas sino recorrer caminos con todos los sentidos despiertos.
Por eso caminamos, alumnos, sociedad y profesorado, de la mano. Porque sabemos que solo andando juntos, con el cuerpo y la mirada atentos, aprendemos a mirar y a mejorar de verdad.
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