Soy de la opinión de que tanto las oposiciones en la enseñanza oficial como la mayoría de las contrataciones del profesorado en la enseñanza privada constituyen una de las formas más perversas de prostituir la excelencia de la profesión docente.
Y lo peor de todo es que generan, en quienes logran superarlas, un síndrome similar al de Estocolmo, que les lleva a defenderlas y considerarlas como procesos justos y beneficiosos. Incluso llegan a afirmar que “no solo son un proceso de selección, sino también una oportunidad para fortalecer la profesión docente, promover la calidad educativa y asegurar un futuro más prometedor para las nuevas generaciones”. Todo ello, a pesar de los numerosos testimonios que dan cuenta del quinario que atraviesan los aspirantes: angustias, padecimientos y sinsabores, la mayoría de las veces en nombre del “sueño de un puesto vitalicio, unas vacaciones extraordinarias y un secretismo casi sacramental sobre lo que se hace o se deja de hacer dentro del aula”.
En un sistema educativo que proclama la importancia del compromiso personal, la creatividad, la reflexión crítica y la adaptación al contexto, el proceso de acceso a la función docente debería ser, precisamente, el primer acto pedagógico del Sistema Educativo. Sin embargo, en la práctica, las oposiciones a Magisterio y los contratos de entidades privadas se han convertido en un ritual pervertido, ajeno a los principios que promueve una buena educación.
Las oposiciones actuales consisten en su mayoría en pruebas teóricas que valoran la memorización, la técnica retórica y la adecuación formal a unos criterios estandarizados. A menudo se exige repetir de memoria temas fijados hace décadas, elaborar una “unidad didáctica” según esquemas burocráticos o resolver supuestos prácticos completamente descontextualizados.
Este modelo, lejos de fomentar la sensibilidad pedagógica, premia la rigidez, el cumplimiento superficial de normas y la acumulación solitaria de conocimientos. Se favorece a quien dispone de más tiempo libre, recursos económicos para academias o habilidades técnicas, y se desatiende la dimensión relacional, la escucha, la observación atenta o la creatividad comprometida con el entorno.
¿Cómo puede una prueba no pedagógica ser la vía de acceso a una profesión esencialmente pedagógica?
Esta contradicción origina una fractura en el propio cuerpo docente: educadores seleccionados por su rendimiento teórico que deben desenvolverse en escenarios profundamente humanos, dinámicos y complejos.
Por su parte, los centros privados —especialmente los concertados, que reciben financiación pública— suelen operar bajo criterios de eficiencia económica y de preservación del ideario institucional. Esto se traduce, con frecuencia, en precariedad laboral para los docentes jóvenes, con contratos temporales o parciales, y en procesos de selección basados en afinidades ideológicas no siempre explícitas. Se limita así la diversidad pedagógica y vital, y se prioriza la imagen institucional por encima del compromiso con el alumnado y la comunidad.
En muchos de ellos (y sé por experiencia lo que digo), lejos de una educación liberadora, se impone un sistema de contratación donde el miedo al despido, la autocensura y la subordinación ideológica contaminan el compromiso educativo.

Si el actual sistema de oposiciones no responde a los principios pedagógicos que dice defender, es legítimo —y urgente— imaginar otras formas de acceso más humanas, más contextualizadas y más comprometidas con el territorio. En este horizonte, la Pedagogía Andariega propone para los Centros Públicos de Educación Primaria y Secundaria una alternativa transformadora basada en la participación activa de los Consejos Educativos Locales.
¿Qué podrían ser los Consejos Educativos Locales? Formados por docentes en activo, alumnado, familias, agentes culturales y sociales, personas voluntarias y representantes del ámbito económico local, estos consejos articularían las necesidades reales de la comunidad con las decisiones que la afectan. Una expresión colectiva de un territorio.
Si se les confiara la selección o validación de quienes ejercerán la docencia en sus centros, estos Consejos podrían devolver a la escuela su raíz pública, democrática y autónoma. Se favorecería el arraigo, los perfiles más pertinentes para cada realidad, la acogida mutua, la escucha y la responsabilidad compartida. Todo ello sin anular la singularidad del docente.

Como toda práctica transformadora, esta vía exige garantías de equidad, transparencia y rigor pedagógico. Para evitar arbitrariedades o favoritismos, deberían establecerse criterios claros, una supervisión ética y una formación específica para quienes integren los Consejos. Ello no excluye un marco estatal y autonómico de referencia, imbuido en estándares nacionales y comunitarios de calidad, siempre que dialoguen con los saberes del territorio.
Soñemos por un momento: ¿Qué pasaría si el maestro no fuera simplemente un aprobado en una lista, sino una presencia elegida por una comunidad que lo necesita, lo espera y lo acompaña? ¿Y si el acceso al magisterio incluyera una bienvenida colectiva, un reconocimiento y un proyecto común?
Dar a las comunidades la posibilidad de participar en la elección de quienes educan a sus hijas e hijos no es debilitar el sistema educativo, sino fortalecerlo desde su base más real: la sabiduría, la destreza y la confianza mutua desde la movilidad!
Aunque el modelo andariego de acceso al magisterio —basado en la elección comunitaria y el arraigo pedagógico— aún es un sueño, existen en la historia reciente de España experiencias significativas que anticipan su viabilidad: Escuelas Infantiles de titularidad municipal, puestos docentes con perfil específico, Escuelas cooperativas y comunitarias, etc. Por más que lo nieguen quienes detentan el poder establecido —incluso aquellos que padecen sus consecuencias sin atreverse a imaginar otra cosa—, existen formas concretas y eficaces de seleccionar a quienes van a acompañar los procesos educativos desde el vínculo, la escucha y el compromiso con el territorio.
Y si no existen, ¡las inventamos! Porque “Arrieros somos, y en el camino de la Creatividad y el Compromiso educativo nos encontramos”.





