Immanuel Kant, las mujeres, el amor y la sexualidad (1/7)

I. KANT. PERFIL PSICOLÓGICO DE UN FILÓSOFO SOLTERÓN

Immanuel Kant (1724-1804) (también: Emmanuel o Emanuel) nació, vivió y murió en Königsberg (Prusia Oriental, a orillas del Pregel, hoy Kaliningrado) cabeza de puente alemana en tierra eslava y ocupada por los rusos entre 1758 y 1762. En el momento de su nacimiento, niñez y juventud, Königsberg era una pequeña ciudad alejada de los principales centros culturales y académicos de Europa; contaba, sin embargo, con una Universidad luterana, donde cursó sus estudios hasta alcanzar el grado de Magister. Tenía un cierto aire cosmopolita debido a contar con un notable contingente militar y un puerto con un tráfico de la Europa oriental suficientemente intenso para favorecer la coexistencia y convivencia entre gentes de distinta procedencia y cultura: lituanos, polacos, menonitas de Holanda, hugonotes de Francia, mercaderes ingleses rusos y una comunidad judía que, según Juan Arnau, llegaría a ser la más ilustrada del norte de Europa (1).

De extracción humilde y lejanos orígenes escoceses. Su padre, Johann Gerog, era guarnicionero-talabartero; su madre, de estricta confesión luterana, pietista protestante. Que concebía la religión como una forma de experiencia interna moral que se expresaba en la simplicidad, en la libre interpretación de la Biblia y en la obediencia a la ley moral, “una religión del corazón muy extendida entre las clases menos instruidas de Prusia” que fomentaba “la devoción, las obras de caridad y una transformación radical mediante la cual la persona ingresa en una nueva vida” (2). Kant asimiló durante su niñez las costumbres de la moral pietista ejemplificadas por su madre, que perdió cuando sólo contaba con trece años. Aprendió y ejercitó los valores vividos en su casa y en su familia: el trabajo duro, la disciplina, la honestidad y el honor, que forjarían su personalidad futura. En su madurez, sin embargo “las concepciones morales de Kant exhibirían un sesgo antipietista: cierta aversión al sentimentalismo religioso y los aspavientos de la religión” (3).

Juan Arnau ::E.C.

De una serie numerosa de hermanos y hermanas, sólo cuatro llegaron a la edad adulta, tres varones y una hermana, que lo cuidó en sus últimos años de enfermedad; no se relacionó con ninguno de ellos, ni siquiera con su hermano Johann Heinrich, pastor luterano de profesión. Inteligente y dotado para el estudio, pero de escasos medios económicos, pudo estudiar, entre 1732 y 1734, en el Collegium Fridericianum, de confesión religiosa luterana. Su educación escolar estuvo marcada por una severa disciplina pietista y por una concepción enciclopédica de la formación de los jóvenes. El Colegio favorecía la promoción social de sus alumnos a los que distribuía no por edades sino por grupos según sus aptitudes y conocimientos.

Aunque poseemos diversas biografías del filósofo (4), los obstáculos para el correcto conocimiento de su vida son grandes: “No existe un diario; los detalles sobre su vida son escasos. Hay que buscarlos entre lo que por casualidad dejó caer y entre los recuerdos de quienes estuvieron más cercanos a él”, señala M. Kuhen,uno de susbiógrafos más recientes, quien, sin embargo, nos revelará un dato interesante para la contextualización de su pensamiento, el hecho de que “sus ideas son reacciones al clima cultural de su tiempo (…). Incluso acontecimientos relativamente lejanos como las revoluciones americana y francesa tuvieron un claro impacto sobre él, y, por consiguiente, sobre su obra” (5).

Según este biógrafo, durante sus primeros años de preceptor y docente, sus ingresos fueron tan escasos que hasta tuvo que vender algunos de sus libros para obtener míseras cantidades con las que subsistir. En una ocasión, sus amigos hicieron una colecta para comprarle un abrigo nuevo, pues el que llevaba se le caía a pedazos. En 1746, muere su padre y una vez terminados sus estudios formales en la universidad, en 1748, el “maestrito”, como lo llamaba su colega J. G. Hamann (6), pasó varias décadas como preceptor privado en casas de familias ricas en particular en casa del conde de Keyserling (Hegel y la mayoría de los intelectuales de la época harán lo mismo), Es decir, vivió como una especie de sirviente o criado más o menos distinguido. Lector infatigable, su cultura era amplísima y variada, desde la astronomía la física, las matemáticas y la geografía hasta la literatura inglesa y francesa, la historia, la filosofía moral, la ingeniería civil o la filosofía moral. Impartió clases de todas esas disciplinas en su larga carrera docente privada y pública. Para preparar sus variadas clases, tenía un método sencillo y eficaz: leer los periódicos y relatos de viajeros con sus alumnos y comentarlos. Además de sus retribuciones de profesor recibía un pequeño sueldo de la autoridad real como segundo bibliotecario. Hay que decir que Kant no ambicionó ascender socialmente: no tuvo fortuna, ni una Suiza cerca (como Voltaire), ni una madrina reina Catalina de Rusia (como Diderot), ni una amiga duquesa de Luxemburgo (como Rousseau) que le protegiesen.

Su situación cambió radicalmente en cuanto lo contrataron en la Universidad de Königsberg. Entonces, Kant transformó su apariencia, cuidó su imagen eligiendo elegantes ropas para no desentonar en los medios sociales en los que alternaba y se convirtió en un “Elegante magíster”, al que se recibía en las mejores casas. Alegre y de brillante ingenio, con agudo sentido del humor, sus clases eran amenas. En ellas, según un alumno suyo Johann Gottfried von Herder — que habría de ser uno de los introductores de la revolución Romántica en Alemania — en sus notas de clase conservadas, nos informa de que en ellas se hablaba de los filósofos alemanes de su tiempo (Leibniz, Wolff, Baumgarten), del filósofo británico David Hume y del pensador político suizo, afincado en Francia, J. J. Rousseau, y también de los científicosestelares de la época Newton y Kepler. También se hablaba de literatura, sobre todo de las novelas inglesas de más éxito de su tiempo de Fielding y de Richardson. Fomentó el pensamiento independiente:“el noble orgullo de pensar por uno mismo y de descubrir antes que nadie sus propios errores”, en palabras de Von Herder (7).

La celebridad le llegó al filósofo algo tarde, a partir de los 57 años cuando publicó su Crítica de la razón pura. Desde entonces, ya catedrático, su fama como profesor se haría proverbial; sus clases eran tan interesantes que los alumnos acudían una hora antes para coger sitio en el aula. Como tenía que levantarse muy temprano para impartir sus lecciones contrató a su fiel criado Martin Lampe, para que lo despertara, pues él sólo hubiera sido incapaz de hacerlo, él le ayudó — como más adelante veremos — a seguir una vida disciplinada. Impartió sus clases hasta los setenta y cinco años: en total enseñó durante unos cuarenta y cincos años.

Kant vivió siempre en suKönigsberg. Mientras que sus contemporáneos, los filósofos ilustrados, Diderot, Hume, Helvetius y Holbach etc., viajaban incansablemente por Europa, Emmanuel fue el prototipo del filósofo no aventurero, sedentario, de vida tranquila y organizada. Apenas salió de su ciudad ni se alejó de ella más allá de cuarenta kilómetros (8). El poeta romántico y escritor Heinrich Heine retrató en 1834 a nuestro filósofo más que como a un hombre de carne y hueso como a una cabeza pensante sin más actividad que la de su raciocinio, llegando a escribir que: “La historia de Emmanuel Kant es difícil de describir. No tuvo ni vida, ni historia. Vivió una vida mecánicamente ordenada, casi abstracta de solterón”. Esta imagen de Kant, popularizada por Heine, era la acuñada por sus primeros biógrafos: Jachmann, Wasianski y Boronwski, artífices del retrato acartonado de su admirado maestro (9).

Dada su ordenada vida, gusto por la rutina y las invariables costumbres la austeridad su existencia cotidiana era previsible en extremo además de anodina. Sus horarios eran una especie de mecanismo de precisión, inflexible: levantarse, desayunar, escribir, dar clase, comer, pasear, leer y dormir; su puntualidad era tan exquisita que sus conciudadanos podían estar seguros de que eran justo las 3.30 cuando el sabio y digno soltero salía a dar su paseo diario (10). Cuentan que este paseo de rigor, diluviase o quemara el sol, sólo lo suspendió Kant en una ocasión: una tarde en la que, entusiasmado con la lectura del “Emilio” de Rousseau — su gran maestro junto a Hume —, se olvidó por completo de su periplo cotidiano. Una de sus aficiones o diversiones era jugar al billar, a las cartas y apostar en las partidas del juego.

Si observamos atentamente alguno de los retratos del filósofo comprobaremos que era de complexión débil, delgado, de baja estatura, de cabeza grande y una espalda algo deformada, con problemas respiratorios y una estructura ósea delicada. Aunque rara vez cae enfermo, su constitución física despierta en Kant cierta hipocondría, que trata de combatir con el orden y la disciplina diaria, a saber: no beber por las noches, evitar la ansiedad y aplicarse en la ocupación filosófica.

Su obsesión permanente era la de poder llegar a viejo, para lo cual no debería malgastar sus fuerzas: “Yo creo que, a causa de mi pecho plano y estrecho, que deja poco sitio para los movimientos del corazón y el pulmón, tengo una disposición natural a la hipocondría que tiempo atrás incluso provocaba repugnancia de vivir”, escribe nuestro personaje en La disputa de las Facultades. Eso explica sus rígidos horarios y su régimen de vida, orientados a no derrochar su energía vital. En verano caminaba muy despacio para evitar la transpiración. Vestir un traje ligero le permitía moverse con agilidad al aire libre (11).Desde este punto de vista, Kant es un hombre de su siglo, cercano a los higienistas del estilo del médico suizo Tissot. Sexualidad, alimentación, conversación, paseo, estudio, escritura: todo debería estar regulado para vivir a fuego lento, como un pequeño ahorrador.

Era una persona muy sociable y amable, de talante jovial e incluso ingeniosoy aunque de temperamento melancólico, sujeto a insomnios, ensoñaciones y angustias nunca llegó a padecer neurosis, ni ataques de soledad, nada tampoco de megalomanía. Le encantaba invitar a comer a su casa a ciudadanos eminentes de la ciudad: altos funcionarios gubernamentales, militares, banqueros, predicadores, aristócratas, damas nobles y comerciantes, y, habitualmente, la sobremesa y tertulia se alargaba hasta las siete o las ocho de la tarde (de ahí el famoso paseo digestivo). Sus conversaciones versaban sobre ciencias y sobre personas conocidas de la ciudad, además de chismorreos o temas gastronómicos medicinales de la vida cotidiana (como el placer de fumar en pipa, beber vino, aspirar rape o sobre las propiedades del te) y de los asuntos políticos.

Amante de la buena comida, llegaron a convertirse en una especie de ritual social. Odiaba comer solo, pues entendía que la compañía facilitaba la digestión, y decidió rodearse de invitados a diario, siempre de su habitual círculo de amistades. Fue un excelente gourmet: la elección de los platos era un momento esperado por Kant, tanto cuando solía comer fuera de casa como cuando ejercía de anfitrión en la suya. Le gustaba, pues, el trato de la gente, la vida social, asistir alteatroKant iba regularmente al teatro con sus amigos, Goeschen, Jacobi, Hippel, a un palco que alquilaban a tal efecto.

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS

1. Juan Arnau, Manual de filosofía portátil, Atalanta, Girona, España, 2014, p. 109.

2. Ibíd.

3. Idem.

4. Sus primeros biógrafos oficiales fueron contemporáneos del pensador, teólogos alumnos y amigos suyos: Borowski que llegaría a ser alto cargo en la Iglesia luterana prusiana; Jachmann, secretario académico de Kant, pero más que biógrafo fue hagiógrafo y, sobre todo, Wasianski, diácono luterano que asistió a Kant en sus últimos años y que sería ejecutor de sus testamento y testigo de su muerte. Hasta hoy, la biografía más documentada con la que contábamos era la de Karl Vorländer: Immanuel Kant. Der Mann und das Werk, F. Meiner, de 1924. Las más recientes son las de Stefen Dietzsch, Immanuel Kant, editorial Reclam, 2003; Manfred Geier El mundo de Kant, Rowohlt, 2003 y Manfred Kuehn, Kant, trad. de Carmen García-Trevijano Forte, Acento, Madrid, 2003. Los tres biógrafos –- todos ellos reconocidos especialistas en la obra de Kant — se han concentrado en la vida intelectual del filósofo y cómo ésta se vio marcada por los grandes debates del siglo XVIII.

5. Manfred Kuehn, op. cit.

6. Johann Georg Hamann (1730-1788), llamado el Mago del Norte, personalidad enigmática y fascinante, lingüista autodidacta y antiilustrado defensor de un pensamiento místico que influyó en Goethe y en la irrupción del Sturm und Drang.

7. J. Arnau, Manual portátil de filosofía, op. cit. p. 216, nos recuerda queKant tuvo una experiencia con el esoterismo y el misticismo, que le sirvió para descubrir más tarde sus analogías con la metafísica dogmática de Wolff y Baumgarten. Su opúsculo Sueños de un visionario explicados por los sueños de la metafísica (1766), de tono irónico-escéptico respecto a unas supuestas “creencias racionales” espiritualistas que en el fondo sólo eran visiones esotéricas del místico visionario sueco Swedenborg, que propiciaban ensueños ilusorios de la razón, provocando una agria crítica de Mendelssohn, autoridad intelectual de su tiempo. Tras ese intento Kant trataba en realidad de desbrozar el camino que le llevara al definitivo despertar de su “sueño dogmático-metafísico”, con la publicación de su primera gran obra la “Crítica de la razón pura” de 1781.

8. De ahí el verso que Don Antoni Machado dedicara, con humor, al pensador alemán en su LXXVII de su obra Proverbios y cantares: “Tartarin en Koenigsberg / con el puño en la mejilla / todo lo llegó a saber”, aludiendo a la posibilidad de alcanzar el conocimiento profundo, sin necesidad de largos viajes o deslumbrantes estancias en Universidades de prestigio mundial.

9. Coincido plenamente con la opinión de Juan Arnau (Manual de filosofía portátil, op. cit., p. 208) sobre el hecho de que filósofos y académicos no suelen prestar atención o descender a minucias biográficas como éstas que a veces mostramos en nuestros escritos literario-filosóficos y que desprecian como superfluas o y absolutamente prescindibles. El propio Kant estaría de acuerdo en ello al declarar en el frontispicio mismo de la segunda edición de la Crítica de la razón Pura, esta famosa máxima de Francis Bacon: De nobis ipsis silemus (“Guardemos silencio acerca de nosotros mismos”). J. Arnau considera, por el contrario, el interés que la vida, personalidad, avatares biográficos y circunstancias de las vidas de los grandes pensadores, su conocimiento ayuda a entenderlos mejor. “El desarrollo del pensamiento viene a menudo dictado por las circunstancias de la vida, gracias a ella se forma el carácter, y el carácter es el que permite al individuo sobrevivir, vivir con y por encima del pensamiento”, afirma en su citado libro. Y Fichte confirmaría eso mismo al sostener: “La clase de filosofía que se tiene depende de la clase de hombre que se es”.

10. Su sirviente (entre 1762 y 1802) Martín Lampe — que se encargaba de todos los asuntos prácticos de su casa, limpieza, orden, recados — lo despertaba cinco minutos antes de las cinco, a fin de que estuviera sentado a la mesa a las cinco en punto. Después de haberse tomado su taza de té y fumado su pipa, preparaba sus clases hasta las 7; daba clases hasta la una menos cuarto, para inmediatamente después pasar a la mesa. A continuación, a las cuatro en punto, daba un paseo digestivo hasta la fortaleza de Friedrichsburg. De regreso en su gabinete, tiempo de meditación, lectura y escribir cartas. Al sonar la sexta campanada, se pone de nuevo a trabajar en su estudio. A las diez menos cuarto, acaba su jornada de trabajo. A las diez se acuesta. (Vid. Joseph Muñoz Redon, Las razones del corazón. Los filósofos y el amor, Ariel, Barcelona 2008, p. 48).

11. Kant tiene la manía de respirar manteniendo los labios cerrados. “Una ventaja accesoria de esta costumbre, cuando, al menos solo con uno mismo, no se está departiendo, es la siguiente: la saliva, que es constantemente segregada, humedece el gaznate, actúa al mismo tiempo como método digestivo estomacal y también se puede tragar como laxativo, si se está lo suficientemente decidido a no desperdiciarla como consecuencia de una mala costumbre.” (o sea “escupir”) (La disputa de las Facultades).

INDICE

I. KANT. PERFIL PSICOLÓGICO DE UN FILÓSOFO SOLTERÓN
II. LOS ULTIMOS AÑOS: LA MUERTE DE UN FILÓSOFO
III. SEXUALIDAD HUMANA, AMOR Y MATRIMONIO
IV. KANT. INFERIORIDAD BIO-PSICOLÓGICA FEMENINA
V. KANT. INFERIORIDAD MORAL FEMENINA
VI. KANT. INFERIORIDAD INTELECTUAL FEMENINA
VII. SUMISION Y EXCLUSIÓN DE LA CIUDADANÍA DE LA MUJER


Tomás Moreno Fernández

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