Una vez publicado el artículo la semana pasada bajo el título de “Carta de mis alumnos al Cielo”, acto seguido, el Director de IDEAL EN CLASE, Antonio Arenas, me propuso compartir con los estimados lectores mi experiencia, valoración y compromiso futuro, al llevar a cabo esta controvertida actividad, a lo que accedí con ilusión y con el mayor respeto hacia los que no están y sus familiares.
Antes del gran día en el que se leyeron o incluso algunos improvisaron y defendieron sin texto (toda una proeza) la memoria de sus seres queridos que les faltan en su vida, me dediqué de pleno a prepararles para ese momento. Les advertí de lo importante, justo y necesario que es recordar a nuestros seres queridos, aunque ya no estén con nosotros, aunque no los hayamos conocido… ¡Caprichos del destino!
Les insistí en la idea de la voluntariedad en la participación y confección de esa carta-redacción-anecdotario, para que ninguno de mis alumnos se sintiera en la obligación de pensar, escribir y defender en público. Eso sí, quien lo hizo, lógicamente obtuvo nuestro reconocimiento y una buena nota con destino en mi cuaderno de notas.


Otro de los aspectos fundamentales a tener en cuenta para la preparación de esta actividad fue la lectura de un modelo, en este caso, dedicado a mi tito Manolo (1939-2002). Sin tapujos y tabúes, en la carta dejé clara la intención, una forma posible de expresión, y finalmente unos puntos necesarios e ineludibles como fueron las distintas partes de una descripción, valiéndome de una regla mnemotécnica: IFRACO (Información, Físico, Ropa, Aficiones, Carácter y Opinión) para culminarla con el relato de una serie de anécdotas vivida desde niño con mi tío, y cómo no, un mensaje de despedida y lo que es más esencial y objetivo primordial: agradecimiento por todo lo que hizo en vida por nosotros, por mí.
Como colofón, se da absoluta libertad sobre: el contenido, la longitud, la forma, el lenguaje, el estilo e incluso se da la posibilidad de presentar a su familiar mediante un trabajo, un mural, una foto…

Una vez que ya se han preparado, concienciado y tutorizado para el desarrollo de la actividad… ya solo falta que llegue el día, que por proximidad a la fecha de celebración (el 2 de noviembre), inexorablemente la haremos coincidir con otra fiesta asentada en nuestra cultura pero procedente de otra más bien lejana, incluso que nos representa más bien poco (opinión personal): Halloween. Eso sí, es cultura angloamericana y nosotros como colegio plurilingüe debemos de considerar.

LLEGÓ EL GRAN DÍA
Con los nervios a flor de piel nos esperaban tres momentos claves que determinarían el trascurso y el devenir de mañana: ver una serie de televisión de miedo (controlando su contenido explícito), leer historias de miedo (creadas y defendidas por ellos, con un micrófono, a oscuras, iluminados únicamente por una linterna) y cómo no, nuestra actividad estrella, motivo de este y el anterior escrito o artículo: Carta al Cielo.
Me permito el lujo de no otorgarles trascendencia a las dos primeras, por lo que nos centraremos única y exclusivamente en el homenaje a los familiares fallecidos.
Tanto en el aula de 5ºA (mi tutoría) como de 5ºB (la tutoría de mi compañero y amigo Fernando, todo un apoyo y sustento), se expusieron y se escucharon con toda atención y respeto las cartas al Cielo imperando un silencio sepulcral de principio a fin, solamente interrumpido por la música de fondo (Banda Sonora de la película Forest Gump) y por los sollozos de los ahí presentes, incluidos los de un servidor.
Hubo quien desistió a salir, pese al hecho de traerla escrita, motivo por el cual, fue respetado/a en todo momento, valorando el hecho de haberla pensado y escrito, que no es poco.
Les di la posibilidad de evitar la lectura, para evitar ese trance, por lo que yo podría ser el encargado de ello.
Cabe destacar la entereza de algunos de ellos en su exposición pública en contraposición de otros que leyeron la carta llorando, emocionados o con una congoja incontrolable que les hacía presagiar una explosión interna o externa de sus emociones.
Como dato muy positivo, muchos de los niños y niñas se levantaron de sus sillas, de manera espontánea, no planificada y por supuesto autorizada, para aportar apoyo y cariño a aquel o aquella que se le presumía un rostro de sufrimiento o sentimiento con la lectura o semblanza de ese ser querido.

Mi alumna Claudia recordaba sollozante a su abuelo Juan y culminaba su carta impregnada de una dulzura y ternura inusitada con estos términos:
Yo opino que nunca olvidaré: ¡Cómo me sonreía!, ¡Cómo me cuidaba!, ¡Cómo me quería!, ¡Cómo jugaba conmigo! ¡Y cómo me dejaba hacerle lo que quisiera! Y me hacía muy feliz…
Al final de las lecturas y exposiciones nos dimos un superabrazo y una de mis alumnas me vaticinó su intención de ir al cementerio y dejarle la carta en su lápida, previa lectura. ¡Conmovedor! Tan solo hagan un ejercicio de imaginación de tan tierna escena…
En todo momento valoré la actividad en los siguientes términos:
“Es impresionante lo que estáis haciendo. Me siento un gran afortunado de tener la clase que tengo este año. Jamás había vivido nada igual. Sois muy, muy grandes, capaces a buen seguro de cambiar y mejorar el mundo, vuestro entorno por el enorme corazón que atesoráis y vuestra sensibilidad. Sois un claro ejemplo de lo que es la cualidad humana. Es alucinante lo valientes que sois. Si lo habéis escrito, lo habéis pensado, lo habéis hablado con mamá o papá, lo habéis defendido, me lo habéis dado para que lo lea… da igual… Ole por vosotros y vosotras. Estoy sin palabras. Jamás en diecinueve años de docencia había vivido algo igual. Sois enormes… ojo, yo no os estoy haciendo llorar, en todo caso lloráis por lo que sentís, solo estamos recordando… si salís es porque queréis, si no salís, es porque también lo queréis… sois libres, yo no os obligo a nada. Pero me parece maravilloso lo que estáis haciendo… un homenaje en toda regla que da significado real al día en el que se celebra la conmemoración de los difuntos: a vuestros abuelos, bisabuelos, titos, hermano que no nació. Donde quiera que estén estarán orgullosísimos de todos vosotros y vosotras. No os preocupéis que esto es una vez al año o puede que nunca más… quién sabe… Por cierto… ¿No os dan ganas de querer y abrazar más que nunca a esos abuelos que aún tenéis vivos?… Pues no os cortéis…

OPINIÓN DE Mª TERESA CASTILLO FERNÁNDEZ. (MADRE DE MI ALUMNA VALENTINA).
“Pocas, muy pocas veces, como madre de tres hijos en edad escolar, he sentido la llamada de atención inmediata de esta actividad, tan sencillamente planteada por nuestro tutor de quinto, Pedriticher.
La idea era perfecta, llena de carga emocional, y reivindicativa de nuestras costumbres que tanta falta hace que nuestros hijos conozcan, entiendan y presuman de la riqueza de nuestra cultura.
La «carta al cielo», fue en primer lugar una sacudida en mis recuerdos… Tenía que ponerlos en orden para poder ayudar a mi hija a hacer un emotivo homenaje pero sin caer en el drama, más bien con tintes simpáticos que es como creo que se deben de recordar a nuestros seres queridos que ya no están.
Dicho y hecho… Tras poner un poco en perspectiva la actividad y activar los recuerdos… No hizo falta mucho más: esas palabras se escribieron desde el corazón.
Un retoque aquí, una pincelada por allí… Y se creó una «secuencia ordenada de palabras» en memoria de nuestro ser querido.
Una actividad sin duda de gran trascendencia, y todo pk nuestro tutor tuvo la genial idea de llevarnos por el buen camino en esta festividad del 2 de noviembre, siempre desde el máximo respeto y haciendo un gran trabajo de equipo, que para eso lo son…
Solamente dar las gracias personalmente a Pedro por sacar una vez más nuestra parte más humana y llenarnos el corazón de momentos inolvidables ya anclados en el pasado”

OPINIÓN DE ROSALBA OLMEDO (ORIENTADORA-PSICÓLOGA DEL CENTRO).
En esta cultura y en este tiempo la muerte es un tabú. Creo que a los más pequeños no se les da la oportunidad de despedirse ni de aprender cómo es la vida en su globalidad (lo que ineludiblemente incluye a la muerte). Creo que la muerte es un monstruo bajo la cama que nadie quiere mirar y que crece y crece hasta que te atreves a mirar y entonces… compruebas que no es tan grande y fiero y que no es más que polvo por barrer. Creo que recordar a las personas las mantiene vivas y por eso la vida se prolonga más allá de la muerte física si haces con tu vida cosas dignas de recordar (La cultura mejicana promueve está idea)
No sé si es una opinión de profesional o personal pero pienso que es bueno dejar que los niños y niñas hablen de la muerte y se les hable de ella, con un lenguaje que entiendan y que aunque duela no hiera. Hablar de sus seres queridos q ya murieron, que participen en funerales y entierros y que lloren y consuelen a sus familiares y amigos y que vean cómo compartir la pérdida ayuda a mitigar el dolor. A veces cuando no se les deja participar, cuando los adultos no comparten su tristeza con ellos, lo que sucede es que los dejan fuera, los aíslan y los pequeños entienden que su incomprensión no será resuelta y que el miedo de la incertidumbre tendrá q ser diluido por ellos mismos.
Quizás los adultos pensamos que ellos no se enteran de estas cosas… pero sí que lo hacen, de hecho el Coeficiente Intelectual de una persona suele ser una medida más o menos estable, o sea q si tú tienes una inteligencia normativa, también la tenías cuando eras niño aunque entonces utilizabas otro lenguaje, tus emociones eran absolutamente desbordantes y la imaginación ocupaba los espacios libres del desconocimiento. ¡Menuda coctelera! Por eso es mejor que los mayores guiemos a los más pequeños en estas cuestiones emocionales y en su caso espirituales.


A MODO DE CONCLUSIÓN.
Me comprometo a seguir honrando la memoria de los que se fueron, incentivando a mis alumnos a disfrutar de la vida y de los seres queridos que aún están con ellos, muy especialmente con los abuelos o abuelas que vivan. Hay que degustar cada momento y situación que te brinda la vida. Agradecer la familia que tenemos, los amigos, las aficiones, las devociones, el agua, el sol, los alimentos… y sentirnos afortunados por vivir el verdadero milagro de nuestra vida que no es otro que el hecho de estar vivos.
Agradezco infinitamente a todas las familias de los dos quintos de Educación Primaria que han dado origen a una actividad inmemorial; a mis alumnos, por haber sido capaces de plasmar con sus palabras desteñidas por sus lágrimas un homenaje que a buen seguro recordarán para el resto de sus vidas; a mi compañero Fernando Cánonigo, por haber sido partícipe, incluso escribiendo una carta difícil de leer a un familiar muy, muy cercano a él, que le dejó con 47 años, para servir como modelo a sus alumnos de 5ºB; a la orientadora y psicóloga Rosalba Olmedo del colegio CEIP Miguel de Cervantes de Armilla (Granada) por haber atendido a mis inquietudes referentes a la idoneidad de la actividad en estas edades tan tempranas, por escribir sobre ello y apoyar la actividad.
En definitiva, gracias a todos y todas quienes han hecho posible el desarrollo de esta actividad, sin prejuicios, tabúes ni predilecciones.
Animaos, al resto de los docentes y a quien me esté leyendo a plantearse actividades que se desvinculen en gran medida del uso del libro de texto y el desarrollo del currículo formal, en beneficio de unos valores, emociones y desarrollo de las cualidades humanas.



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