Aristóteles: Orígenes de la misoginia occidental (1/3)

I. LA MUJER EN LA BIOLOGÍA ARISTOTÉLICA. LA DIFERENCIA SEXUAL

Nadie duda de que los escritos biológicos de Aristóteles representan una de las grandes aportaciones de la ciencia griega a la cultura occidental y que el paradigma que preside todo su pensamiento filosófico, incluso en el ámbito de la política, es el biologicista. No olvidemos que Werner Jaeger, uno de los más grandes conocedores de “El Filósofo” por antonomasia, y autor del clásico Paideia, llegó a calificarlo como el biólogo de la Política y, más recientemente Jesús Mosterín ha recordado, en este sentido, que el tema bio-fisiológico que más interesó a Aristóteles, al que más páginas dedicó, y sobre el que todavía estaba escribiendo a la hora de su muerte, fue el de la reproducción (1).

En efecto, Aristóteles reunió en sus obras biológicas una asombrosa cantidad de datos acerca de la copulación, la reproducción y el desarrollo embrionario de los animales. Sin embargo, a la hora de explicar los hechos, sus principios especulativos se impusieron a las observaciones empíricas y le llevaron a veces a peregrinas conclusiones, como en el caso del papel de los sexos en la concepción. Para Aristóteles, por ejemplo, sólo el padre transmitía su herencia, y sólo su esperma contenía gametos. La madre se limitaba a recoger ese esperma en su seno y a proporcionarle materia y alimento (2). La cuestión de la diferencia entre los sexos que Aristóteles afronta sin reticencias en todos los registros de su pensamiento — desde el metafísico al físico, desde el biológico al económico y moral (3) — está presente en su obra por todas partes y en todos los niveles de su discurso, y desde ella postula dogmáticamente la natural e inevitable subordinación e inferioridad de la mujer respecto al hombre.

Escultura dedicada a Aristóteles

En De la generación de los animales (D.G.A., en adelante), Aristóteles inicia su investigación afirmando que “el macho y la hembra son los principios de la generación, el macho como poseedor del principio impulsor y generador, la hembra como materia”. En el esquema ontológico categorial aristotélico la oposición materia/forma es esencial. En efecto, la metafísica de Aristóteles plantea una dicotomía de contrarios —lo femenino es lo contrario a lo masculino — y entiende que lo contrario es la privación de lo no contrario, y que esa privación es incapacidad para llegar a ser lo no contrario (Metafísica 1055 b 15-20) Lo es también a la hora de diferenciar a los dos sexos: Aristóteles define la naturaleza y la función de los sexos por unas oposiciones binarias: capacidad/incapacidad, activo/pasivo, forma/materia. Lo masculino es la medida del ser humano. Lo masculino se asocia a capacidad y lo femenino a incapacidad (D. G. A. 765 b 8-15); lo femenino es pasivo y lo masculino activo, por lo que el principio del movimiento viene de él (D. G. A 729 a 12-14). Lo que aporta lo masculino a la generación a través de su semen o esperma es la forma y la causa eficiente, mientras que lo femenino aporta lo material –lo que la hembra aporta no puede ser semen sino materia: la sustancia natural del flujo menstrual o “materia prima” (D. G. A. 729 a 9-11). Lo femenino es inferior, y lo masculino superior (D. G. A. 732 a 3-8) (4).

Como vemos se enfatiza y destaca siempre la preeminencia que, para Aristóteles, tiene la causa formal sobre la causa material, o lo que es lo mismo en este respecto, del macho sobre la hembra. Del macho, que es el iniciador de la generación, aquel que engendra en otro, y de su esperma, que contiene la forma o plano de lo generado, proceden las determinaciones de la cría. De la hembra, que engendra en sí misma, procede la materia. El macho es activo, como lo es el carpintero, iniciador o impulsor del cambio; la hembra, es pasiva, como la madera, materia o sustrato del mismo y en cuyo seno se forma el mueble por efecto de la acción del carpintero y con la estructura que éste le proporciona.

Es el padre, por lo tanto, el que engendra propiamente, porque da “forma”, mientras que la mujer se reduce a ser “materia” (hyle), necesitada de recibir la forma o el “èidos” del varón. De este modo, el varón queda identificado con la forma y la razón, y la mujer con la materia y la naturaleza. Por tanto, podemos ver que Aristóteles, en la relación varón/mujer, subordina sistemáticamente la alteridad femenina a la única forma o identidad plena y lograda, la masculina, como consecuencia de una desigualdad cuantitativa, de una privación con respecto a ésta. En todos los registros de su discurso, la diferencia femenina cualifica a la mujer como un ser inferior, deficiente, fallido, que sólo encuentra en la identidad viril el modelo de perfección (5).

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS

1. J. Mosterín, Historia de la Filosofía. 4. Aristóteles, Alianza Editorial, Madrid, 1984, p. 261. Él fue el primero, señala J. Mosterín, en distinguir los caracteres sexuales primarios de los secundarios, en señalar que la determinación del sexo se sitúa ya en el primer estadio del desarrollo del embrión, en describir correctamente el funcionamiento de la placenta y del cordón umbilical, etc. En Historia de los animales reunió una serie de descripciones que sería luego sistematizada y explicada en su última obra, De la Generación de los animales, dividida en cinco libros. El libro I, trata de la reproducción en general, los órganos genitales, el esperma de los machos, la leche materna de las hembras y el papel respectivo de los dos sexos. El libro II, examina la reproducción de los animales vivíparos, es decir, que paren crías vivas directamente. El libro III, la examina en los animales ovíparos (que ponen huevos) y en los invertebrados. El libro IV, es un tratado de embriología, y el V, trata de los caracteres congénitos.

2. Ibid., p. 262.

3. Incluso en el plano cosmológico: puesto que Aristóteles, termina por proyectar la separación de macho y hembra a una escala cósmica: “también en el universo es habitual considerar la naturaleza de la tierra como hembra y madre, mientras que se conceptúa al cielo y al sol […] en calidad de engendradores y padres” (D. G. A. 756 a 4).

4. Para llegar a entender cualquier cambio (y la generación de un animal lo es) Aristóteles recurría a una serie de factores explicativos (o causas, aitía), entre los que se encontraban la causa material, la causa formal, la causa eficiente y la causa final. Sin su teoría de las causas nada podría entenderse ni explicarse. Véase: Peri zoion genéseos, I, 716a 4, (De la generacion de los animales). La edición clásica de las obras conservadas de Aristóteles es la publicada por la Real Academia Prusiana con el título de “Aristotelis Opera”, en 5 volúmenes, entre 1831 y 1870. A esta edición se remiten todas las citas que desde entonces se hacen de Aristóteles. Las ediciones en castellano de estas obras son La reproducción de los animales, Gredos, Madrid, 1994; Historia de los animales, Akal, 1990; Partes de los animales, Gredos, Madrid, 2000. La mejor traducción española de la otra gran obra biológica de Aristóteles es la de Tomás Calvo, Aristóteles: Acerca del Alma, Ed. Gredos, Madrid, 1978.

5. Como señala Wanda Tommasi (Filósofos y mujeres. La diferencia sexual en la Historia de la filosofía, tr. cast. Carolina Ballester Messeguer, Narcea, Madrid, 2002, pp. 56-57) este esquema de argumentación atraviesa los textos de Aristóteles de principio a fin. Lo encontramos en la parte central de la obra del Estagirita, en el libro Xde la “Metafísica”, donde el filósofo se plantea el problema de si hay que reconocer o no la diferencia de “especie” (eidos) entre varón y hembra. Él sólo dispone de dos categorías para construir sus clasificaciones, la de género (“gènos”: nacimiento, estirpe, grupo que se reproduce) y la de especie’ (èidos” o forma distinta de otras formas). El filósofo excluye, pues, que la diferencia sexual haya que concebirla como una diferencia de forma (èidos), aunque tampoco la rebaja considerándola una diferencia accidental. Escoge una posición de compromiso: la diferencia entre el varón y la mujer concierne, dice, “a la materia y al cuerpo”.

ÍNDICE

I. LA MUJER EN LA BIOLOGÍA ARISTOTÉLICA. LA DIFERENCIA SEXUAL
II. NATURALEZA DE LA ALTERIDAD FEMENINA
III. EL OIKOS : EL LUGAR NATURAL DE LA MUJER

Tomás Moreno Fernández

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