(Nota: El texto que sigue fue expuesto públicamente por su autora, la profesora Sultana Wahnón en la presentación del libro de Olalla Castro que tuvo lugar el 3 de octubre de 2017, en la Sala Val de Omar de la Biblioteca pública de Andalucía)
Quiero agradecer a Olalla Castro su invitación a formar parte de este acto de presentación. No solo me ha dado ocasión de conocer y leer su ensayo, sino también de compartir esta mesa de presentación con dos amigas tan queridas como Ángeles Mora y Alicia Relinque.
Felicito a Olalla por este inteligente e interesante ensayo, que viene respaldado por una editorial tan prestigiosa como Siglo XXI y que, tal como este respaldo permite presagiar, se trata de un ensayo con muchos valores. Lo primero que quiero decir a este respecto es que he disfrutado mucho leyéndolo. Y esto por varios motivos: en primer lugar, me han interesado mucho los temas tratados; en segundo lugar, el ensayo está muy bien escrito y es francamente ameno a pesar de lo arduo de las temáticas; y en tercer lugar, lo he leído implicándome en la lectura, a veces para estar de acuerdo con la autora, a veces para disentir, pero en ningún caso con indiferencia hacia lo que estaba leyendo –lo que demuestra que el libro está escrito con pasión y con convicciones.
El libro trata de muchas cosas, tal como su título, largo y complejo, deja entrever. Si nos guiamos solo por los que aparecen en el título, serían cuatro temas: Filosofía, Literatura, Modernidad y Terceros espacios o Entre-lugares (estas dos últimas serían formulaciones distintas de un mismo tema). Pero a estos cuatro habría que añadir uno más, que no aparece en el título, pero que es central en el ensayo: la posmodernidad. Y habría todavía un quinto tema, del que hablaré al final.
A pesar de esta aparente dispersión temática, el libro tiene una gran unidad de propósito. Puesto que se sabe muy bien a dónde se quiere llegar, la estructura del libro no es fragmentaria: la autora ha conseguido construir un todo muy cohesionado, con una estructura muy coherente. El hilo conductor que va uniendo las diferentes piezas es el debate sobre la posmodernidad, que es al mismo tiempo un debate sobre la modernidad. Que finalmente en el título solo aparezca el término Modernidad se explica precisamente por la idea de que en realidad no existiría algo a lo que podamos llamar posmodernidad –no al menos en el sentido de lo que viene después de la modernidad. La posmodernidad, nos explica la autora, no sería sino una de las posibilidades o paradigmas de la Modernidad; o dicho de otro modo, modernidad y posmodernidad coexisten y conviven en nuestros días, de la misma manera que habrían venido conviviendo desde los albores de la Modernidad, puesto que el Romanticismo por ejemplo ya habría tenido algo de posmoderno, i.e., de crítica de la modernidad o antimodernidad.
Al igual que todas las ideas defendidas en el ensayo, esta que acabo de exponer es defendida por la autora con un importante despliegue de argumentos y de apoyos bibliográficos, que van desde los libros ya clásicos de David Harvey o Zygmunt Bauman, hasta aportaciones mucho más recientes como las de Mary Louise Pratt o Rodríguez Magda. Estamos, pues, ante un libro muy bien informado y muy bien documentado. Pero lo importante es que la autora no se limita a citar todas estas fuentes, sino que las pasa por el tamiz de su propia reflexión, lo que hace que el resultado sea muy personal y muy original.
Lo mismo ocurre con otro de los términos del título, el Entre-Lugares del comienzo, que está muy relacionado con el de Terceros Espacios que lo cierra. Aunque son dos conceptos distintos, los dos son obra de un mismo autor, Homi K. Bhabha, uno de los pensadores más representativos de lo que se conoce como crítica o teoría poscolonial. Como se explica en el ensayo, Bhabha creó el concepto de entre-lugar para referirse a las identidades híbridas que suelen surgir en los contextos coloniales, donde los individuos colonizados asumen rasgos de los colonizadores, pero transformándolos desde sus códigos culturales propios. Al hacerlo así, surgen identidades híbridas o mixtas que a su vez generan eso que Bhabha llama metafóricamente un Tercer Espacio, que no sería ya ni el espacio del colonizador, ni el del colonizado.
Lo que hace Olalla con estos dos conceptos de la crítica poscolonial es tomarlos prestados para aplicarlos a algo que no tendría que ver con los contextos coloniales, sino con el de nuestras sociedades occidentales o desarrolladas, las del capitalismo tardío o avanzado; y más en concreto con el contexto del actual neoliberalismo. En este contexto, el entre-lugar no se refiere a la nueva identidad que surge del cruce entre colonizados y colonizadores, sino a la nueva identidad, igualmente híbrida, en que la autora se reconoce a sí misma y que reivindica como una posibilidad, la de los modernos posmodernos.
Y este es precisamente el tema de la primera parte del libro, la única dedicada por entero al debate sobre la posmodernidad. La autora se ha propuesto pensar este tema evitando las posturas extremas, la lógica del blanco y negro, o del todo y la nada. Por este motivo no niega por supuesto la diferencia que existiría entre lo moderno y lo posmoderno, y en algún momento incluso ahonda en ella, pero nos invita también a reparar en los puntos de intersección entre ambos modelos o paradigmas de pensamiento, que estarían lejos de ser incompatibles. En el debate entre modernos y posmodernos, que en algún momento se encarna en las figuras de Habermas y Vattimo, no habría por tanto que elegir, sino más bien reconocerse, como la propia autora lo hace, como modernos posmodernos, seres híbridos habitantes indistintamente en lo sólido moderno y lo líquido posmoderno. A partir de esa identidad híbrida se habría ido generando un Tercer Espacio, que no sería ya ni moderno del todo ni posmoderno del todo, y que es el espacio desde donde la autora puede precisamente formular su propuesta de recuperar los aspectos todavía vigentes y necesarios de la Modernidad sin dejar al mismo tiempo de reivindicar las contribuciones irrenunciables de la Posmodernidad -una de las cuales sería la deconstrucción, que es precisamente la que nos ha enseñado, en tanto que posmodernos, a desconfiar de las oposiciones binarias del lenguaje tipo Habla/ Escritura o también, por qué no, Modernidad/Posmodernidad.
Pero el Tercer Espacio que se quiere construir en este ensayo no se refiere solo al de la intersección entre lo moderno y lo posmoderno. También alude a la zona intersticial que habría entre esos otros dos términos que forman parte del título: Filosofía y Literatura. Pues ésta, la de Filosofía/ Literatura sería otra de esas oposiciones tradicionales (metafísicas, habría dicho Derrida), que el ensayo de Olalla trata de relativizar o deconstruir. Sin ser yo de las que creen que no hay diferencia entre un texto filosófico y una obra literaria, sí pienso, como me parece que lo hace Olalla, que ambas discursividades, la filosófica y la literaria, pueden ser objeto de estudio conjunto, como ocurre justamente en este libro, que es un ensayo filosófico sin dejar de ser, al mismo tiempo, un ensayo teórico-literario. En lo que a esto respecta, el entre-lugar que reivindica Olalla en este libro tendría mucho que ver con la tendencia actual a romper fronteras entre las disciplinas, o dicho de otro modo, a la interdisciplinariedad. Se trataría, con todo, si lo entiendo bien, de una interdisciplinariedad moderada, tradicional, puesto que esta mezcla de materias filosóficas y literarias tiene antecedentes muy ilustres en el pensamiento del gran Romanticismo alemán, en el propio Nietzsche, en toda la tradición estética…
El motivo de que se traten materias filosóficas y literarias al mismo tiempo obedece, en primer lugar, a los intereses intelectuales de la autora, que no en balde es especialista en Teoría de la literatura, disciplina esta cuyo rasgo más distintivo es precisamente situarse en el cruce entre lo filosófico-teórico y lo literario. Pero además ocurre que la literatura le proporciona un argumento más en apoyo de su idea de que lo posmoderno no estaría después de lo moderno, sino imbricado con lo moderno, tal como lo demostraría la existencia desde finales del siglo XIX y sobre todo a comienzos del XX de una narrativa moderna, pero de modernidad negativa, en la que ya se habría tematizado la crisis del sujeto que el pensamiento actual tiene por rasgo característicamente posmoderno. Y lo mismo exactamente ocurriría con la cuestión del giro lingüístico: la crisis del lenguaje, la pérdida de confianza en la instrumentalidad del lenguaje, que los posmodernos tienen por posmoderna y oponen a la modernidad, estaba ya plasmada y tematizada en la literatura de comienzos de siglo: en la vanguardia, en las poéticas del silencio, en la narrativa autorreflexiva… Conceptos que tenemos por posmodernos como el de metaliteratura o el de metaficción no habrían aparecido, pues, en el período histórico que se tiene por posmoderno, último cuarto del siglo XX, sino que existirían ya desde comienzos del siglo XX, y se habrían manifestado en la obra de escritores como Kafka o Mallarmé al mismo tiempo que en la obra de filósofos como Heidegger o Nietzsche.
Como dije al comienzo, es un libro que a pesar de su gran diversidad temática, de abordar un considerable número de materias, tiene al mismo tiempo una gran unidad de propósito, gira en torno a una idea o tesis que se trata de demostrar de muchas maneras y con diversos argumentos, todos ellos extraídos, eso sí, de la gran filosofía y de la gran literatura.
Tengo que hablarles ahora un poco del quinto tema del libro, el único que no está recogido, ni siquiera insinuado, en el título. Entiendo que es así porque no se trata tanto de un tema más, cuanto del enfoque o perspectiva desde el que se tratan los otros cuatro. Me refiero al marxismo, que con su nombre no comparece hasta bastante avanzado el libro, aunque el papel que desempeña en el mismo se adivina desde las palabras liminares, donde se habla ya del “continuum capitalista” como el contexto en el que se habrían generado las dos discursividades, la moderna y la posmoderna. También es en este prólogo donde se anticipa ya la intención última de este ensayo, que es una intención fundamentalmente crítica.
Lo que quiero decir con esto es que, aunque las materias tratadas, ya se ha visto, son materias de filosofía y de teoría literaria, y aunque todas ellas están abordadas con gran rigor intelectual y con sólidos apoyos bibliográficos, no estamos en realidad ante un libro ni de filosofía, ni de teoría literaria, sino ante un libro de pensamiento crítico, de teoría crítica, donde los temas tratados, filosofía, literatura, modernidad, posmodernidad, sujeto, giro lingüístico, no se tratan en abstracto, como temas teóricos, sino en directa y estrecha relación con la vida, con la realidad social de nuestros días. La autora se propone arrojar luz sobre cuestiones teóricas, por supuesto, pero también al mismo tiempo sobre situaciones actuales de la realidad socio-política. Más aún, y como se afirma varias veces a lo largo del ensayo, quiere incluso contribuir a la transformación de esas situaciones. Como es lógico, son estos los momentos del ensayo que más pueden implicar a todos los lectores, no solo a los especializados, puesto que aquí se tratan asuntos vitales que conciernen y afectan a todos, y no solo a los teóricos de la literatura. Por lo mismo, son también los momentos que pueden provocar más o menos asentimiento o disensión, lo que dependerá del lugar o posición que ocupe de partida cada lector, sin descartar, por supuesto, que esa posición pueda ir cambiando a lo largo de la lectura, como efecto de la capacidad argumentativa de la autora.
En lo que a mí respecta, he asentido tanto como he disentido. Hay bastantes aspectos de la reflexión que me han suscitado dudas, reservas… No es momento de comentarlas en extenso, pero sí voy a señalar algo que creo entra en contradicción con el espíritu del ensayo. Me refiero al retrato tan oscuro, negro, que se hace en estas páginas del capitalismo, con el que, a diferencia de lo que ocurre con los otros temas, no se procura la más mínima mediación, no se dialoga ni se trata de recuperar algún aspecto positivo. En lo que al capitalismo concierne, las cosas sí parecen ser en blanco y negro, y por lo mismo hay una oposición binaria que la autora acepta sin más y sobre la que no lleva a cabo ningún ejercicio de deconstrucción. Me refiero a la que opone a capitalismo (el Mal) frente a marxismo-comunismo (el Bien). Lo rígido de la oposición explica, creo, que la autora atribuya exclusivamente a manipulación ideológica la tendencia -digamos posmoderna- a no presentar demasiada resistencia al sistema, a no luchar por alternativas. Me ha parecido que Olalla no contempla la posibilidad de que sea de manera consciente, y no inconsciente ni ideológica, como muchos ciudadanos rechazan en la actualidad las alternativas al sistema, no tanto, creo, porque el sistema les guste, sino porque estas alternativas les gustan todavía menos, les parecen menos fiables aún que el propio sistema. Por lo mismo me parece que falta en este libro de pensamiento crítico una cierta mirada crítica al marxismo, o por lo menos al comunismo, una realidad histórica que no carece de puntos débiles o aspectos cuestionables.
En cierto sentido este ensayo me ha recordado los puntos de vista del nuevo Vattimo, el de Comunismo hermenéutico, libro que curiosamente también surge del cruce entre posmodernidad y marxismo. No obstante, el libro de Olalla me ha parecido más serio y riguroso que el de Vattimo y Zabala, que es bastante flojo teóricamente hablando.
Más allá pues de los desacuerdos políticos o ideológicos, mi valoración de este ensayo es muy alta. Te doy las gracias de nuevo, querida Olalla, por haberme invitado a este acto de presentación, y te deseo muchos éxitos en esta nueva faceta ensayística de tu actividad como escritora.
Sultana Wahnón
Granada, 3-10-2017
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