Los conflictos, los desencuentros y los enfrentamientos, han estado siempre presentes a lo largo de la historia de la humanidad; es decir, en todos los lugares, épocas, culturas y civilizaciones. Constituyen la respuesta habitual a las contantes humanas de los intereses, las luchas por el territorio, las imposiciones ideológicas o la falta de fraternidad y entendimiento. Pero los conflictos, producto del choque de intereses, no siempre se ha saldado con guerras o invasiones, como nos enseñaba la historia tradicional, sino que por cada guerra, ha habido cientos o miles enfrentamientos que se han resulto pacíficamente y con el acuerdo de las partes implicadas. Hoy, incluso, determinados conflictos se interpretan con una visión positiva, como una forma de avance, pues gracias a ellos se han resulto muchos problemas o se han sacado a la luz graves situaciones ocultas.
La tensa coyuntura política que actualmente estamos atravesando en España, tras la declaración de la independencia de Cataluña, constituye un buen ejemplo de ello, ya que responde perfectamente a las características anteriormente citadas. En primer lugar, existen unos intereses económicos y políticos de una minoría formada por la burguesía catalana tradicional, favorecida por el franquismo y enriquecida, desde el inicio de los sesenta, con la mano de obra de trabajadores procedentes de otros lugares de España, con la materia prima del mismo origen, con un mercado seguro de cuarenta y seis millones de españoles, además de fuertes inversiones públicas (véase el año 1992) y privadas. También aparece la lucha por el territorio con el objetivo de conquistar los llamados Países Catalanes y recuperar un Reino que nunca existió.
“El proceso de catalanización e independencia, tiene todo el perfil de una cruzada medieval en pleno siglo XXI”. |
El envite ideológico, está siendo protagonizado por el nacionalismo radical, junto con una falsa izquierda que defiende los intereses de la burguesía. El proceso de catalanización e independencia, tiene todo el perfil de una cruzada medieval en pleno siglo XXI: se trata de imponer una única lengua, una única cultura, una única forma de pensar y una única manera de ser. Así, se ha puesto al descubierto el silencio y la discriminación que están sufriendo una mayoría de catalanes castellano parlantes, sean autóctonos o inmigrantes. Pero no les ha bastado con ello, sino que además han fomentado el desprecio y odio a todo lo que es España, su historia, su patrimonio y su cultura y muy particularmente el español, el idioma oficial más extendido en el mundo, con 560 millones de hablantes. El odio no tiene cabida en ninguna parte; es un elemento contaminante, tóxico y nocivo para la salud física y mental de las personas. No sirve de argumento, ni de fundamento para nada; tampoco puede constituir ninguna meta porque destruye la convivencia. Fomentar la enemistad y el odio en la educación, es atacar a su fundamento principal, la mayor miseria a la que se puede llegar.
Para implantar e imponer estos despropósitos, la administración catalana ha empleado todo su poder y usado todos sus recursos, fundamentalmente los medios de comunicación (TV3, por ejemplo); pero, sobre todo, ha recurrido a la educación .La manipulación y la politización de la educación y de la enseñanza –desde la primaria hasta la universitaria- constituye un atentado contra la dignidad y la personalidad de todos y de cada uno de los alumnos o estudiantes, un ataque a la ciencia y a la conciencia, un acto ilegal y casi delictivo para el profesorado y un desprestigio para los centros educativos y universitarios que lo permiten. Hemos de reconocer que en otros tiempos y circunstancias, pudo tener su función y su sentido, y los que fuimos estudiantes en los últimos años de la dictadura y profesores en los años siguientes, lo vivimos en primera persona; pero… a estas alturas, cuando en la universidad sólo se habla de calidad y excelencia, dichas conductas pueden resultar cuanto menos ridículas.
Pero aún más preocupante que la universidad, es la manipulación y el adiestramiento ideológico y político en las etapas de Educación Primaria y Secundaria, propio de las dictaduras y de regímenes totalitarios o fundamentalistas. Recurrir al sector poblacional y al contexto social de menor edad, más débil, más delicado y más vulnerable, pero con mayores efectos en el futuro, constituye toda una inmoralidad. El centro educativo, el alumnado, el sagrado microsistema del aula, constituyen un espacio reverencial al hay que respetar y cuidar con la máxima delicadeza y habilidad. Las personas somos seres en permanente construcción, tremendamente sensibles al ambiente y al contexto en el que nos desenvolvemos. Aprendemos fundamentalmente por contagio, imitación y reproducción de conductas; situación aún más potente en niños y adolescentes. María Montessori llamaba “mente absorbente” a la de los pequeños; de ahí el tacto tan especial, la actitud tan compresiva y objetiva que ha de tener este profesorado.
En el mundo, en Europa y particularmente en España, estamos viviendo unas circunstancias políticas muy relevantes y con gran repercusión en nuestro futuro. Dicha realidad en la que estamos inmersos nos espera, nos demanda y nos interpela a todos para abandonar el conformismo, la comodidad y comprometernos con la justicia, con España y con la paz. Si no actuamos, si no sustituimos el yodismo por el altruismo, si no alzamos nuestra cabeza y elevamos nuestra voz, como lo están haciendo destacados políticos (Borrell, Corcuera, Frutos, Guerra, etc.) tendremos que resignarnos a ser manipulados por políticos incultos, estrechos, equivocados y sin afecto alguno por el país que pretenden gobernar.
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