La fórmula que aparece en la taza de la fotografía es el Modelo Estándar, y reproduce todo lo que conocemos sobre la naturaleza (excepto lo relacionado con gravedad, para lo que bastaría una línea más). Me dice Manuel M. Pérez-Victoria Moreno de Barreda, profesor titular de la UGR, departamento de Física Teórica y del Cosmos—, “¡A mí me parece alucinante que la descripción de nuestro complejo mundo quepa en esa taza! Tal vez podrías poner la foto y explicarlo debajo”. Creo que esta frase resume toda la pasión que despierta la investigación en este científico, uno de los científicos más reputados en su campo, la física de partículas, tanto a nivel nacional como internacional.
– Cuenta con un currículo amplio en el campo de la física de partículas y ha trabajado en el CERN. Así, en rasgos generales, para los más profanos en estos temas, ¿nos podría hablar sobre qué consiste su trabajo? ¿Cuál el día a día de un investigador como usted?
– Mi objetivo es avanzar en el conocimiento de la Naturaleza. Hoy en día, ello requiere un esfuerzo conjunto con la comunidad científica. Yo soy físico teórico y trabajo de forma coordinada con mis colegas experimentales. Interpreto los datos de los experimentos e intento adivinar qué nos dicen sobre las leyes fundamentales del Universo. Para ello construyo modelos y los contrasto con los nuevos resultados, sin olvidar los antiguos. Si todo cuadra, lo que no es trivial, intento extraer predicciones que puedan comprobarse en los experimentos actuales o futuros. Por ejemplo, he trabajado en la posibilidad de que existan nuevas dimensiones (más allá de las que nos enseñaba Coco en Barrio Sésamo) y en cómo detectarlas en los experimentos del CERN. En todo este proceso también es fundamental tener en cuenta las propuestas y estudios de otros teóricos. En cuanto a mi día a día, puede resumirse en tres actividades: leer, pensar y calcular.
– La sociedad no está muy puesta en el tema de la física de partículas, está muy alejada de este cambio paradigmático con más de cien años de andadura. Aunque la mecánica cuántica esté en todos lados y tenga montones de aplicaciones, es como si estuviéramos anclados en la paradoja del gato de Schrödinger y necesitáramos tener continuamente abierta la caja para comprender el mundo.
– Lamentablemente, la sociedad está muy poco puesta en todo lo que es Ciencia (me gusta escribir esta palabra con mayúsculas). Peor aún, es un tema que no interesa. Por un lado, no todos somos conscientes de que la Ciencia es la actividad humana con mayor repercusión en la historia de la humanidad y en nuestra vida diaria. Por otro lado, aunque se reconozca este papel, se delega en otros y no se aprecia el valor para cada individuo del conocimiento científico. No se considera una parte esencial de la cultura, lo que es un error tremendo. Al igual que leer El Quijote, entender mínimamente nuestro entorno y nuestro lugar en él nos enriquece como seres humanos. En España abundan las personas supuestamente cultas que son llamativamente ignorantes en temas científicos. No me refiero a estar al día de los últimos avances, sino, por ejemplo, a entender por qué la Luna se ve roja al eclipsarse. (El otro día escuché a un padre explicarle a su hija que se veía roja porque era un eclipse). También es frecuente en este ambiente presumir de la propia ignorancia en matemáticas o informática. Yo animo a los lectores curiosos a hacerse preguntas sobre el mundo que nos rodea o sobre la tecnología que utilizan y a buscar respuestas en libros o en fuentes fiables de internet.
Vivimos en un mundo cuántico, que no puede entenderse con las leyes clásicas que nos enseñaron en bachiller. La teoría que lo describe, la Mecánica Cuántica (de nuevo mayúsculas) tiene ya casi un siglo de antigüedad. Sin embargo, casi nadie sabe de qué va todo esto. En este caso hay una justificación. Sobrevivimos en nuestro día a día gracias a nuestra intuición clásica, que es más que suficiente para reconocer el peligro de un precipicio o lanzar una piedra con cierta precisión. Esa misma intuición nos sirve para entender las leyes de Newton, por ejemplo. Pero no vale para entender la Mecánica Cuántica. La mejor forma de entenderla es a través de las matemáticas, lo que no está al alcance de todo el mundo. No obstante, existen numerosos libros de divulgación que nos acercan de forma sencilla a este universo mágico y real al mismo tiempo y que pueden lograr que veamos el mundo desde una nueva perspectiva.
– Usted ha trabajado en el CERN, el centro de investigación en física de partículas más importante del mundo. Esto me lleva a aprovechar la oportunidad para hacerle unas cuantas preguntas. Usted vivió el descubrimiento del bosón de Higgs y las ondas gravitacionales, ¿cuánto ha cambiado nuestra percepción del universo tras estos dos grandes descubrimiento? ¿Cuál es ahora el objetivo del Gran Colisionador de Hadrone (LHC, por sus siglas en inglés)?, y por último, ¿qué nos puede contar sobre esa gran desconocida del universo, la energía oscura? ¿Es posible que la investigación sobre esta nos lleve al descubrimiento de nuevas partículas?
– El descubrimiento de la partícula de Higgs en el CERN fue un acontecimiento histórico. Es la pieza que completa el llamado Modelo Estándar de las interacciones fundamentales. El primer objetivo del LHC era poner a prueba el mecanismo de generación de masa. La conclusión es que todo cuadra con lo predicho hace bastante tiempo por los físicos teóricos. Podría no haber sido así. Por ejemplo, yo estudié modelos alternativos que, en vista de los resultados experimentales, han debido ser descartados. En cualquier caso, descubrir la partícula y comprobar que las medidas de sus propiedades están de acuerdo con las predicciones teóricas es un gran éxito del programa experimental europeo. Ahora el LHC está midiendo estas y otras propiedades con mayor precisión y buscando manifestaciones de «nueva física» que nos lleven más allá del Modelo Estándar. El problema es que -a diferencia del caso del Higgs, en el que sabíamos exactamente qué buscar- no sabemos si tal nueva física está a nuestro alcance, ni qué pinta tiene, ya que es desconocida. Una de mis principales líneas de investigación es desarrollar una descripción general y sin prejuicios de la nueva física, para utilizarla en las búsquedas del LHC.
El descubrimiento de las ondas gravitacionales es un logro impresionante del ser humano. Desde el punto de vista teórico no fue ninguna sorpresa ni nos enseñó nada nuevo sobre las leyes de la Naturaleza. Es un efecto predicho por la teoría general de la Relatividad y sus efectos indirectos ya se habían observado. La importancia del descubrimiento es que abre una nueva ventana al cosmos. Hasta ahora casi toda la información que nos llegaba más allá de las fronteras de nuestro planeta, esto es, sobre estrellas, galaxias, evolución cosmológica, etc., lo hacía en forma de luz. Esto incluye luz visible, ondas de radio y otras frecuencias. A partir de ahora podemos observar el Universo con un nuevo sentido. Es una nueva era en Astronomía. De hecho, ya estamos aprendiendo mucho sobre estrellas de neutrones y agujeros negros.
El lado oscuro del Universo se refiere a aquello que, hasta la fecha, sólo se ha manifestado de forma muy indirecta. Por ejemplo, la materia oscura explica las curvas de rotación de las galaxias, pero no la vemos en los telescopios. Aunque son casi invisibles, es posible que el LHC descubra las partículas que la forman gracias a la energía «perdida» que se llevan consigo, si tuviéramos la suerte de que aparezcan en las colisiones de protones. Aclaro que en estas colisiones, por efectos cuánticos, aparecen partículas que no estaban al principio; el bosón de Higgs es un ejemplo. Hay también muchos otros experimentos dedicados a detectar la materia oscura que nuestro planeta atraviesa en su camino por el espacio. La energía oscura es más extraña. No se trata de partículas, sino de «algo» responsable de que la expansión del Universo se esté acelerando en nuestra era. En principio, una substancia así no puede verse en el LHC, pero hay modelos que la relacionan con nuevas partículas o con el mismo bosón de Higgs. En fin, por suerte para los científicos no lo sabemos todo y hay muchos misterios por resolver.
– Hace poco nos dejó un gran científico y divulgador de la ciencia, Stephen Hawking. Cuando leí una de sus obras de divulgación más polémicas, esta me dejó perplejo por dos cosas, la primera por la percepción que sentí, al leerlo, de ese pensamiento compartimentado, muy común en la ciencia, puesto que el autor empleaba la propia filosofía para decir que esta había muerto. Pero lo que más me dejó perplejo es que el big bang es consecuencia de las leyes físicas y no de una mente superior, esto dentro del campo de la demostración puede ser aceptado. Pero esa incursión en la física que hace Stephen Hawking nos llevaba, también, a romper con una teoría unificada del universo, esto nos lleva a Heidegger y a que de la nada surge la espontaneidad ¿usted no cree, como refiere algunos pensadores, que esto sigue sin responder a la pregunta sobre por qué existimos? ¿Qué caemos en una especie de reduccionismo en el que sólo se explica el comportamiento del universo? ¿Qué piensa usted al respecto?, o rompiendo de una manera total con una concepción metafísica del mundo ¿la gran cuestión sobre el qué de las cosas ya no se pueden plantear?
– Stephen Hawking era en efecto un científico muy creativo y una persona admirable en muchas facetas. Fue un personaje público, a diferencia de otros científicos del mismo nivel, por la forma en la que afrontó su enfermedad. A mí no termina de gustarme como divulgador. Sólo he leído ‘Una breve historia del tiempo’. Aprecio que trate al lector como una persona inteligente, capaz de entender conceptos complejos si se explican bien. Pero en mi opinión tiene el problema de que mezcla teorías firmemente afianzadas, como la Relatividad General, con sus propias especulaciones. Y un lector profano en el tema puede fácilmente llevarse ideas equívocas.
Sobre los últimos temas que plantea, y que darían para una buena charla de café, mi visión personal es que la Ciencia no puede responder a las grandes preguntas filosóficas. En particular, a los porqués. Pero tampoco pueden hacerlo los filósofos, que llevan siglos dando vueltas a las mismas grandes cuestiones sin aportar ninguna respuesta que pueda verificarse de alguna forma… aunque no niego que el juego tenga su gracia. De hecho, no me parece que exista siquiera una respuesta satisfactoria, ya que cualquier explicación lleva necesariamente a nuevos porqués. Por ejemplo, afirmar que nuestro mundo existe porque lo creó un Ser Superior, sólo traslada la pregunta de por qué existe el mundo a por qué existe tal ser. Mostrar que es consecuencia de las leyes de la Física lleva a la pregunta de por qué existen tales leyes. Sólo podemos establecer relaciones de correlación o de causa-efecto, no encontrar la causa primera de Santo Tomás. (Quede claro que no estoy hablando aquí de religión y fe sino de filosofía y razón.) La Ciencia, en cambio, es modesta en sus planteamientos. Decía el gran Galileo Galilei «Aprecio más encontrar una verdad, aunque de cosa ligera, que discutir largamente de las máximas cuestiones sin conseguir verdad alguna». Gracias a esta modestia y al método científico, que pone todo en duda hasta que haya suficiente evidencia, la Ciencia ha progresado de forma lenta pero segura a lo largo de los siglos. A mi entender, este progreso nos permite entender mejor nuestro mundo. La Ciencia nunca dará una respuesta última, pero sí proporciona una descripción cada vez más sencilla y unificada de toda la realidad conocida. Si esto es reduccionismo, bendito sea. En este contexto, las ideas de Hawking sobre Dios deben entenderse como las ideas personales de un ser humano influido por su quehacer científico, no como las respuestas que aporta la Ciencia, que por definición no puede decir nada sobre metafísica.
Francisco José García Carbonell
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