Llega la temida época del año en la que nuestros vástagos se quedan sin escuela, sin instituto, sin cotidianidad, sin su rutina diaria. De repente, se ven sin horarios establecidos ni organizados, sin responsabilidades, sin estrés, pero también sin los compañeros/as con los que ha compartido penas y alegrías. Ese último día de clase salen despavoridos, cual alma que lleva el demonio, pensando que van a disfrutar a tope de sus vacaciones, que van a estar en la gloria dejando la escuela atrás y que van a hacer lo que quieran, cuando quieran, donde quieran (muchos de ellos pasarán a escuelas de verano).
Pasan, quizá, algunas semanas con esa sensación de relax, de libertad, pero comienza a aparecer otros estados menos positivos, con los que quizá no contaban y que son muy similares a los que se producen en una situación de desempleo: la sobrestimulación, la saturación (ahora con otras actividades que se suponían iban a ser lúdicas). Pero el peor estado de todos es el aburrimiento; hijos aburridos con las caras que le llegan al suelo, haciéndonos culpables de su estado de inactividad y hastío. Bien, llegados a este punto sería conveniente, para nosotros padres, algunos consejos que nos indique qué podemos hacer durante estos casi tres meses en los que nuestros hijos se quedan sin “empleo”.
Creo, que en primer lugar, podríamos aceptar que el aburrimiento es bueno, para evitar que desarrollemos el síndrome “horror vacuis”: llenar el tiempo de nuestros hijos de actividades y más actividades, sin dejar ningún resquicio en el que no estén ocupados. Pensamos que no hacer nada es improductivo, carente de sentido, destructivo, pero el aburrimiento es necesario. Saber gestionar el aburrimiento, nos hace personas capaces de disfrutar de nosotros mismos, en calma, en soledad. Dejar tiempos para que éste aparezca y para que aprendan a gestionarlo, puede ser una manera de enseñar a nuestros hijos/as el valor de la paciencia, la soledad, el silencio, la creatividad, el descanso, la reflexión y para poder estar con uno mismo, tan necesario.
Por otro lado, debemos ser, ante todo, agradecidos. Si los niños/as se quedan ahora en el “paro”, los abuelos pasan a tener jornada completa. Cuando digo agradecer, trato de expresar que el respeto a su rol durante el tiempo que pasan con ellos y el profundo agradecimiento tiene que ser la tónica. Nos parece que están obligados a cuidar de nuestros hijos. Encima que trabajan gratis y que el trabajo les cuesta dinero, los abuelos tienen que estar constantemente escuchando “que no mimes a los niños”, “que no les dejes que hagas eso, ni lo otro tampoco” “que así no se hacen las cosas”, “ques” y más “ques”. Lo más acertado sería simplemente abordar y consensuar las reglas comunes que ambas partes consideren más adecuadas para mantener una coherencia en la educación del niño. Y sobre todo agradecer el trabajo tan intenso, desinteresado, que hacen los abuelos/as y que nos permite trabajar, al poder dejarlos con ellas, personas tan abnegadas, que no sólo lo dieron todo por nosotros sino que también lo siguen haciendo por nuestros hijos e hijas.
Pretendemos que nuestros hijos hagan lo que nosotros no hacemos, que adquieran hábitos que nosotros no tenemos. Les decimos que lean, pero nosotros no lo hacemos. ¡Qué incoherencia! Se les puede alentar a leer si primero si nos alentamos a nosotros mismos. La lectura es una de las mejores costumbres que podemos tener, desarrolla las habilidades de comprensión y retención, vocabulario, memoria, etc.
En las actividades que programemos para nuestros hijos, podríamos, deberíamos, tener en cuenta qué intereses tienen, que prefieren, que les gustaría hacer, buscar aquellas actividades que prefieran y que además de lúdicas también les sirvan para adquirir valores. Actividades de voluntariado para nuestros adolescentes, podría ser una estupenda idea, existen muchas ONGs que precisan de voluntarios para el verano. Puede ser una oportunidad para que desarrollen la bondad, la compasión (como siempre digo, la base de un cerebro sano es la bondad, ésta se puede aprender y el voluntariado es una de las mejores formas para aprenderla).
Y algo fundamental para mí, hacer un organigrama en el que se especifique las horas que van a dedicar a cada actividad; ver televisión, jugar, lectura, estudio, descanso y también tiempo para que puedan aprender a aburrirse. Esta organización de tareas puede ser muy útil a la hora de saber qué hacer durante todo el día.
Por último, para nosotros madres y padres, organizar nuestro propio tiempo de ocio, de asueto, es muy importante para poder disfrutar de nuestras parejas y de nosotros mismos y no vernos desbordados por esta nueva situación que se nos presenta, y así conseguir un estupendo verano para todos, niños, jóvenes, padres y abuelos.
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso