Mi más que amado hijo:
Nadie te ha dicho nunca, nadie, que eres un ser irrepetible y que sobre todo las cosas, eres amado. Alguien te ha amado mucho, sí. No importa quien, lo cierto es que te han amado, te aman o te amarán. Si alguien es capaz de sentir este inmenso sentimiento por ti, tan fuerte que es capaz de trasformar el mundo, ¿acaso tú no puedes, por amor también, amarte?
Sea lo que fuere por lo que estés pasando, no sabes cómo desearía que no sufrieses de forma innecesaria, que fueses capaz de aceptar y transcender, transformar las situaciones.
Aceptar pasa por cambiar la mirada, empezar a ver con nuevos ojos la situación. Dejar de preguntarse ¿por qué me pasa esto? para empezar a preguntarse, ¿para qué me está pasando? Pregúntame, dime, ¿qué quieres de mí, Vida, para qué estoy aquí? Te responderé, pero háblame.
Cuando dejas de darte golpes contra la pared declamando ¿por qué a mí? y eres capaz de dar un paso atrás para contemplar la pared contra la que te has golpeado, empiezas a ver que además de la pared, existen ventanas, puertas; soluciones, posibilidades que no habías visto, ya que sólo veías la pared, el problema desde la queja.
De las experiencias más devastadores y sin sentido por las que pasas puedes sacar las lecciones vitales más importes, eso sí, si estás dispuesto a verlas.
¿Para qué sufro tanto? Una posible respuesta sería quizá para entender el sufrimiento de los demás, o quizá para comprender la diferencia que hay entre el dolor y el sufrimiento. Entenderás que el sufrimiento lo decides tú; tú decides cuánto quieres o no sufrir, cuántos calamonazos quieres darte.
Sé que es difícil, mucho, pero cuando aceptas el problema, lo estás transformando, te estás transformando a ti mismo y comienzan a aparecer posibilidades que antes no veías.
Al final, comprendes una cosa, que vienes a amar y a ser amado, también descubres que no estás solo. Un tumulto te oye, más allá de las palabras, los ojos saben, conocen, te reconocen como parte de un todo. Allá donde comienzas el camino, eres. Perteneces a las personas que te abrazan, aun conociendo tus sombras, tu oscuridad. Eres un todo, una alquimia perfecta en simbiosis uterina con la tierra, perteneces al mundo, el que te habita, el que habitas. Me perteneces.
Háblate, di lo que tu corazón te dicta, no camufles lo que sientes ni lo llenes de silencio, ¿te das cuenta de todo lo que estás perdiéndote?
Por un momento, deja la queja, el lamento, retírate un poco de la pared. Abre los ojos y contempla el paisaje que hay delante de ti, adéntrate en él, víveme. De repente, por fin sentirás que todo está bien, que todo está bien como está.
Y como diría Mario Benedetti, no te rindas, por favor, no cedas, porque no estás solo, porque yo te quiero.
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Psicóloga especializada en Mindfulness y
Terapia de Aceptación y Compromiso